Riviera Maya: Cancún y Puerto Morelos, entre la masividad y la tranquilidad

Especial para La Nueva Mañana

RIVIERA MAYA - PARTE 1

En la edición del 8 de febrero de La Nueva Mañana comenzamos a viajar por la extensa y atractiva Riviera Maya. Tulum y Playa del Carmen fueron las primeras paradas de este recorrido costero por el Caribe mexicano que tiene tanto para ofrecer. Siguiendo la carretera 307 desde Playa del Carmen, se encuentran dos ciudades que merecen ser mencionadas: la popular Cancún y una joyita única y encantadora, Puerto Morelos. Ambas ubicadas a menos de 40 kilómetros entre sí.

Puerto Morelos, una pequeña belleza

A unos 35 kilómetros de la bulliciosa y agitada Playa del Carmen, se puede encontrar un oasis de tranquilidad ideal para relajarse y disfrutar de la naturaleza. Puerto Morelos no es de los destinos top de la Riviera Maya, pero podría serlo sin lugar a dudas. Es que reúne muchas de las características que algunos turistas buscamos cuando estamos de vacaciones. Este pequeño pueblo cuenta con extensas playas que invitan a caminar en sus atardeceres, un mar en distintos tonos de verde (en el que predomina el esmeralda) y un acceso directo a la segunda barrera de coral más grande del mundo.

Cuando estaba preparando el viaje a México, me compré una guía del país para interiorizarme en los lugares y diagramar el recorrido. Buscando el mejor destino del Caribe para hacer esnórquel, leí que Puerto Morelos era uno de los recomendados ya que tiene los arrecifes coralinos muy cerca de la costa, con ese dato merecía estar dentro de mi lista.

Cuando apenas se ingresa al pueblo por la ruta 307, se puede ver que la misma lo divide en dos: por un lado está la zona “urbana” que concentra la actividad comercial y en la que vive la mayoría de los pobladores y, por otro lado, está la vida marítima y turística. Es importante tener en cuenta este detalle a la hora de elegir el alojamiento, sobre todo si no se ha alquilado un auto.

La zona del puerto es pequeña y acogedora. Tiene un ritmo tranquilo que enseguida te serena y te invita a caminar por las calles o la playa. Alrededor de la plaza principal hay tiendas para llevarse algún recuerdo, restaurantes que ofrecen una variada gastronomía y vendedores de excursiones, muchos de ellos pescadores que también ofrecen el servicio de guía.

Aunque los días que pasé en Puerto Morelos estuvieron nublados y de a ratos lloviznaba o llovía intensamente, me llamó la atención que el mar mantuviera esos tonos verdosos tan particulares. Además, todavía había resabios de la gran plaga de sargazo que invadió sus playas durante un largo tiempo. Este fenómeno tiene preocupados a los pobladores ya que no se puede saber en qué época se presentará y aún siguen ensayando algunas soluciones.

Una joya submarina

Pero como dice el dicho “al mal tiempo, buena cara” y, aunque lloviznaba sin tregua, me decidí y contraté una excursión para hacer esnórquel en ese mundo submarino tan impresionante que fue declarado Parque nacional.

Unos pocos minutos en lancha y ya estábamos listos para sumergirnos a descubrir los secretos de Puerto Morelos. Pasado el frío inicial y la sensación de inestabilidad por el mal tiempo, la primera inmersión me dejó alucinada, un universo calmo y lleno de vida se despliega a unos pocos metros de la superficie. Es como entrar en otra dimensión en la que todo transcurre sin sobresaltos: los corales se agitan suavemente, los cardúmenes de peces amarillos y negros pasean a su ritmo, las enormes langostas espían tranquilas desde un hueco del coral, los peces loro “picotean” en todos lados buscando su alimento, un pez globo enorme se acerca y me mira con sus ojos saltones desde el interior de una gran esponja de mar y los delgados peces trompeta se dejan ver de vez en cuando, camuflados con su entorno. Todo esto sucede en pocos minutos en ese mundo paralelo. Pero, lo que sin dudas me dejó más impresionada, fue un encuentro cercano con una gran raya águila.

En un momento, siguiendo al guía, sentí como una sombra al costado, giré mi cabeza y vi una raya moteada que pasaba sigilosa e imponente a unos escasos metros de distancia. Tenía más de dos metros de longitud, el lomo con delicados lunares blancos y agitaba sus aletas deslizándose con calma y elegancia, como si volara. El guía no alcanzó a verla, quizás por eso, ella decidió pasar una segunda vez a nuestro lado, como si fuese un truco ensayado para los turistas.

Por sitios como este, Puerto Morelos debería ser un destino destacado en la oferta turística. Esa gran barrera de coral que se extiende en sus costas merece ser preservada y defendida como símbolo de la belleza y la importancia de la naturaleza.

Cancún, destino turístico por excelencia

Siguiendo la ruta 307 hacia el sur se llega hasta la gigantesca ciudad de Cancún. Con edificios de gran altura, un tráfico afiebrado, hoteles de infinitas estrellas, grandes centros comerciales y un mar de un turquesa deslumbrante, este destino ofrece todo para satisfacer los gustos de los turistas. Es que, en la década del 70, Cancún fue pensada y desarrollada por agencias gubernamentales y empresarios privados para convertirse en lo que es hoy: un destino turístico internacional de excelencia.

Por haber elegido un alojamiento que no estaba en la zona hotelera ni en el centro, sino en un barrio residencial (pero que no frecuentan los turistas), tuve la posibilidad de conocer más la ciudad ya que para ir a la playa o al Centro, tomé las combis y los “camiones” (colectivos) que usan diariamente los cancunenses. La amabilidad de ellos me acercó a mi destino siempre.

A pesar de la magnitud de la ciudad, el traslado hacia el Centro o a las playas es bastante sencillo. La zona hotelera, que cuenta con acceso al mar, es una especie de ciudad dentro de la misma ciudad: tiene una avenida principal con centros comerciales, bares, restaurantes y boliches. Los lujosos hoteles ocupan toda la costa y hay pocas playas con acceso público.

Unos argentinos que eran voluntarios en un hostel me recomendaron que fuera a Playa Delfines, una de las más alejadas. Este lugar cuenta con una costa amplia de arena clara y resplandeciente, pero hay que atarse fuerte el traje de baño porque tiene un oleaje incansable. En una de las “palapas” (sombrillas de paja) me tiré a descansar de la intensidad del mar y a comer algo, y apenas saqué la comida, gaviotas e iguanas se acercaron y permanecieron atentas a mis movimientos hasta que les convidé algo del pequeño banquete.

Una vez más, el Caribe mexicano despliega su abanico de mundos posibles y nos permite elegir de acuerdo a lo que deseamos para nuestras vacaciones. Cancún y Puerto Morelos son un complemento ideal para los que eligen el contacto con la naturaleza y no se quieren perder las salidas y el entretenimiento.

Enlaces útiles:

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