Cultura28/01/2017

Las peñas: el otro Cosquín que es punto de encuentro

Más allá del inmenso valor simbólico y la potente caja de amplificación y resonancia que supone para los artistas la plaza Próspero Molina, la experiencia integral del Festival Nacional de Folclore de Cosquín excede largamente lo que sucede en el escenario Atahualpa Yupanqui a lo largo de nueve noches.

Grandes artistas como Peteco Carabajal tienen su peña.

“Para mí Cosquín es una batidora, pasan muchas cosas al mismo tiempo, hay mucha información; es como una brújula de por dónde va la música popular argentina”, cuenta en charla con Télam la cantante y compositora Paula Paz, que llegó con su primer disco, “Hago pie”, producido por Luis Gurevich, el sábado pasado y se queda en la ciudad hasta el domingo próximo, tocando en peñas, haciendo contactos, mostrando su material y escuchando lo que están haciendo otros.

De hecho una de las imágenes que más impacta al que llega por primera vez al festival que se celebra en el Valle de Punilla desde 1961, es la cantidad de músicos que constantemente cruzan las calles de la ciudad acarreando sus instrumentos y yendo hacia las diversas peñas, instalándose en plena calle para un set ocasional y a la gorra o siguiendo el rastro del dato de un posible encuentro o tocada.

“Más de 50 años tiene el festival y siempre fue así. Los artistas que están en la plaza y los que no, que siempre van en busca de encontrarse con la posibilidad de tocar, así se fue gestando este lugar. Al principio todo sucedía en la confitería La Europea, y ahí te encontrabas quizás a Mercedes Sosa y sus músicos en sus primeras llegadas”, cuenta la cordobesa (y nacida en Cosquín) Paola Bernal, que este año dirige su peña El Sol del Sur en la Sociedad Española, que fue por años el lugar de la emblemática peña de Los Coplanacu.

“Una vez al año, en un lugar neurálgico y por diez días se encuentran muchos músicos, muchas estéticas diferentes y eso convive y te traspasa; lo que le da la sustancia al Festival no es solo lo que sucede en la Plaza sino en todos estos lugares y que tiene que ver con el encuentro de los músicos y la construcción de la trama colectiva que es la música folclórica que, a mi modo de entender, tiene su tradición pero también la impronta del ahora y debe ser registro presente”, agrega Bernal, cuya peña es la mejor expresión de toda la nueva escena folclórica que se está gestando en la ciudad de Córdoba con músicos de diversa procedencia geográfica y musical.

Alrededor de la Próspero Molina se encuentran quizás las peñas más comerciales, pero cada local musical tiene su propuesta y su estética bien delineada que, en general, se va construyendo con los años.

Además de la de Paola Bernal, está la del violinista santiagueño Néstor Garnica, que en el Tiro Federal propone en su Fiesta del Violinero un ambiente muy familiar, noches a pura chacarera y muchísimo baile.

“Lo de las peñas es antiguo, cuando yo vine la primera vez existía la peña oficial y con los años se fueron acrecentando de manera notable; es un ámbito muy especial porque no es lo mismo tocar en la Plaza, donde actuás para miles de personas, que en una peña, donde tenés la posibilidad de crear un ambiente con poca gente”, destaca el gran violinista.

Facundo Toro, los Coplanacu, Cuti y Roberto Carabajal, Los Tucu Tucu son algunos de los músicos que tienen o tuvieron peñas en Cosquín y que fueron construyendo el fenómeno que hoy florece y, en muchos casos, puede ser caldo de cultivo para músicas futuras.

Garnica empezó con La Fiesta del Violinero en 2004 y luego llevó la experiencia de manera itinerante a distintas ciudades del país para instalarse nuevamente en Cosquín a partir de 2014, constituyéndose en la actualidad en una de las de mayor convocatoria.

Otra de las peñas que resalta por su estética cuidada, la buena comida y la idea conceptual es La Salamanca, dirigida por Luis Salamanca, que regentea también un conocido espacio folclórico en la ciudad de La Plata y que reúne gran parte de lo que pasa en el norte del país y lo que viene también del caldo de cultivo musical de la capital de la provincia de Buenos Aires, otro punto de encuentro, como Córdoba, de procedencias diversas.

Las peñas más tempraneras son las que se desarrollan en el río, organizadas por la Comisión de Folclore y que transcurren hasta la tardecita, pero el resto se mueve de noche y empieza a cobrar combustión recién pasada la medianoche, o incluso más tarde.

Ayer por ejemplo, a las 2.15 de la mañana Paola Bernal arrancaba un delicado set en su propia peña y si después uno quería escuchar otras cosas, podía caminar siete u ocho cuadras hasta el Tiro Federal y encontrarse con Néstor Garnica en pleno show a las 3.30 en su propia peña, con más de cien parejas bailando chacareras y zambas y otras cientos sentadas comiendo o bebiendo.

Pasadas las 4 la gente también bailaba con ganas en La Salamanca, donde cerca de las dos de la mañana había estado el ascendente dúo Orellana-Lucca, luego de pasar por la Plaza como invitados del festejo de Los Carabajal; y donde esta noche, por ejemplo, toca Peteco Carabajal, que el domingo cierra el festival en la Próspero Molina.

Si todavía uno tenía ganas de seguir dando vueltas, podía volver a El Sol del Sur para encontrarse con una de las cantantes fuertes de la escena cordobesa, Meri Murúa, que cerca de las cinco hacía una estupenda versión de “El arriero”.

En esa misma peña y a las seis de la mañana subió al escenario un explosiva banda del under cordobés, Armando Flores, ultraconocida en la ciudad y con más de 20 años de trayectoria, pero desconocida en otras ciudades, que ofreció un set potente y endiablado a puro rock, blues, rap y hip hop de altísimo vuelo y consistencia granítica.

A las siete de la mañana, ya de día y cuando los sonidistas guardaban los cables con los oídos rotos, todavía había un último lugar que visitar para los que todavía querían seguir la gira, la mítica peña El Patio de la Piri (o de la Pirincha), un fondo de una vieja casa en Obispo Bustos y Fleming, donde seguían las guitarreadas y que era casi imposible transitar por la cantidad de gente que lo poblaba, que empezó a desconcentrar cerca de las 10 de la mañana.

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