“Los absolutos nos encadenan y el rock nos ayuda a cuestionarlos”

Darío Sztajnszajber presentó “Salir de la Caverna. Filosofía + Rock” y dialogó con La Nueva Mañana sobre esa necesidad de “desencadenarse”, con la música como suplemento necesario.

Cultura24/09/2018Ignacio MartínIgnacio Martín
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"Si el mensaje del rock es de apertura, aunque esté copado por la industria ese mensaje llega", afirma Sztajnszajber.Foto: gentileza.

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La unión entre la filosofía y el rock nos permite cuestionar con la mente y con el cuerpo entero”, dice Darío Sztajnszajber del otro lado del teléfono. Fiel a un estilo que navega entre la divulgación científica y el intelectualismo moderno, el filósofo no teme a relacionar paradigmas quizás lejanos como la filosofía y el rock. Para comprender nuestro “encadenamiento platónico” y que las verdades a medias reflejadas en la caverna no son completas. Ahí es cuando el rock actúa, cuando vemos la necesidad de estar en constante “desencadenamiento”.

En “Salir de la Caverna. Filosofía + Rock”, el espectáculo que trajo el pasado viernes a Córdoba, Sztajnszajber desarrolló la alegoría platónica interactuando con su público, junto a una banda que interviene con un repertorio de clásicos de García, Solari y Spinetta, entre otros. En diálogo con La Nueva Mañana, el filósofo conceptualiza sobre cómo la madre de todas las ciencias impulsa a una liberación que esa música acompaña y completa.

- ¿Hasta qué punto el rock y la filosofía nos dan libertad, en el sentido de escapar a la “verdad” de la que habla el relato platónico?

- Es para mí obvio que hay un punto de confluencia entre el rock y la filosofía que tiene que ver con la desarticulación de los discursos dominantes. Sobre todo en la medida en que ambos géneros tienen entre sus formas de manifestarse un propósito de cuestionar lo establecido. También es cierto que ambos en algún momento traicionan su propio cometido. Entonces, si el rock surge como una forma de libertad contra el conservadurismo típico de los años ‘50 en Estados Unidos, es cierto que 15 ó 20 años después termina siendo de algún modo absorbido y fagocitado por ese mismo sistema que buscaba cuestionar.

Pasa algo parecido con la filosofía. Hay algunas de resistencia y otras que legitiman el status quo. Se trata de ver qué tipo de filosofía y qué tipo de rock son los que ponemos en juego.

- Algunos artistas como el Indio Solari desarrollaron un discurso que intenta romper cadenas para salir de la cueva. Asimismo, muchos de esos desencadenados por él lo tratan como a una especie de semidiós. ¿Los argentinos buscamos encadenarnos?

- No creo que sea propio de una sociedad en sí. Ya la idea de “patria” y “país” es una especie de cadena. Las cadenas son una estructura ontológica, o sea, algo de lo que uno no puede prescindir. Por eso insisto en que siempre estamos desencadenándonos en un movimiento infinito. Lo importante es visualizar esas cadenas y entender que la existencia pase por el ejercicio del desencadenamiento permanente. Puede ser cierto que te liberás para volver a encerrarte y te creés libre. Pero el motivo de la filosofía es cuestionar esos formatos de normalización.

- Diego Capusotto supo decir que “el rock le grita al poder su verdad, el poder escucha ese grito, lo graba, saca un CD, organiza una gira, vende un par de remeras y después espera que el rock vuelva a gritar”. ¿Hay forma de escapar a ese pesimismo tan realista?

- Yo prefiero escapar al optimismo ingenuo. Creo que hay diversas formas de pesimismo. Uno es, si querés, más obsesivo o preocupado en la confrontación lineal, sin creación. El otro es más propio de la filosofía e incluso del rock, que permite “no comprar buzones”, sino estar alerta ante aquellas situaciones que farmacológicamente nos anestesian. Hacer filosofía cuando todo se derrumba es fácil. Lo difícil es cuando todo funciona bien. Nuestro show termina con quien actualiza la alegoría de la caverna a tiempos modernos, que es Michael Foucault. Él dice que el poder no solo reprime, sino que normaliza, por eso se vuelve “invisible”. Ahora, ¿hay una salida para eso? Tal vez tenga que ver con resignificar los términos.

Quizás detrás del concepto de optimismo hay una construcción que busca hacernos creer en idealizaciones que no nos emancipan. Y tal vez emanciparse es estar sacándose cadenas de modo permanente y no encontrar un absoluto. Los absolutos nos encadenan y el rock nos ayuda a cuestionar esas construcciones. La unión entre la filosofía y el rock nos permite cuestionar con la mente y con el cuerpo entero.

- Foucault afirma que “donde hay poder, hay resistencia”. En tiempos de festivales y discursos light, ¿el rock dejó de ser una resistencia al poder? ¿Pasó a formar parte del mismo?

- A partir de esa frase, uno puede pensar el papel de la resistencia y hasta qué punto es autóctona o genuina. Obviamente hay en el rock una historia donde en su origen, como pasa en todas las resistencias, hay un momento de autenticidad reactiva que después empieza a ser domesticada por el sistema, haciendo que sea una mercancía más cuando se suponía que cuestionaba esa mercantilización de la cultura. Ahora, yo no me quedaría con respuestas binarias, porque sería pensar “Ah, bueno, el rock cagó”. Yo te diría que aunque el sistema mercantilice al rock, ciertas canciones, bandas o íconos generan una transformación.

Aunque ese móvil de resistencia esté amaestrado, la circulación de sus íconos no deja de ser transformadora. Obvio, pierde el carácter de revolución absoluta, pero si el mensaje del rock es de apertura, aunque esté copado por la industria ese mensaje llega.

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