
Lo que el Papa Francisco deja no es solo un mensaje espiritual, es una doctrina de unidad popular y liberación nacional, un legado estratégico, una hoja de ruta para los pueblos de América Latina.
Maricel Palomeque y Rosa Mercedes González son las autoras de “Cuando llega un dragón”, un cuento ilustrado que no para de ganar premios. Presenta un mundo ficcional mítico que se muestra cual leyenda latinoamericana.
Cultura06/07/2018 Barbi CoutoPor: Barbi Couto
El libro, breve, ilustrado, con una edición cuidada, narra escenas fragmentadas de la vida de los oderios desde el día que llegó el dragón a sus tierras hasta su partida tiempo después. Con un lenguaje descriptivo, profundo, poético y simple a la vez, el cuento describe un mundo ficcional pero anclado en profundas raíces latinoamericanas. “Como me gusta viajar y me fascina la historia precolombina”, cuenta la autora del cuento, Maricel Palomeque, “fui recortando información de distintos viajes a Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y México, y también al norte y al sur argentino. Información sobre animales, plantas, paisajes, cultivos, ruinas, idiomas, palabras, expresiones, etcétera. Esa es la materia prima, dosificada y filtrada por la memoria o por los apuntes de viaje para construir un tiempo y un espacio particulares”. Aparecen así una selva, un pueblo, unas ciertas costumbres, ceremonias, creencias, templos, plagas, siembras, nacimientos, muertes. En la historia hay soles y lunas, lluvias y tormentas, volcanes, un ciclo de la vida atravesado profundamente por la naturaleza, y observado con curiosidad, ternura y cuidado por un dragón rojo que llega, observa, está, forma parte, cuida, aprende, protege y finalmente se va.
La escritura de la cordobesa Maricel recuerda por momentos la manera de narrar de Liliana Bodoc, sobre todo en la musicalidad de la elección cuidadosa de ciertas palabras. Que “las olas zangoloteen al chinchorro” además de un desafío lingüístico propuesto con belleza, es una descripción poética-sonora, una escena propuesta prácticamente desde lo musical, y si no, prueben a leerlo en voz alta. Y el recurso se repite constantemente a lo largo del cuento, permitiendo al lector disfrutar no solo de las diversas escenas, sino también el modo en que son narradas.
El fragmento de la bendición al dragón compartido más arriba, por ejemplo, tal vez despierte ecos de otros dragones que forman parte de nuestro camino lector, como el Dragón de Gustavo Roldán, quien en vez de recibir la bendición, la otorga. Se enciende entonces la pregunta por los dragones:
-Hay una mística en las historias de dragones. ¿Qué tienen los dragones que nos gustan tanto?
Maricel: El dragón es un ser con muchas posibilidades desde el punto de vista literario, ya que puede volar y echar fuego por la boca. Según las culturas y las mitologías -orientales u occidentales- tendrá distintos colores, poderes, significados, y un lugar muy especial en la vida cotidiana, en la religión, en las tradiciones… Ese fue mi interés y mi desafío: crear un dragón propio, capaz de indagar en el mundo ancestral y mitológico. Partir del imaginario conocido, tan amplio y diverso, para delinear un nuevo personaje hecho a medida para los oderios y viceversa.
-En tu historia hay un sabedor, ese personaje que va de alguna manera guiando con el conocimiento o la intuición de su sabiduría. ¿Cómo creaste ese personaje y al resto de los oderios?
Maricel: En general, en los cuentos fantásticos o maravillosos, los personajes no tienen nombres propios sino genéricos como el del “sabedor” que se caracteriza por un oficio, o en este caso, por un don: todo lo sabe o lo intuye. Así es actualmente en muchas culturas, ligado a tradiciones milenarias, a la conexión de mujeres y hombres con la naturaleza y eso era lo que me entusiasmaba; un personaje mágico, representante de la memoria colectiva. Mientras iba desarrollando la historia, sin rumbo cierto, sin final a la vista, los oderios fueron ganando protagonismo. Con tantas o más posibilidades que el dragón, demandaban la creación de un mundo con otras reglas de juego, una nueva cosmovisión.
Fue así que Maricel tomó todo lo que había recolectado de tantos viajes para crear su mundo. Y como si se tratara de una muestra artística, el relato transita entre asteriscos, uno por cada escena narrada. Cada escena es una postal que recupera un fragmento de la historia, una cierta costumbre, un avance de la leyenda. Dice Maricel que así surgió la idea y así la fue estructurando, muy cómoda con las elipsis que el recurso le permitía. “Es mi forma de trabajar: dejo fluir el texto. En el camino voy probando, corrigiendo. No me preocupan el público, ni la extensión, ni el género. Escribo hasta agotar lo que los personajes necesitan hacer o decir, hasta que la historia queda redondeada”, explica.
Mención aparte requieren las ilustraciones que irrumpen en la historia cada dos o tres páginas. Rosa Mercedes González, prestigiosa ilustradora que vive y trabaja en nuestra ciudad, es la responsable de darle vida a ese mundo con aire de leyenda. “Admiro mucho el trabajo de Rosa”, dice Maricel, “supo captar la esencia del relato. Investigó y se sumergió también en esa atmósfera para recrear su propio dragón, sus oderios, su sabedor, su aldea. La ilustración poética y sutil que logró propone un punto de partida para que cada lector imagine y complete las escenas”.
Rosa nombra infinidad de dragones que la inspiran: “El dragón y San Jorge” (pintura de Paolo Ucello entre 1456 y 1460); las imágenes de dragones en los desfiles del año nuevo chino, las gárgolas de la Catedral de Notre Dame; el dragón que custodia al vellocino de oro (de la mitología griega), espantoso e inmortal dragón de mil anillos, nacido de la sangre del monstruo Tifón; el Tapiz de Bayeux (1082-1096), bordado de 70 metros de largo por 0,5 de ancho que representa fantásticos seres mitológicos y bestias medievales, y una lista interminable de dragones. Para el proceso de trabajo del pueblo de los Oderios Rosa cuenta: “Tuve una larga etapa de diseño, búsqueda de técnica, definición de los escenarios, ubicación de los personajes en el espacio, siempre es así cuando ilustramos, mucho dibujo, volver a leer el texto, hurgar, escarbar, descubrir qué nos quiere decir Maricel, hasta que aparece la luz y allá vamos con los Oderios. Fue como perderme en un laberinto. Lo que sí tenía en claro era que debía transmitir una sensación de paz, misterio, una pizca de desconfianza... la fiesta de sus ceremonias, la sinceridad y la sabiduría del dragón… espero haberlo conseguido”, finaliza.
Solo hojeando el libro es evidente que cada escena de sus ilustraciones podría formar parte de una larga secuencia pintada en los muros de las pirámides mayas o aztecas, o por supuesto, tal vez en los muros de los templos de los oderios, donde ese pueblo mítico dejó grabada parte de su historia, la de antes, “antes de que gruñera el volcán y antes de que el río encontrara su cauce”, cerca de las ruinas que cuentan su historia: “tallada en el macizo de piedra que los oderios alzaron para no olvidarlo: dos esmeraldas por ojos y unas alas rojizas, teñidas con sangre de cochinillas, apenas desplegadas del cuerpo. Ahí está escrito: ‘Ni el viento, ni el agua, ni el fuego / borren la memoria de estas piedras’”.
El dragón aguarda en el corral. Contempla, impaciente, los preparativos.
Los oderios han pasado la mañana adornándose con plumas y diademas. Esparcieron pétalos y semillas para marcar la huella hasta la costa; sacrificaron una yunta de venados, cocinaron yuca y maíz. Después de la ceremonia habrá festejos.
Cuando el sol está encima de las montañas, y mientras duren las brasas del incienso que alumbra el interior del templo, es propicio celebrar.
El dragón se deja llevar, seducido por las vibraciones de la música. Mientras avanzan hacia la playa van cantando al ritmo de los tambores:
Otaja mem lienyu chumá / Otaja mem / Owate chimá
Junto al templo los espera el oderio más viejo, el que sabe el ritual de memoria. Él indica que se tomen de las manos y rodeen al dragón, formando un círculo. El dragón espera, echado sobre la arena a que el viejo le cuelgue un collar de alambres dorados que los mayores han engarzado con corales negros. Luego lo coronan con plumas de águila y flores de amaranto y van frotándole aceites en el pecho. Tan suaves son las manos que debe contener la cosquilla…
Ahora es tiempo de sumergirse y nadar, explica el viejo oderio. Para que el agua te reconozca y te proteja.
El dragón obedece y se zambulle en el mar con el apetito de un pájaro que ha visto una presa bajo el agua. El oderio más viejo es el único que embarca tras él. Es un buen navegante. Va murmurando un rezo mientras las olas zangolotean al chinchorro como si el mar no perdonara su liviandad.
Desde la orilla los oderios chapotean y hacen ritmos con las manos. Ya han comenzado a celebrar.
Es la primera vez que bendicen a un dragón.
“Cuando llega un dragón” ganó un premio previo a estar publicado: la Mención en el género Literatura para Niños y Jóvenes en el premio Casa de las Américas. También está en la lista de la Fundación Cuatrogatos de este año en la categoría “Para los que se atreven con libros retadores”. Finalmente en mayo pasado fue seleccionado Destacado Alija 2017 en la categoría Cuento en los premios que cada año otorga la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina (Alija).
Se abre la pregunta a Maricel acerca de cómo recibió estos premios y si ella tiene presente una franja etárea al escribir y qué opinión tiene sobre este tema de “la literatura y la edad de los lectores”. “Los premios siempre son una sorpresa y una alegría, y un reconocimiento al trabajo bien hecho”, dice Maricel, y continúa: “Aunque no solo a la escritura, porque la producción de un libro implica un equipo que le de cuerpo: edición, ilustración, diseño, etcétera. Sin esos otros actores, el texto no llegaría a ninguna parte. Por otra parte, adhiero al concepto de ‘literatura sin adjetivos’, como plantea María Teresa Andruetto. Es decir, no hace falta advertir para qué público está destinado. Porque un buen texto no tiene edad, dice también Lilia Lardone. Y yo me aferré a esa escuela. Claro que a veces hay que ablandar estructuras gramaticales, o evitar rebusques teóricos, pero especialmente hay que confiar en los lectores, no subestimar ni autocensurarse en cuanto a temáticas o técnicas. Creo que esa libertad para crear es la mejor y la más genuina. “Manga de animales” (su primer libro también publicado por Los Ríos Editorial) y “Cuando llega un dragón” tienen lectores de todas las edades, lo que considero un logro compartido con el equipo editorial de Los Ríos, que promueve esa misma visión”.
En cualquier caso la Editorial enmarcó este y el anterior libro de Maricel en la colección INFANTOjUVENIL, colección que se acrecentará en un par de títulos más este año y que, si para muestra basta un botón (dos en este caso), promete ser una selección cuidada, desafiante y de altísima calidad para lectores de todas las edades.
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