Estrena el film "Atahualpa Yupanqui, un trashumante": "Córdoba era también su tierra"

La Nueva Mañana entrevistó a Federico Randazzo Abad, director de la película/documental, que hoy se proyecta en la sala de Cine Arte Córdoba a las 19.

Cultura02/11/2024 flavio colazo
atahualpa web
DON ATA.El director del film Federico Randazzo Abad, en diálogo con LNM: "El documental  muestra -o lo intenta hacer- la mayor parte de los tránsitos que asumió Atahualpa a lo largo de su vida por diversos motivos. Pero claro que el territorio de Córdoba fue profundamente significativo para Don Ata". Foto gentileza.

Este fin de semana se está estrenando en nuestra ciudad -y en Cerro Colorado- el documental sobre la vida y la obra del mayúsculo artista argentino. La película/documental "Atahualpa Yupanqui, un trashumante" se proyectará en la sala del Cine Arte Córdoba -27 de Abril 275- hoy y mañana. En tanto, esta tarde también habrá una función en Cerro Colorado. LNM dialogó con el director de la película/documental, Federico Randazzo Abad.

Randazzo Abad, toda vez que Atahualpa Yupanqui ha dejado su marca indeleble en Córdoba, ¿puede decirnos de qué modo se muestra a nuestra provincia en el film?

-Bueno, Córdoba -especialmente Cerro Colorado- es una tierra que habitó a Atahualpa; digo así porque él se consideraba “tierra que anda”, y porque para él Córdoba era también su tierra. Hay que aclarar que el documental  muestra -o lo intenta hacer- la mayor parte de los tránsitos que asumió Atahualpa a lo largo de su vida por diversos motivos. Pero claro que el territorio de Córdoba fue profundamente significativo para Don Ata, tanto que sus restos -por expreso pedido de él- descansan debajo de un algarrobo en su casa -que hoy es un museo- de Cerro Colorado. Y, dado este sentir del artista, la película comienza y termina en el paisaje de Córdoba.

¿Cómo llegó Yupanqui a instalarse en nuestra provincia en aquellos años en que construyó su casa en Cerro Colorado?

-Llegó -según nos dice su hijo, Roberto “Coya” Chavero- como una fiera herida buscando refugio, una guarida, donde encontrar un poco de seguridad ante las persecuciones que enfrentaba por aquellos años. Atahualpa llegó con su hijo, Roberto, recién nacido y su esposa, Nenette Fitzpatrick. Venía de ser censurado, de estar preso -sin cometer ningún delito-, de ser torturado; y quiso encontrar un lugar donde recobrar fuerzas. Córdoba lo cobijó y él le entregó lo mejor de su condición humana, como artista y como hombre que se confundía con la tierra que habitaba. Atahualpa siempre estaba feliz de regresar a esta provincia. Eso lo demuestra en el material en que se ven sus retornos a Córdoba en los años 70.

¿De cuáles registros estamos hablando?

-De varios y muy valiosos materiales de archivo. Algunos de estos están en manos de su hijo -y la Fundación-; otros fueron amablemente cedidos por los canales de televisión locales, hay algunos que están a buen resguardo en la Universidad -muy bien cuidados-, y algunos más pertenecientes a la familia Olocco, una familia emblemática de la cultura de Córdoba capital- en cuya librería fueron presentados, en su momento, algunos de los libros de Atahualpa-.

Pasemos a los “otros desplazamientos” de Atahualpa Yupanqui que están presentes en la película. ¿Cuáles de estos son los más relevantes que realizó, según su parecer?

-Intentar poner en orden de magnitud los “desplazamientos” aludidos es imposible. Como fue imposible abordar la totalidad de los traslados de Atahualpa. Hay que pensar que Atahualpa tuvo una vida pública que abarcó casi un siglo. Y él empezó a cursar su destino trashumante desde muy joven -lo asumió a muy temprana edad-, desde que decidió pasar a ser Atahualpa Yupanqui. Primero a Caballo, durante muchos, muchos, años -más de quince en las décadas del 20 y 30-, luego en trenes, ómnibus, aviones, barcos; en fin,  fue un hombre que con su vida construyó un viaje imposible de abarcar en su totalidad en una solo film. La película que se realizó muestra una buena parte de ellos, y de cómo fue evolucionando incesantemente su arte, su filosofía y su sabiduría en ese tránsito constante.

¿Por qué dice que Yupanqui asumió su destino de trashumante a partir de la elección de su nombre: Atahualpa?

-No lo digo yo, lo dijo él. Atahualpa Yupanqui fue un hombre muy interesado en la semántica y la etimología  de las expresiones populares. Él explicó muy bien porque se definía como un trashumante. Porque él era de quienes se van dejando el humo atrás, ese humo de los hogares campesinos que siempre están encendidos cocinando algo o calentando agua para el mate. Ese el significado del término: trashumante. Y, por otro lado, la expresión “atahualpa yupanqui” en quechua quiere decir: el que viene de lejanas tierras para decir algo. Por eso sabemos que Yupanqui no llegó adonde llegó por casualidad. Su destino fue una ardua construcción motivada por su determinación temprana. 

 ¿Se los puede clasificar a los viajes de Yupanqui?

-Yo me animaría a distinguir al menos dos o tres tipos de viajes. En un primer momento diría que hay dos grandes tipos: los viajes por propia decisión, y los que debió realizar de manera forzada- debido a la persecución incesante que padecía-. Luego podríamos diversificar la tipología entre viajes de trabajo y los de aprendizaje. Pero esta última caracterización es altamente caprichosa, ya que Atahualpa estuvo todo el tiempo aprendiendo –ya estuviera en tránsito o quieto-. Cierto es que muchos viajes fueron por motivaciones políticas. Por ejemplo su llegada a los países de lo que entonces se conocía como la Europa del Este –comunista-, en plena Guerra Fría. Él vivió en Praga, en Bucarest, en Budapest -entre gitanos-, siempre trabajando en su rol de musicólogo y etnógrafo,  y solo llegó a Francia -París- forzado por la falta de recursos. Infelizmente –a causa de la Guerra Fría- hay pocos registros de su paso por los países que estaban detrás de la “Cortina de Hierro”. Luego, y a diferencia de los artistas argentinos que viajaban a París como única meta, Atahualpa arribó a Francia desviándose de su objetivo final -que nunca pudo alcanzar- que era Moscú.

¿Cuánto tiempo le demandó la realización de la película?

-Desde que arrancamos -hasta la conclusión- pasaron once años de investigación y compilación. Y aun con ese tiempo invertido no llegamos a abordar ni la mitad de los viajes de Atahualpa. Pero sí hemos dado cuenta de una vasta cantidad de ellos.

Hoy sábado se estrenará la película en Cerro Colorado. ¿Será una proyección especial?

-Seguramente, desde lo emotivo, sí. Igualmente es muy importante haberla presentado en Córdoba capital. Pero creo que lo más “yupanquiano” que hemos hecho con la película es haberla presentado -poco tiempo atrás-, de modo federal, en 20 provincias al mismo tiempo.  

Habiendo -como director abocado once años a la realización del film- un grado gigantesco de involucramiento con la figura de Yupanqui, ¿cómo podríamos dar cuenta de la magnitud de este artista en cuanto a la trascendencia en el mundo de nuestra cultura musical y poética? ¿Podría pensarse en una comparación con Carlos Gardel, Mercedes Sosa o Astor Piazzolla?

-En primer lugar quisiera señalar que más que representar al país las composiciones de Atahualpa representan al continente -Sudamérica-. Y respecto las comparaciones creo que pueden ser tentadoras -y en algún punto útiles-, pero pienso que Atahualpa de no haber sido cantor igualmente hubiera sido un compositor fundamental y trascendente. Y si no hubiera sido ni cantor ni compositor su envergadura como recopilador sería igualmente mayúscula. Y si tampoco se hubiera dedicado a la compilación su maestría en la ejecución del instrumento -la guitarra- hubiera dejado una marca inmensa también. Quiero decir que la cosmovisión americana, el modo en el que él la viajó, la vivenció y la comunicó le tenía asegurada una proyección de trascendencia global. A su vez entiendo que  lo multifacético de su obra lo coloca en un lugar muy particular, que lo aleja un poco de toda comparación posible. Puede que haya mejores que él en una manifestación artística puntual, pero que hayan abarcado la cantidad de diversas manifestaciones artísticas que él abarcó -y con la extrema calidad que alcanzó en cada una de ellas-, deben ser muy pocos en el mundo.

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