La Paisanita: un pueblo tranquilo con paisajes que enamoran

A apenas ocho kilómetros de la ciudad de Alta Gracia, este destino ofrece un río de aguas cristalinas, grandes playas de arena y árboles centenarios. Ideal para pasar el día.

Ed Impresa 19/05/2023 Vanina Boco
Paisanita © vanina boco00004
En Córdoba tenemos muchos rincones con un encanto especial, como La Paisanita, en el valle de Paravachasca. Fotos: gentileza.

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Especial para La Nueva Mañana

Fuera de las rutas muy transitadas, que albergan destinos turísticos ya instalados y conocidos por la mayoría de los cordobeses y turistas de otras provincias, los caminos serranos nos llevan a esos lugares que guardan algún encanto especial. Casi siempre poseen un valor incalculable, que es la tranquilidad. Esa sensación de alejarse de todo, de escuchar el silencio y poner el foco en otras cosas: el sonido del viento, el canto de los pájaros, el sol de otoño entibiando el ambiente, respirar aire puro.

Afortunadamente, en Córdoba tenemos muchos rincones como estos, uno de ellos es La Paisanita, en el valle de Paravachasca.

Cómo llegar

Saliendo desde Córdoba capital hay que tomar la ruta N° 5 que se dirige hacia Alta Gracia y al llegar a esta ciudad, iniciar un camino de ripio de unos ocho kilómetros que nos deposita directamente en la localidad de La Paisanita.

Este poblado se sale de la ruta tradicional que va recorriendo pueblos más concurridos como Anisacate, La Bolsa, Villa Los Aromos y La Serranita, que están ubicados uno al lado del otro y brindan muchas opciones para detenerse a pasear.

Pero, para llegar a La Paisanita hay que tomar el Camino de los Pioneros que nos lleva por este corto trayecto donde las casas empiezan a desaparecer, y la naturaleza va ganando el paisaje. En general, este camino se encuentra en buen estado y es posible transitarlo en cualquier vehículo.

Un pueblo tranquilo

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Había conocido La Paisanita hace muchos años y nunca más volví. En mi memoria habían quedado recuerdos muy vagos de la costa del río y no mucho más. Por eso, hacía rato tenía ganas de regresar a redescubrirla.
Unas pocas calles y casas componen el pueblo, y se ven algunos grupos de personas caminando y disfrutando de una tarde otoñal, pero que se ha puesto fría en las últimas horas.

Muchas de las casas son construcciones antiguas, de estilo colonial y estructuras importantes, que hacen notar que hace algunos años esta fue una zona muy elegida para tener sus casas de veraneo. De los años 50 es su capilla, llamada Nuestra Señora de Luján y constituye uno de los edificios históricos del lugar.

En la zona también se encuentra la Colonia Evita perteneciente a la Unión Ferroviaria que fue inaugurada en la década del 40 y que es un complejo habitacional y recreativo dispuesto en un predio de unas 100 hectáreas para albergar a los afiliados del gremio. 

Rumbo al balneario

Sigo avanzando y tratando de rememorar lo que había recorrido hace algunos años, pero me dejo sorprender por su arboleda, su calma y sus viviendas. A los pocos metros veo un cartel de bajada al río y entro al estacionamiento que está prácticamente desierto.

Comienzo a bajar las escaleras que llevan al balneario y ahora sí sus árboles altísimos se me hacen conocidos, una playa con una gran parte de arena, pero también muchas piedras son el preámbulo a una vista del río bellísima.
Rodeado de montañas, repletas de vegetación, el río Anisacate cobra otra vida en esta zona. Es cristalino, va pasando entre las piedras y se vuelve más ruidoso y serpenteante. En esta parte se ve de escasa profundidad, pero a medida que se lo recorre forma hoyas, cascaditas y se muestra más asombroso.

El Hongo

Paisanita © vanina boco00005

Caminando hacia la izquierda puedo ver una de las construcciones icónicas de La Paisanita: el Hongo. 
Así es, para los que no lo sabían, el pueblo tiene una figura icónica enclavada en el lecho del río. Se trata de un mirador que se construyó en los años 40, cuando se estaban edificando las primeras casas y La Paisanita comenzaba a vivir su época de esplendor como villa turística.

La historia cuenta que en esos años el mirador contaba con un kiosco para atender a las personas que se dirigían a la playa. Y unos 30 años después, una creciente del río se llevó la antigua construcción. Luego se decidió reconstruirlo y quedó así como se lo ve en la actualidad.

Pintado su techo de color rojo y lunares blancos, desde arriba de El Hongo se puede tener una perspectiva a 360 grados tanto del río como del paisaje en general. Si bien su estructura llamativa contrasta con el paisaje natural, luego de tantos años en el lugar ya es un emblema de la comunidad.

Me voy de La Paisanita con muchas ganas de volver en el verano, por su hermoso río, que se pone más caudaloso mientras avanza y cuenta con lugares ideales para pasar el día disfrutando de sus aguas.

  

 

Edición Impresa Nro.: 311

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