Tengo que escribir una nota sobre Lucio pero solo me sale llorar

Escribo esta columna previo a la sentencia contra sus asesinas: la madre y su novia. Busco desglosar cómo se uso un crimen atroz para instalar discursos falaces contra el feminismo.

Ed Impresa03/02/2023Consuelo CabralConsuelo Cabral
Lucio Dupy
Lucio Dupuy tenía 5 años. Fue torturado, violado y asesinado por su mamá y su novia.Foto: gentileza.

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Tengo que escribir una nota sobre el filicidio de Lucio Dupuy pero cada vez que lo intento me pongo a llorar. Corto unos minutos, me cebo otro mate, ordeno los juguetes de mi hijo, su ropita, vuelvo a la computadora, empiezo a escribir, me duele la panza, siento ganas de vomitar, vuelvo a llorar. La secuencia se repite una y otra vez. Pienso en avisarle a mi editor que no voy a llegar porque cómo se escribe sobre un nene de cinco años torturado, violado y asesinado por su mamá y su novia. Cómo se escribe sabiendo que en este mismo momento otros niños, otras niñas, sufren lo mismo, sin que nadie, ni una sola persona como le pasó a Lucio, haga algo por ayudarles.

Cómo se hace para leer los tuits ‘pseudo feministas’ de Magdalena Espósito, y su novia, Abigaíl Páez, las mierdas que lo mataron, repasar los resultados de la autopsia y saber que pasó 15 meses siendo torturado, leer los argumentos de Ana Clara Pérez Ballester, la jueza que le dio su tenencia a las asesinas, escuchar a su abuela paterna, leer las cartas de su papá y tampoco entender nada, ver el uso político de su asesinato, repasar las campañas de deslegitimación contra la lucha feminista (movimiento exactamente opuesto a lo que hicieron y son las asesinas de Lucio), saber que al momento que escribo estas líneas están siendo sentenciadas y desear que les den mil perpetuas, y en base a todo eso intentar analizar las operaciones mediáticas que los fundamentalismos religiosos y conservadores pusieron a rodar, cuando lo urgente es responder la pregunta de cómo fue que nadie advirtió la violencia que estaba sufriendo Lucio.

O la que sufrieron también Milena, Zoe y Renzo, asesinados por sus progenitores en los últimos meses, con la diferencia que éstos no eran lesbianas, ni participaron de marchas feministas. Sobre este punto es que montaron diferentes discursos falaces para instalar la categoría de las feministas y lesbianas como asesinas. Una idea que durante la lucha por el aborto legal en Argentina fue repetida hasta el cansancio por los sectores autodenominados “provida” y homodiantes. La siguiente cita de una nota sobre el filicidio de Lucio Dupy, publicada días atrás lo resume: “El feminismo nos está mostrando que sus militantes ya no son solamente capaces de destrozar propiedad pública y privada, sino de asesinar a inocentes criaturas dentro y fuera del vientre”.

El uso político del aberrante crimen de Lucio solo contribuye a demorar respuestas a preguntas urgentes: ¿qué se está haciendo desde el Estado para terminar con el maltrato a las niñeces?, ¿qué paradigmas de crianza vamos a permitir que continúen conviviendo?, ¿hasta cuándo vamos a callarnos ante la violencia?

Además, los mismos sectores dejaron de lado el tema central que es la desprotección de las niñeces y adolescencias en Argentina -donde según la Encuesta Nacional de Niños, Niñas y Adolescentes de Unicef en el período 2019/2020 el 59 por ciento de niñas y niños entre 1 y 14 años sufrieron prácticas violentas de crianza- e iniciaron/reprodujeron una campaña de noticias falsas, como en la que le atribuyeron a la editora de género del canal de noticias TN, Marina Abiuso, dichos a favor de las asesinas de Lucio, al igual que hicieron con la directora del Cels, Paula Litvachky.

Asimismo, se juzgó a las periodistas feministas por las coberturas de los juicios del crimen de Fernando Báez Sosa y de Lucio Dupuy, procesos judiciales ocurridos casi al mismo tiempo, acusándolas de darle mayor espacio al primero que al segundo. Sin tener en cuenta siquiera la naturaleza de los delitos y el tipo de juicio: el de Fernando Báez Sosa, asesinado a golpes, fue oral y público, permitiendo una cobertura total. El de Lucio, por haber sido víctima de abuso sexual, un delito de índole privado, fue oral pero a puertas cerradas. Esta diferencia vuelve incomparable las coberturas posibles –desde lo fáctico y dejando incluso de lado lo ético, que es otro tema, al tratarse de un menor de edad- en uno y otro proceso. También es necesario destacar que no es decisión de las periodistas, ni siquiera de una editora de género, decidir el espacio que dentro de un medio de comunicación se le asigna a determinado tema. De hecho, ha sido una conquista poder incluir en la agenda la violencia contra las mujeres, las personas trans, no binarias, y las niñeces.

El uso político del aberrante crimen de Lucio solo contribuye a demorar respuestas a preguntas urgentes: ¿qué se está haciendo desde el Estado para terminar con el maltrato a las niñeces?, ¿qué paradigmas de crianza vamos a permitir que continúen conviviendo?, ¿el que avala el zamarreo, la humillación, el castigo y el adultocentrismo? ¿o la crianza respetuosa y amorosa como bastión de cuidado que pone a las infancias en el centro, como sujetos de derecho, y no por debajo en un sistema vertical?, ¿hasta cuándo vamos a seguir llegando tarde por demorarnos en discursos odiantes?, ¿hasta cuándo vamos a callarnos ante la violencia?

No hay condena, ni perpetua, ni juicio, ni palabras que alcancen para devolverle a Lucio lo que le arrebataron. Es urgente entender lo irreversible de las violencias y la importancia de actuar/denunciar/hablar ante cualquier injusticia, en cualquier ámbito, pero más aún cuando se trate de infancias. Tal vez entender eso sea el primer paso.

Madre de Lucio Dupuy y pareja (NA)
Abigaíl Páez y Magdalena Espósito, condenadas por el asesinato y abuso de Lucio Dupuy.

  

 

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