El equipo argentino en Qatar y un idilio pasional imborrable con su gente

Messi y compañía consolidaron esa relación emocional sin límites ni códigos con el hincha en este Mundial. Los locales apoyan sin disimulo.

Deportes 11/12/2022 Federico Jelic Federico Jelic
Messi tras ganar a Paises Bajos by NA
La Selección Argentina alimenta su espíritu y la ilusión por la copa parece más fuerte que nunca.  Foto: NA

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Federico Jelic 
Especial desde Doha  -  Qatar 2022

El aire argentino se respira en todo Doha. En realidad, desde el primer momento fue el equipo adoptado por los locales en Qatar (desde India, Bangladesh o Nepal hasta Arabia Saudita) por el enorme magnetismo que genera Lionel Messi pero con el correr de los días, los partidos y los banderazos, la huella celeste y blanca será imborrable para Qatar. 

En su mundial casi artificial, se encontraron con una de las mejores versiones de la Selección argentina, de menor a mayor, ya semifinalista, pero que antes tuvo que sufrir y que cada partido se vivió como un parto. Con riesgos de eliminación permanente. El cielo y el infierno en 90 minutos. Y con sus hinchas, los del país, generaron un idilio emotivo que atraviesa el corazón y supera la razón. Desde lo pasional, el equipo llegó a rincones profundo del ADN argentino, mezcla de potrero, guapeza y  talento, provocando en consecuencia una identificación a una generación que será imposible borrar. 

Con lo bueno y con lo discutible. Con provocaciones, con reacciones impulsivas, con la sangre hirviendo, y con la boca sin mordaza. Los penales atajados por el "Dibu" Martínez, el "qué mirás bobo" de Messi, la revancha contestataria de los jugadores a los de Países Bajos, el "Topo Gigio" de Messi a Van Gaal. Actos que marcan una mutación, de que el grupo sabe defenderse en las bravas, quizás con un camino que dista un poco de la ética y la galantería pero que por momentos son necesarios para forjar el carácter grupal.

Pero que no sea moneda corriente. Argentina es mucho más que eso. Más allá que forma parte de lo coloquial y donde todos sabemos la receta de todo, muchas veces meterse en ese terreno lleva a la confusión.

Como le pasó a Paredes, con ese pelotazo al banco neerlandés, acto que en definitiva terminó perjudicando con los exagerados 11 minutos que dio el árbitro español Lehoz y que le bastó una de las 16 amonestaciones que sacó el español. 

Ahora en semifinales el ambiente es otro. Pero por entonces dio la sensación que ganar de esa forma, con esos condimentos y esas polémicas dieron un aire renovador. Una fortaleza que estaba necesitando. Vitaminas al ánimo. Todo con la ilusión de un pueblo callejero que sueña con lo más alto a 25 mil kilómetros de distancia.

Es como un activo, lo emocional, con sus límites no del todo claros.  Y ni hablar de los más de 40 mil argentinos en Doha: siguen llegando aviones con compatriotas para apoyar al equipo, endeudando sus finanzas, sin pensar en el mañana porque lo que importa más que nunca es el hoy.

Y fuera del estadio hay miles de indios, pakistaníes, en definitiva inmigrantes que no se pueden costear una entrada pero con banderitas, camisetas y cantos en un no muy bien pronunciado español se animan a alentar a la celeste y blanca, como si tuvieran DNI argentino, aunque su corazón ya los adoptó hace rato. 

Argentina está a un partido de la final. Croacia y su generación de la guerra espera en el horizonte, con ese batallón con Modric de sargento que también sabe de paradas crudas y crueles. Mientras tanto el equipo alimenta su espíritu y la ilusión está más fuerte que nunca. 

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