Annibali: “El silencio te da la oportunidad de irte hacia adentro y revisar”

A partir de la reciente salida de su último libro de poesía “El Viaje”, la poeta cordobesa habló de sus motivaciones, sus lecturas, y el libro sobre la obra de Alejandro Schmidt.

Ed Impresa 23/07/2021 Mauricio Micheloud
Elena Annibali
Elena Annibali

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Especial para La Nueva Mañana

ENTREVISTA A LA POETA ELENA ANNÍBALI

Elena Anníbali, la autora de “La casa de la niebla” y “Curva de remanso” nos invita, en su nuevo libro, a ese momento suspendido que se experimenta al viajar, la oportunidad de mirar el paisaje como un modo de mirar hacia uno mismo. Leer la poesía de Anníbali es otro modo de trasladarse a través de una topografía lírica y perderse sin más. 

¿Cómo fue la experiencia particular de llegar a la publicación de “El viaje”?

- En Febrero de 2019 hice un viaje al Sur en auto. Yo ya conocía esa parte del país, pero me faltaba ver más profundamente la Patagonia, no en un sentido turístico, entiéndase. Quería ver, quería tener el tiempo de detenerme a mirar y ver.

Como sabrás, hay zonas, rutas largas, de mucha soledad. No hay señal de celular, pero donde otro ojo no ve nada, yo vi, me encontré con paisajes de infinita riqueza. Un lugar ante el que no queda sino ser uno mismo con, contra uno mismo. La belleza, el silencio, las grandes extensiones sin límites son un espejo, una puesta en perspectiva de lo que sos, de lo que podés. Te aflojás. Te entregás. Allí sí o sí el ego derrapa, se disuelve.
En ese tránsito empecé a escribir poemas en el celular. Sabía que no eran definitivos, pero estaban ahí. Estaban, quizá, desde mucho antes, pero empezaron a fluir en ese momento. De manera que hubo un viaje “literal”, y otro hacia mí misma. Y uno hacia la literatura.

No lo entendí entonces, lo entiendo ahora, quizá. Estaba revisando. El silencio te da la oportunidad de irte hacia adentro y revisar.

Por otro lado –y eso no está en el libro- yo escribía porque estaba feliz. Viajar me hace feliz. Escribir me hace feliz. Y ambas cosas me limpian.

En “El viaje” das cuenta de la lectura de otros poetas como Juan L. Ortiz, entre otros. ¿Cuáles son esos poetas a los que siempre volvés y que voces actuales te llaman más la atención?

- Vuelvo a algunos libros, no todos son poetas. He sido una lectora dedicada de Coetzee, de Ishiguro, de Watanabe, de Yehuda Amijai, Bradbury. Tengo que mencionar que soy una enferma de la science fiction. He pensado mucho en Modiano, y en Di Benedetto. Pero también el ragtime, Gurdjieff, Heidegger, la poesía de tradición mística. No entiendo mucha poesía. Es un síntoma. Estoy cerrada a lo claro, a lo evidente, a lo que deja un “mensaje”. Por eso sigo la Patafísica, también.
De lo actual, voy a nombrar a un par de poetas jovencísimos que admiro: Paula Dutto, Daniela Bastías, Martín Moyano, Agustina Ferrand.

Cuando pensás un libro, ¿lo armás a partir de una idea clara desde el inicio o lo conformás a partir de una selección de lo que tenés escrito?

- No hay idea clara desde el inicio porque no hay programa. Escribo bajo una situación menos formal que, en rigor, debo llamar advenimiento. Después eso hace familia con otra cosa, porque estuvo escrito bajo el mismo “espíritu”, en el mismo tiempo, a la luz de ciertas circunstancias. Después una parte del libro puede estar más clausurada, pero esa “clausura” termina impregnando el resto del libro, tira claves, reúne. Quedarán cosas a la deriva, ¿por qué no?

Este año, además, con Leticia Ressia publicaste “Perro de dios. Diez años en la poética de Alejandro Schmidt”, ¿cuál es la etapa que tomaron de la obra de Schmidt y qué las motivó a estudiarla?

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- Sí, tomamos la década que va desde 1991 hasta el 2001. En un poeta extremadamente prolífico como fue Alejandro, el recorte debía ser cronológico, porque en el momento en que escribimos ese libro, Schmidt vivía y producía mucho. Sacaba tres, cuatro libros por año. Esa década, para nosotras, tenía que ver con una etapa de consolidación de su estética. Si pensás en esa década, abre con Arder y El muerto, y cierra con Esquina del universo. Te das cuenta que en el medio algo pasó. Pero también queríamos leer a Alejandro y escribir sobre él porque nos gustaba, porque tensionaba todo lo que había pasado con la poesía de los 90, y porque queríamos dar cuenta de algo que sucedía por fuera del canon, algo poderoso, marginal y poderoso. 

En este tiempo de pandemia los festivales de poesía tuvieron que transformarse, ¿qué podés rescatar de los festivales virtuales y qué se pierde?

- Me ha tocado participar de algunos festivales virtuales, entre ellos el de Medellín, al que estaba invitada el año pasado, y realmente la sensación fue bastante ambigua. La pérdida de contacto con el entorno físico, las pos lecturas, la conversación, la convivencia. Pero también creo que pudieron tener lugar otros eventos que, de no haber sido virtuales, un poco empujados por la pandemia y otro poco por la falta de presupuesto, muchos habrían perdido la posibilidad de participar, de conocerse, de establecer comuniones, lazos. No es poco lo que se hizo en materia de lecturas, conversatorios, presentaciones de libros, etc., en relación a las condiciones que impuso la pandemia.
 
¿En qué estás trabajando actualmente y en qué eventos te podremos escuchar próximamente?

- Por ahora estoy trabajando en un proyecto de novela, un proyecto extremadamente ambicioso para alguien que, como yo, no maneja los secretos de la narración. Y en cuanto a los eventos, estamos viendo de organizar con Alan Talevi, de la editorial Salta el pez, la presentación de mi último libro, El viaje, que en principio va a ser virtual.

 

 

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