Caminar por las sierras, una actividad que suma obstáculos

Pasos cerrados, “peajes” en el medio de la nada y conflictos entre privados restringen cada vez más la posibilidad de caminar las serranías. Deportistas desaprensivos tampoco ayudan.

Ed Impresa 28/02/2020 Adrián Camerano
Cerro Uritorco
Quien arma la mochila para hacer trekking en nuestras sierras un fin de semana cualquiera puede tener que lidiar con eventuales situaciones incómodas.

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Especial para La Nueva Mañana

El video que viene circulando por Facebook desde mediados de febrero indigna. Posteado por Damián Zanotti, del Grupo de Escaladores del Cerro Uritorco (GECU), la imagen muestra a dos vehículos rayados, y a uno de ellos con dos cubiertas pinchadas. Refieren a una situación violenta en Los Mogotes, Capilla del Monte. “Lamentable situación de violencia hacia vehículos de escaladores y turistas en los mogotes, no es la primera vez que ocurren problemas con los usurpadores del paso al rio (…) hace muchísimos años estas personas hacen lo que se les ocurre sin controles”, expresó Zanotti en las redes. En diálogo con La Nueva Mañana, consideró habituales que en las sierras “haya robos, o que quieran cobrar por ingresar a pasos de ríos”, aunque también contrapuso que “el escalador en muchos casos no respeta las reglas locales, eso complica las negociaciones futuras”, cerró.

Más allá del caso puntual, lo cierto es que quien arma la mochila para hacer trekking en nuestras sierras un fin de semana cualquiera puede tener que lidiar con eventuales situaciones incómodas, que en ocasiones pueden arruinar la salida. Y en las que a veces el caminante termina enredado en disputas ajenas, cuyo saldo real es que cada vez se accede a menos sitios para practicar la actividad. 

Grupo de Escaladores del Cerro Uritorco (GECU)

Hubo un tiempo que fue hermoso

Glauco Muratti, montañero y abogado rosarino de larga trayectoria, rememora que de chico “me crié en medio de la sierra, pasaba los tres meses de verano cerca de un viejo camino de ripio que unía Cosquín y Tanti, una época en la que no habían aparecido los alambrados”. “Caminábamos por donde queríamos, lo único que había eran pircas” recuerda, y cuenta que las cosas cambiaron “a fin de los 90 o por el 2000, cuando aparecieron usurpadores y apretadores”. A una historización de la actividad también suma Ricardo Gómez, de Abriendo Rutas, con 30 años como emprendedor en turismo aventura. “Había solo tres grupos que hacíamos salidas de fin de semana a la montaña, y nos dimos cuenta de que había un gran vacío jurídico y normativo. En la década del 90 hubo una serie de accidentes, personas que se perdían en el Champaquí y algunos casos fatales, y fue ahí que nos convocaron para que asesoráramos a la entonces Secretaría de Turismo, para tener un marco regulatorio. Ahí nace la Ley 8.801, que rige hasta hoy”, recopila. 

Entre otros aspectos, la norma establece áreas de Riesgo Bajo, Moderado y Alto, y obliga a los prestadores a inscribirse en un registro oficial. La 8.801 fue un parteaguas en la actividad, como así también la implementación de carreras terciarias que forman guías profesionales. Pero en cuanto al acceso a los sitios, ni los guías lo tienen fácil: “A veces alambran para que contactes al dueño y dejes una comisión en el campo”, relata Gómez; así, el acceso al destino muchas veces depende de una “negociación” con quien es o aduce ser el propietario del campo o los campos, generándose un acuerdo vidrioso (en tanto no formalizado), y un vínculo comercial que puede durar lo que un suspiro. “Cada vez quedan menos sitios libres, antes íbamos a Los Gigantes y lo caminábamos completo. Hoy los dueños de los campos han alambrado prácticamente todo, son las reglas del juego”, ejemplifica.

Peajes serranos 

Con su emprendimiento Huella Serrana, el guía Walter Botta suele recorrer las sierras de Calamuchita y Paravachasca. “Antes no había problemas, pero en 2008 y 2009 esta zona comenzó a cerrarse, y ya hace tres años que te prohíben pasar por muchos lugares”, ilustra. Por ejemplo, en los últimos años se ha complejizado el acceso al cerro Chato, el más alto de Alta Gracia (1166 msnm), ya que al inicio del camino un particular suele interceptar a quienes encaran la aventura. Botta señala que “me pasó de cruzarme en el campo con una persona en moto, diciendo que era el dueño y que tenía que pagar 500 pesos por persona, sin ofrecer ningún servicio”, recordó. Una situación habitual en muchos lugares, que enfrentan no sólo prestadores habilitados, sino personas “de a pie”, que solo buscan practicar este deporte al aire libre.

Desde Beta Adventure, Pablo Castro cuenta que “por lo general desarrollamos nuestra actividad específicamente en propiedades privadas, con previo acuerdo con sus dueños, o en lugares de acceso público”. “Tratamos de asociarnos con los puesteros, con algún propietario y por alguna contraprestación, que puede ser un desayuno, estacionamiento o uso de baños. Pagamos algún servicio y logramos acuerdos”, detalla. Pero su socio Esteban Fernández reconoce que “no en todos lados se puede”, y destaca como dificultad la existencia de “alambres que infringen la reglamentación del libre acceso a nuestros recursos hídricos”. “De todos modos hemos conformado la Asociación de Prestadores de Turismo Alternativo Córdoba (APTAC), organización desde la que pensamos plantear estos temas”, culminaron.

Caminantes desinformados

Cada semana Ricardo Bellegarde camina decenas de kilómetros en las sierras. Coordinador de Turismo Alternativo de la Agencia Córdoba Turismo, parte de su trabajo consiste en chequear las habilitaciones, dar recomendaciones sobre medio ambiente y multar a quienes se encuentran fuera de la normativa. Con años en el rubro, remarca que “si el terreno es privado, uno debe pedir permiso” y destaca que “hay gente que no pide permiso y se mete. Y hay gente que sí pide permiso y el dueño no la deja ingresar”. En esas tensiones entre privados la Agencia intenta mediar, “puntualmente con algunas reuniones entre dueños y prestadores, para poder acercar las partes”.

“En Los Gigantes hay dueños más recientes, que están poniendo restricciones a las personas que ingresan, que quizás antes no se las ponían” explica, aunque considera que “las sierras siempre fueron privadas, nunca fue libre, y lo que hubo fueron algunos cambios legales que les dan a los propietarios atributos que antes no tenían. De hecho hay lugares en los que los propietarios sólo dejan ingresar si es con un prestador habilitado”.
Con respecto al deportista que no contrata a un guía sino que camina por su cuenta, Bellegarde considera que “la gente a veces va a las sierras desinformada” y que lo razonable es que “antes de ir a un lugar debiera informarse de si hay que pedir permiso o no, o si hay registro y horarios de ingreso”.

“La actividad cambió, dejó de ser como estaba antes, y no muchas veces cambió el pensamiento de la gente. Yo entiendo a quien le gusta caminar, pero también entiendo a la gente que es dueña, y le dejaron la tranquera abierta, o simplemente no le pidieron permiso. Trato de verlo desde los dos lados”, culminó.

 

 

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