El arco en la era post-Olave, otro motivo de alarma para Belgrano

De la misma manera que la salida de Zielinski como DT dejó heridas, en el arco del “Pirata” aún nadie logra consolidarse tras el retiro del ex Las Palmas.

Ed Impresa 29/11/2019 Federico Jelic Federico Jelic
Olave
Con Olave se fue el último líder y su personalidad-carácter no permitió formar un sucesor. Foto: gentileza

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Especial para La Nueva Mañana

En incontables oportunidades el eje de la cuestión y de la polémica en las mesas de debate Belgrano fue el vacío y las consecuencias de la era post Ricardo Zielinski, donde la dirigencia nunca pareció encontrar relevo para una vacante con tanto significado. La era contemporánea más importante del club de Alberdi en lo deportivo no encontró sustitutos, ni con Esteban González, Sebastián Méndez, ni hablar con Lucas Bernardi, y cuando parecía que se había dado en la tecla con Pablo Lavallén, situaciones externas apresuraron su salida y todo volvió a quedar en tierra desconocida e incierta.

¿Y en el arco? Después de más de una década, el paso de Juan Carlos Olave no dejó sucesores, encima gozando de una condición física privilegiada lo mismo en torno a su salud, motivó a que ningún arquero suplente pudiera afianzarse dentro del proyecto. Y en esto, quien terminó perdiendo fue César Rigamonti.

El actual golero titular de Belgrano fue cedido a préstamo por casi seis temporadas ininterrumpidas, y a pesar de que su retorno trajo aires frescos, nunca llegó a consolidarse del todo. Hoy el “Pirata” sufre ese flagelo, tanto a nivel entrenador, que espera subsanar con la reciente contratación del locuaz Ricardo Caruso Lombardi, bajo los tres palos o del horizontal, hay un estado casi de emergencia, con un Rigamonti lejos del nivel que supo ser motivo de elogios, y con una fragilidad anímica y mental que ya es síntoma de preocupación. El gol de Mitre de Santiago del Estero, con un remate no tan débil a orillas del área chica, que venció sus manos y la pelota se metió en la red entre sus piernas.

La hinchada no oculta su fastidio y Rigamonti cambió los aplausos y elogios de los primeros juegos a una silbatina casi constante. ¿Qué ocurrió en el medio?  La ingratitud es parte de las injusticias con las que deben convivir los portadores de guantes, no obstante, trazando un paralelismo con Zielinski, el arco de Belgrano también es motivo de una novela que hoy genera más de un dolor de cabeza…

Olave sin legado

En Belgrano soplaban vientos de cambios, de ciclo cumplido, de etapa agotada. Zielinski es despedido de Alberdi en 2016 después de casi seis años de protagonismo, con tres clasificaciones a la Copa Sudamericana, un subcampenato compartido y demás ilusiones. Aquella generación que ascendió en el Monumental en 2011 tenía claro su identidad, su esencia, el espíritu de juego, con una marcada línea dentro del proyecto deportivo. En 2016 el irónico paso del tiempo hizo lo suyo aunque sonó abrupta la determinación de cerrar una puerta y agilizar la renovación aún sin bases aparentes.

En el arco, fue igual. Olave regresó a Belgrano en 2007 y se convirtió en capitán y líder por decantación. Rara vez fue expulsado, las lesiones se mantuvieron lejanas en toda su carrera, y hasta los 41 años desplegó su amor en el arco que más quiso. En ese lapso de tiempo, los arqueros suplentes se arrugaban en el banco, casi sin chances de poder tener algunos minutos de juegos. Y a ese contexto lo padeció Rigamonti y hasta Guido Herrera, exiliado en Villa Ramallo, hoy figura en Talleres. Primero por las características nombradas anteriormente y después por unas inocultables diferencias, celos entre los de guantes, por lo que estuvo obligado a buscar continuidad fuera de las latitudes de Alberdi.

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En la Primera Nacional, Rigamonti eligió quedarse a pesar de la propuesta de Colón de Santa Fe. Foto: Diego Roscop.

De hecho Rigamonti solo tuvo lugar en Belgrano con Olave retirado y paradójicamente, como manager deportivo.

“Riga” pasó por Sarmiento de Junín, Quilmes, Sportivo Belgrano de San Francisco, Banfield y Vélez, este último siendo la escala antes de retornar al “Pirata”, ya con más madurez y experiencia bajo sus espaldas.

Pero antes, después de que Olave sorprendiera a todos con su retiro de la actividad anticipado, quizás en solidaridad con el despido de su amigo y DT Esteban González, la responsabilidad cayó en un joven con poca participación previa, proveniente de Universitario de la Liga Cordobesa de Fútbol, llamado Lucas Acosta. El apodo de “Locura” le caía como anillo al dedo, supo tener grandes actuaciones, se habló de interés por sus servicios de River, Independiente y Lanús, aunque la relación de su representante Juan Cruz Ollier con la dirigencia siempre fue conflictiva y sin tregua. De hecho, el lamento es que Ollier convenció a Acosta de sus servicios justo en la antesala del fatídico partido ante Temperley, donde cometió errores y Belgrano quedó fuera de la chance de meterse en su cuarto torneo internacional.

En esa atmósfera llegó Rigamonti. Rápidamente tomó la voz del vestuario y en los primeros juegos fue elegido varias veces como jugador de la fecha. Sus actuaciones entusiasmaban. Pero todo cambió después del accidentado suceso ante Banfield, frente a Darío Cvitanich, cuando el árbitro Espinosa le sancionó retención de pelota por portar el balón más de 10 segundos (previamente advertido en la jugada anterior), cuya jugada siguiente motivó el gol de Banfield y el empate agónico del cual nunca más pudieron despertarse ni Belgrano ni el propio Rigamonti. A partir de ahí se allanó el camino al descenso, sin red, que tanto se lamenta por Alberdi, con una recuperación que nunca llegó a pesar de los intentos esforzados de la dirigencia, con 10 refuerzos, para mantener la categoría.

En la Primera Nacional, Rigamonti eligió quedarse a pesar de la propuesta de Colón de Santa Fe. No obstante, nada volvió a ser igual. Belgrano luce descompensado, sin fortalezas, y el arquero que sacó pecho en las malas hoy es un hombre sin brillo ni autoestima, con errores no habituales de su jerarquía, y con una reacción demasiada lerda en activar.

Pero no todo es su responsabilidad. Con Olave se fue el último líder y su personalidad-carácter no permitió formar un sucesor, que bien pudo ser Rigamonti. En ese interín pasaron Guido Herrera, hoy figura en Talleres), Pablo Heredia, Germán Montoya sin dar la talla y un fugaz Sebastián Blazquez. No hubo más. El post Olave, al igual que la salida del “Ruso”, también dejó un vació en legado que hoy no parece tener solución.

 

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