Rock, grieta y algo más: Lo frágil de la locura

La seguidilla de conciertos en el Club Huracán por parte de La Renga parece cerrar una herida de diez años donde algunas manos negras, o muy blancas y esculpidas, impedían que lleven adelante sus conciertos en Buenos Aires.

Cultura10/08/2017 Martín Brizio
Renga
Leo Italiano - Larenga.com

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Después de casi 10 años, La Renga volvió a tocar en Capital Federal, poniendo fin a una larga serie de acontecimientos con el marco de una evidente connotación política, donde los fantasmas de la censura, discriminación y proscripción estuvieron a la orden del día.
La última actuación en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires había sido en noviembre del 2007 en el autódromo Oscar Gálvez para 100.000 personas, (oh! casualidad) un mes antes que Mauricio Macri asuma como jefe de Gobierno porteño.

Durante los años 2015 y 2016, la banda de Mataderos solicitó pedidos de autorización para actuar en el Estadio Único de la Ciudad de La Plata, pero no obtuvo respuesta. Y a eso se le sumaron  los sendos rechazos en San Pedro (Provincia de Buenos. Aires)  y en el Hipódromo de la ciudad de Rosario.
Y fue en marzo de este año que la gota que rebalsó el vaso vino inesperadamente de la zona de Cuyo. La Renga tenía programado un show en la provincia de San Juan para el 29 de abril en el autódromo Eduardo Copello, pero a causa del “síndrome Solari” (el  11 de marzo se había suscitado el polémico show del ex Patricio Rey en Olavarría con el saldo de dos fallecidos) el gobernador kirchnerista Sergio Uñac decidió el 30 de marzo negarle el alquiler del autódromo, alegando que “la gente que moviliza La Renga tiene características similares a las que mueve el Indio y no podemos disponer de un operativo de seguridad que controle tanto la zona de acampe como dentro del autódromo”, según informó el secretario de seguridad provincial Gustavo Fariña.
Esto también se dio en el marco de un nuevo derrame químico de la mina en Veladero, a 350 kilómetros de la ciudad de San Juan, situación que fue repudiada abiertamente por la agrupación y por organizaciones ecológicas de todo el país.

La banda se había transformado en una braza muy caliente que nadie quería agarrar, ya a esta altura hasta por afuera de las banderías políticas o ideológicas. En épocas de pos Cromañón, con el show del Indio muy fresco, y los antecedentes que la banda arrastraba por lo ocurrido en el 2011 con el fallecimiento de Miguel Ramírez en La Plata a causa de una bengala, y en enero del 2015 en Villa Rumipal con la aparición sin vida del cuerpo de Ismael Sosa, a los 5 días del show, el costo político a pagar en un año electoral parecía ser muy alto. Siendo el segundo número más convocante del rock argentino (por detrás del Indio, claro está), y representando “el rock de estadios a gran escala” orientado a un público en líneas generales para nada complaciente, las palabras “censura” y “discriminación” comenzaron a tomar mucha fuerza, con el consabido riesgo de generar el efecto exactamente contrario, el de transformarse en una bola de nieve que se haga imposible de contener.
Pero el guante fue recogido desde la provincia de Córdoba. A los pocos días de la suspensión de San Juan, se empieza a manejar la posibilidad de Jesús María como opción. Y el 6 de mayo, con un operativo de seguridad que superaba todo lo conocido en el Anfiteatro José Hernández, con las 25 mil localidades agotadas mucho tiempo antes, y restricciones tales como prohibir directamente el ingreso a la urbe a quienes no tengan su ticket (incluidos vendedores ambulantes y artistas callejeros), la actividad en vivo de los de Mataderos por fin encontraba un escenario para poder continuar con su rumbo. Todo funcionó dentro de lo normal, comportamiento ejemplar por parte de “los mismos de siempre”, y la desmitificación de un nuevo “caos rockero”. Los carroñeros agazapados que ya tenían tipeados títulos al estilo “ROCK, DROGA Y MUERTE” una vez más se quedaron con las manos vacías.
Era el momento para retomar la materia pendiente, volver a Capital después de casi diez años. Cuando todo parecía ir derecho, una nueva piedra se interpuso en el camino: al pedido en mayo pasado de solicitar el permiso para una serie de shows en Huracán, la Agencia de Control Gubernamental lo rechazó bajo los argumentos de “venta de estupefacientes”, “impacto ambiental” y “baños saturados”. Una serie de reuniones terminaron por destrabar el conflicto, y el tuit de Horacio Rodríguez Larreta expresando su deseo de que “La Renga pueda volver a tocar el Huracán” significó el humo blanco tan esperado. Un “recurso de reedición” presentado ante el organismo de control, y la habilitación de Defensa Civil autorizando 38.000 personas por fecha, terminaron por darle punto final a una historia que esperó diez años.

Los shows originalmente programados fueron dos, y a medida que los “sold out” se iban sucediendo, el número llegó a cuatro. Todo hace suponer que finalmente serán seis las fechas que La Renga realice en el Tomás Adolfo Ducó de Parque Patricios, ya con los ánimos más calmados y con la esperanza de que esa “década perdida” sea nada más que un paso en falso a olvidar muy rápidamente.

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