Abuso infantil: el caso Próvolo y el encubrimiento de la Iglesia

Juzgan en Mendoza a dos curas y a un empleado del Instituto, por abuso sexual y corrupción de menores. Entrevista a Julián Maradeo, quien rearmó el sistema de encubrimiento.

País 24/09/2019 Andrés Acha Andrés Acha
Armando Gómez ex jardinero y los curas Corbacho y Nicola Corradi los 3 imputados que enfrentan el juicio  Foto Prensa Poder Judicial
Armando Gómez (ex jardinero) y los curas Corbacho y Nicola Corradi; los tres imputados que enfrentan el juicio. Foto: gentileza Prensa Poder Judicial Mendoza

Desde el 5 de agosto se realiza el juicio contra los curas Nicola Corradi y Horacio Corbacho y contra el jardinero Armando Gómez, acusados por abuso sexual, maltrato y corrupción de menores contra niñas y niños hipoacúsicos en el Instituto Provolo de Luján de Cuyo, a 25 kilómetros de la ciudad de Mendoza.

Julián Maradeo es el autor de La Trama, un libro que es el resultado de cinco años de investigación y que indaga sobre el sistema de encubrimiento que oculta los abusos y delitos sexuales en la Iglesia Católica. También muestra la lucha de las víctimas a lo largo de años –incluso décadas– hasta convertirse en sobrevivientes que se rebelan para que ningún niño vuelva a sufrir lo que ellos vivieron durante su infancia.

“Los abusos en la Iglesia no se producen porque haya ovejas descarriadas o porque esos curas son homosexuales reprimidos o como consecuencia del celibato. Los curas abusan por la relación de poder que tienen sobre los chicos y por el conocimiento pleno de que lo que hacen ellos lo han hecho muchos otros en la Iglesia Católica y no les ha pasado nada debido al sistema de encubrimiento que los ha protegido a lo largo de décadas”, le dijo Maradeo a La Nueva Mañana.

–¿Cuáles son los antecedentes del caso del Instituto Próvolo de Mendoza?

–No se puede entender lo que sucedió en Mendoza sin comprender lo que ocurrió antes en el Instituto Próvolo de La Plata, y antes en la sede de Verona, en Italia. Son curas enviados a la Argentina en la década de 1980 luego de haber abusado de chicos hipoacúsicos en Italia, entre finales de la década del 50 y finales de la del 70. Cuando se tornaron incontrolables, les dieron dos opciones: o se iban a sus casas o los enviaban a América. Llegaron primero a La Plata y a mediados de los años 90 crearon la sede en Luján de Cuyo. Una de las características que tiene el sistema de encubrimiento vaticano es que la cúpula de la Iglesia reacciona solo después de que los delitos sexuales se vuelven públicos, nunca antes.

–¿Cómo es ese sistema de encubrimiento?

–La experiencia y los testimonios de los sobrevivientes permitió elaborar un “Manual de encubrimiento” hecho sobre la base de cómo actúa la Iglesia, bajo orden vaticana, cuando se conoce extramuros un nuevo caso. Primero alejan mínimamente al cura; segundo, callan y amenazan a la víctima, que suele ser menor de edad, sin que queden al margen sus familias; tercero, presionan a quienes pueden emitir alguna queja, como, por caso, otro cura; cuarto, si el victimario se les tornó incontrolable, lo trasladan; quinto, si se hace público, emiten un comunicado simulando dolor y enunciando su deseo de acompañar al agredido y a su familia a la par que le cierran las puertas a quienes dicen apoyar, y sexto, inician un ineficaz e interminable proceso interno que termina en algún cajón de la Santa Sede. Por supuesto, se le pueden añadir variantes.

–¿El papa Francisco sabía quiénes eran y qué habían hecho los curas que mandaban a la Argentina?

–Sabía Juan Pablo ll, sabía Benedicto XVl y sabía Francisco I.

–¿Hubo algún cambio en el abordaje de las denuncias de abusos a menores desde la llegada de Bergolglio?

–Los cambios han sido buscando un impacto comunicacional. Lo cierto es que es un problema que viene como mínimo desde la década de 1950 y que se fue convirtiendo en una bola de nieve. Hay un hecho al habría que prestarle atención: en 2014 el Comité de Derechos del Niño de las Naciones Unidas publicó un informe en el que marca que el sistema de encubrimiento de curas abusadores se mantiene en funcionamiento. Como todo Estado miembro, el Vaticano tenía hasta septiembre de 2017 para responder respecto a los cambios que debería haber implementado para resolver este problema. Hasta hoy no hubo respuesta.

–¿Cómo suele ser el proceso de selección de las víctimas?

–Depende el caso, pero para ejemplificar tomaría dos: uno el del cura Justo José Ilarrás, condenado en 2018 a 25 años de prisión por corrupción agravada de menores y el otro es el del Instituto Próvolo. En el primer caso, en el seminario de Paraná Ilarrás elegía a aquellos chicos con familias disgregadas, padres alcohólicos o violentos, que vivían en la pobreza. Les hacía regalos, los invitaba a viajes, intentando quedarse a solas con los chicos y jugando a ser una figura devota antes las familias en una sociedad tan religiosa como la paranaense. En el caso del Instituto Próvolo, la selección de la víctima era elegir a los chicos cuyos padres no conocían el lenguaje de señas y no se podían comunicar con sus hijos y, por otro lado, a los chicos que se mostraban sumisos frente a los golpes. A muchos de los chicos se los llevaban lejos de su familia, por ejemplo a la casa que tuvo hasta hace poco el Próvolo en Valeria del Mar, donde los reducían prácticamente a un estado de servidumbre y en muchos casos los llegaban a atar.

–¿Qué es el fuero canónico?

–En países como Argentina, que tiene un concordato firmado en 1966 con el Vaticano, se creó un fuero judicial exclusivo donde la denuncia tiene una asimetría muy marcada entre las partes ya que los denunciantes, por ejemplo, no tienen acceso al avance del expediente. Uno de los reclamos de los sobrevivientes de abuso es que todos aquellos miembros de la Iglesia que tengan conocimiento de casos de abuso estén obligados a hacer la denuncia en la justicia civil, sino no hay punto de contacto entre los dos sistemas y pasa como con ex arzobispo de Santa Fe, Edgardo Storni, que tuvo numerosas denuncias por abuso y terminó sus días separado de su cargo, pero en una casa quinta en las sierras de Córdoba. El fuero canónico ha funcionado como protección en cada uno de estos casos.

–Las víctimas reaccionaron creando la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico de Argentina, ¿cómo fue ese proceso?

–Fue en 2013 a partir de que un grupo de personas empezaron a rastrear a través de las redes sociales a otras que hubieran padecido situaciones de estas características. Cuando los sobrevivientes ven que otros hacen una denuncia pública y no son hostigados, sino que son protegidos, suelen acercarse a la Red de Sobrevivientes que les ofrece una contención inicial, tanto legal como psicológica. Sirve para dar los primeros pasos y para contener a las personas que generalmente no le han contado a nadie lo que padecieron.

–¿Cómo se produjo el cambio de “víctima” a “sobreviviente”?

–Es cuando se produce un quiebre, tanto emocional como intelectual, en el que el sobreviviente decide –a partir de ver que el sacerdote que abusó sigue en contacto con chicos– organizarse y colaborar para hacer que la denuncia sea pública y que tenga un impacto mayor que cuando alguien se presenta de manera individual en la Justicia con una demanda que se pierde entre los miles de expedientes de un juzgado. La presión pública ha sido importante para que muchos de los casos avancen, aunque nunca con la inmediatez esperada por la gravedad del delito.

–¿Qué se puede esperar de este juicio en Mendoza?

–Unas 100 personas van a declarar en este juicio que se espera que tenga una duración de tres meses. Lo más importante aparte de la condena que pueda caer sobre los que abusaron, manipularon y hostigaron a los chicos y a sus familias, es que nuevamente quede a la vista el sistema de encubrimiento que permitió los abusos a lo largo de décadas, al punto que los victimarios fueron enviados desde Italia a Argentina por haber abusado de chicos allá y se mantuvieron abusando acá hasta que alguien se animó a denunciarlos.

 Próvolo by Los Andes

Julián Maradeo

Nació en General Madariaga, Buenos Aires, en 1981. Es licenciado en Periodismo y Comunicación Social por la Universidad Nacional de La Plata. Es autor de La derecha católica. De la contrarrevolución a Francisco: pedofilia, ocultamiento, política; El Tano. Quién es Daniel Angelici; Radiografía de la corrupción PRO, los dos últimos en coautoría con Ignacio Damiani, y La trama. Además, coprodujo el documental No abusarás en 2017

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