La culpa es de Bebelo

Emanuel, así como muchísimos otros muchachos que nacieron y se criaron en escenarios bravos, tiene una concepción de la fidelidad, de la nobleza, del aguante, de la amistad. Se sienten seguros ahí, donde los conocen y no necesitan probar nada.

Deportes 07/06/2017 Eduardo Eschoyez
Reynoso

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Composición de imagen en un ambiente denso, en el que se destaca la silueta de un jugador de Talleres: el nombre de Bebelo (alias Emanuel Reynoso), apareció involucrado en un tiroteo. Lo que pasó, a ciencia cierta, todavía no ha sido revelado. La Justicia tiene sus tiempos y avanza como puede. Desde afuera, con el privilegio óptico de que todo parece más fácil, hay quienes afirman que los investigadores van a GNC mientras los rumores usan nafta de avión. En tanto, hay sectores de la todología que ya saben qué pasó. Es que ahí, en la todología, siempre hay gente que sabe de todo y anda ofreciendo su opinión como pan caliente. Entonces, resulta que Bebelo, en vez de quedarse en el departamento que le alquila el club y ver algún partidito por la tele, prefirió salir a dar vueltas en su auto nuevo, acompañado por unos tipos a los que le sobraban balas y le faltaban ganas de cuidarlo.

En Talleres reaccionaron rápido: los dirigentes activaron el plan rescate. O sea, sacar a Bebelo de la zona de conflicto, blindarlo de malas juntas y darle un “descanso” que nunca pidió, aunque el partido siguiente haya sido contra Belgrano. No se sabe si sacarlo del equipo fue por la aplicación del reglamento interno o si el entrenador entendió que no podía contar con un jugador que transitaba hacia el clásico, por lo menos, en un estado de aturdimiento y confusión.
Entonces, se desató la lluvia de pedidos de justicia. Algunos exigían la exoneración de Bebelo (para que jugara contra Belgrano, claro); otros, sugerían que el muchacho, devenido en amenaza de la paz mundial, fuera lapidado en una plaza, a la vista de todos. O sea, que no jugara contra Belgrano. Los hechos indican que perdieron todos, porque casi nadie generó la inquietud de focalizar en el fondo de la cuestión. En concreto: Bebelo no jugó, si acaso eso es lo importante. El chiquitaje en el que vivimos nos invitó a creer que lo relevante era el hecho de que Reynoso pudiera entrar a la cancha. O bien que lo sancionaran para que pasara unas noches en una celda.
Atrás de eso, muy en el fondo, salpicado por historias que el gran público desconoce, hay un chico que viene jugando mano a mano con la vida, en una perspectiva que supera holgadamente la circunstancia de su condición de hombre público porque juega muy bien a la pelota. Bebelo es lo que no queremos ver. O no nos interesa ver. No se trata de la rentabilidad en términos futbolísticos, de sus gambetas, de sus goles, o de lo que alguien pagaría para contratarlo. Sino que es el brillo que encandila a miles de hinchas que van a la cancha pidiéndole a él y a Talleres, que los acerquen a la posibilidad de la felicidad. ¿O acaso no sabemos que hay personas que aspiran a ser felices a través del fútbol, porque afuera, en la calle, en sus casas, en el trabajo, ya se rindieron?
Entonces, no se toleran los pases imperfectos, o las actuaciones discretas. Bebelo no puede equivocarse y debe hacer magia, porque así tiene que ser. Afuera y adentro. Tiene, junto al equipo, la misión de ganar porque hay gente que quiere ser feliz. Y la felicidad, aunque pasajera y epidérmica, aunque circunstancial y apenas futbolera, es lo que le da sentido a esas vidas.
El asunto es que tamaña responsabilidad está sobre la espalda de un muchacho. Un chico. Una persona tal vez inmadura para tomar grandes decisiones, pero que puesto en el contexto del fútbol, debe resolver como hombre. Y ser infalible. Último momento: hay vida más allá del fútbol.

Bebelo, así como muchísimos otros muchachos que nacieron y se criaron en escenarios bravos, tiene una concepción de la fidelidad, de la nobleza, del aguante, de la amistad, muy diferentes a los que tienen aquellos que abrieron los ojos en espacios donde no faltó la contención. Se sienten seguros ahí, donde los conocen y no necesitan probar nada. ¿Qué hizo y hace Talleres por él? Como institución, ¿es responsable por no haber evitado lo que pasó? Según los teóricos especialistas en todología, los clubes deben seguir de cerca la vida de los jugadores. Monitorearla. Controlarla. Anticiparse a los errores. En nuestro medio, los clubes de fútbol carecen de la estructura suficiente para mitigar las carencias que sus jugadores traen desde la cuna, porque ya no hablamos de que no sepan pegarle con las dos piernas, sino de educación. De un hecho cultural que no tiene que ver con los libros que haya leído alguien, sino con el conocimiento de ciertos límites. De respeto. De vergüenza. Del aprendizaje. Hay que aceptarlo: los clubes de fútbol no disponen de las herramientas para lograr cambios radicales en chicos que, muchas veces, llegan al fútbol huyendo de la condena social que les depara el universo en el que viven. ¿Debieran tenerlas? Respuesta abierta....


Talleres ahora, como Belgrano desde hace unos años, está generando un cambio profundo que vale el reconocimiento porque tratan de estar con el jugador para que sólo se concentre en el juego. Le dan apoyo, le tiran una soga. Se preocupan y se ocupan.
Sí, ya lo sabemos: no alcanza.... ¿Causas? Se necesita un cimiento que ayude a construir una salida a dos hechos muy significativos, que afectan a casi todos los chicos que se asoman desde la villa: uno, el sentimiento de culpa del futbolista que no puede disfrutar del confort material al que accede, porque su entorno la pasa mal; dos, la angustia que les provoca obedecer las recomendaciones de tomar distancia de los amigos de siempre, que lo esperan en la esquina y siempre tienen buenas ideas para gastar el dinero... ajeno.
Mientras tanto, Bebelo no jugó. Los miedos cotidianos, las diferencias resueltas a las piñas o puntazos, los fasos de olor raro, los charcos de sangre del amanecer y los tiros que tabulan el silencio de cada noche, sólo fueron noticia porque en el medio había un chico que la rompe jugando al fútbol.
Como dice Horcas (banda metalera), en su canción Punto final: “Sólo buscas a quién culpar / Ya no vas a pelear por mí”. La culpa es de Bebelo, por hacernos ver que vivimos una vida exagerada.

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