Cultura Barbi Couto 23/08/2018

“Los chicos solos”, literatura y dibujos que se tocan y se sienten

El primer libro para chicos y chicas de Ediciones Prebanda, el sello de Julieta Cuervo, Franca Maccioni y Javier Martínez Ramacciotti, será presentado este viernes en el Museo de las Mujeres.

El libro "Los chicos solos” comienza de noche, bajo la lluvia, con un chico y una chica de aire decidido avanzando al amparo de un paraguas. Están de espaldas, cubiertos tal vez por capas o pilotos de lluvia. Él, más pequeño, carga una mochila. Ella sostiene el paraguas e ilumina el sendero con una linterna. La lluvia se adivina intensa en las anchas líneas blancas oblicuas que atraviesan la ilustración. Los ¿árboles? del camino son extraños, tienen una textura que se asemeja a espinas, las ramas curvas acaban en punta, ondean, sin hojas, en la noche. Detrás de los troncos asoman ojos curiosos, serán los sapos o quizás…

Los chicos no vuelven a aparecer en el libro, las ilustraciones de Sol Deheza profundizan en un extrañamiento visual de escenas inconexas, hay una oscuridad de estrellas, sapos, una zoología atípica y plantas que brotan, surgen, irrumpen con naturalidad de espacios-lugares creados en alguno de los planetas en los que habita Sol.

Hay algo extraño en la materialidad del libro. A primera vista parece un simple libro en blanco y negro. Cuadrado, no muy grande, casi un cuadernillo. Una vez entre las manos del lector, se transforma. Un negro que no lo es, un punteo en la trama que se funde con las ilustraciones y delata la técnica de impresión en risografía, algunas hojas en papel vegetal que plantean un desafío de lectura separada imagen-texto, costura artesanal de hilo negro, una gran ilustración desplegable al centro. Un juego tipográfico exquisito a lo largo de la historia, palabras despegadas del resto, con interletrado más grande, en negrita o cursiva. Un trabajo de edición meticuloso, impecable, atento a todos los detalles.


La historia de Eloísa Oliva cuenta el viaje de esta pareja de chicos, tres noches, solos, en un hotel de frontera. Los detalles de la vida en un hotel desde sus miradas, los pequeños charcos al costado de la pileta, la coca cola, la televisión intermitente, la curiosidad de los otros cuartos cerrados, la pileta… la p i l e t a, la transformación que puede generar un simple instante de silencio al observar las estrellas.
Una narración sugestiva que deja todo el tiempo puertas abiertas a interpretaciones diversas. ¿Son chicos? ¿son adultos? ¿son humanos? ¿el hotel como lugar de paso, como frontera? ¿hacia dónde? ¿por qué a nadie le importa que los chicos no estén junto a sus padres?

Para aquellos lectores que, como la que suscribe, saborean cada página de un libro, incluyendo las páginas de legales, el colofón, la portadilla, etcétera, sepan que este libro no defrauda. Ha sido pensado con cuidado estético de principio a fin. Como frutilla del postre, en la ultimísima página aparece la leyenda: “Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons” que significa, ni más ni menos, que las autoras y el sello publican la obra con generosidad, invitando a compartirla, a copiarla, a generar obras derivadas, a crear desde un paradigma de cultura más amplio y accesible.

El libro fue editado por Prebanda, un sello llevado adelante por Julieta Cuervo, Franca Maccioni y Javier Martínez Ramacciotti. Presentó hace poco su primer libro de poesía “El último gaucho” de Francisco Kreiman y está próximo a presentar su primer libro dedicado a la infancia: “Los chicos solos”. En el marco de una entrevista con La Nueva Mañana, los editores cuentan cómo surgió el proyecto, cuáles son las líneas generales de su catálogo y la postura desde la cual inician su recorrido en el mundo de la edición independiente cordobesa.

- ¿Cuál es la historia de Prebanda? ¿Cómo surgió el proyecto de trabajar juntos en el nuevo sello?

- Prebanda comenzó a formarse como tal hace una año y meses, cuando Franca nos contó a Juli y a mí (Javier) de unas ideas y deseos a futuro relativas a cuestiones culturales entre las que estaba la de tener una editorial y entonces decidimos encarar la que más teníamos a mano, es decir, armar el sello. Rigurosamente, es decir no cronológicamente, esta editorial se viene gestando hace por lo menos diez años. Los tres nos conocimos en la facultad (Juli y Fran se conocen de siempre), y siempre compartimos lecturas, libros y demás. En ese sentido, Prebanda es una prueba de que organizar los deseos dispersos es una estrategia de existencia, que lo colectivo es la vía de supervivencia. Desde la editorial pensamos que trazar alianzas entre diversos campos es el único modo en que cada uno de ellos, y nosotros mismos, se potencien.

- ¿Sienten que el contexto de crisis general que atraviesa el mercado editorial y la sociedad afectarán de alguna manera este proyecto que recién arranca?

- Para quienes intentan transformar el estado existente, toda época es desastrosa. Nunca el contexto está dado para abrir una editorial, al contexto hay que tomarlo por asalto. Pero es cierto que si todo contexto es peligroso, esta coyuntura neoliberal se zarpa; siguiendo con la idea de la organización, creemos en la frase de Benjamin: “La organización del pesimismo es la única consigna que nos impide fracasar”. El realismo nos obligaría a dar marcha atrás, por los precios, la baja de consumo, etcétera, pero hay que tomar ese pesimismo y organizarlo en función de otra cosa: nos negamos a regalarle la potestad de definir el campo de lo posible a un grupo de “chetos” en el estado. Un modo de organizar esa negación es insistir con la editorial.



- ¿Cómo es el catálogo que tienen en mente?

- La editorial agrupa y enlaza tres colecciones: Plaza Sintagma, dedicada a la literatura, en la que recientemente salió el poemario de Francisco Kreiman “El último gaucho”; Don Electrón, abocada al ensayo, que sacará próximamente un libro de Matías Moscardi titulado “La rosca profunda y otros ensayos”, y Niño Caníbal, la colección para chicos y chicas, en la que salió “Los chicos solos”. Al catálogo lo pensamos al interior de cada colección, pero también buscando ciertas resonancias entre ellas. Nos interesa, a grandes rasgos, lo que juega al borde de la clasificación, lo que entra en el género poesía pero a su vez lo enrarece, lo que es ensayo pero también es autobiografía y es diario y vaya uno a saber qué, lo que apuntaría a “lo infantil” pero no solamente, o que amplía y complejiza la idea de infancia. A los tres nos gustaron siempre esos artefactos que no son reconocibles inmediatamente, que introducen un principio de incertidumbre, y creemos que eso indefectiblemente se traduce en los libros que vamos editando y lo que vamos a editar. Y también, quizá sobre todo en la colección Plaza Sintagma, un interés por pensar la politicidad de la literatura, su carácter público (de ahí el título de la colección).

- El título “Los chicos solos” da inicio a la colección Niño Caníbal para chicos y chicas, ¿cuáles son las características de esta colección y desde qué concepto de infancia parten/partieron?

- Niño Caníbal es una colección que busca dialogar con chicas y chicos desde la literatura, pero también desde la imagen, la materialidad, la estética. Sin embargo, según nuestra experiencia y relación con lxs chicxs, somos conscientes que la idea de “público infantil” como un destinatario homogéneo tal vez funcione para lo comercial (pensando que siempre existe un intermediario o mediador adulto que interpreta los intereses de lxs chicxs). Pero lo cierto es que, así como el colectivo “adulto” no es homogéneo, el infantil tampoco lo es. En ese sentido, las publicaciones que pensamos hasta ahora tienden a una apertura, una búsqueda de diálogo con chicas y chicos que requiere de mucha escucha y también de aceptar que no a todos o a todas les gusta lo mismo. No hay ninguna fórmula ni clave o en todo caso no queremos buscarla.

La colección nos permite explorar mucho, desde el diseño y la materialidad, lo que además de aportar interacción a la lectura genera que hacer cada libro sea un proceso muy divertido; en ese juego es imposible no pensar “lo bueno que va a quedar” o “cómo la van a flashear” con tal cosa. Lo mismo con la elección de los títulos y las ilustraciones: antes hablábamos de escrituras al borde de, o difíciles de clasificar. Esa incertidumbre implica siempre un movimiento y esa dinámica se traslada de la edición a la lectura.
Hace unos pocos días Prebanda formó parte de Capítulo, la segunda edición de la Feria de Ediciones Contemporáneas, que reunió a más de 50 editores cordobeses. Acerca de cómo entienden la edición independiente y la importancia de las ferias los editores dicen: “En sintonía con las respuestas anteriores, ahora nos viene la frase de Perón “La organización vence al tiempo”, a la que nos gusta reescribir “la organización instala sus tiempos”.

“Las ferias, sobre todos las organizadas por las propias editoriales independientes, no son sólo lugares de ventas -aunque lo son, y necesarias- sino modos de autogestionar colectivamente la existencia de las editoriales independientes como tales. Es decir, las ferias, toda organización que tenga a las editoriales como sus agentes, son un entramado colectivo de las condiciones de posibilidad de la existencia misma de la edición. Ese debería ser el modelo para pensar políticas culturales, y que entre en tensión con la ‘gestión cultural’”.

En estos que son los primeros meses de visibilidad pública del sello, Prebanda recién se está acomodando. Por ahora los libros se encuentran en algunas librerías de Córdoba, como Rubén, El Espejo, Volcán Azul, pero también han decidido apostar mucho a las ventas en ferias y a la venta directa desde la editorial a los lectores potenciales a través de las redes sociales.

La estrategia es, esencialmente, “ir distribuyendo lo más que se pueda por nuestros medios, pero también armando redes con otros editores que viajan a ferias, para hacerlo colectivamente”, explican.

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