Córdoba Facundo Iglesia 15/08/2017

Sueños hechos de unos y ceros

Alrededor de cincuenta cordobeses de entre 8 y 17 años forman parte de CoderDojo, una red internacional de programadores jóvenes. Este año viajaron a una competencia mundial en Irlanda, donde presentaron proyectos tales como un chaleco con sensores para no videntes. El trabajo del futuro es la pasión de muchos chicos de hoy.

Sin más jefes que ellos mismos, los jóvenes de CoderDojo Córdoba escriben en un lenguaje que el grueso de la población mundial no podría descifrar. Se consultan entre ellos, uno señala algo en la pantalla. Todos se ríen a carcajadas del chiste que hizo una de las chicas. El grupo, heterogéneo en sus edades e historias de vida, se esparce alrededor de las computadoras dispuestas en los escritorios. Muy pocos se quedan quietos en su lugar. De esas jóvenes mentes en ebullición emanan ideas que se discuten entre todos, hasta llegar a los dedos de alguno, y de ahí, al teclado. Algunas de esas ideas revolucionarias viajaron a Coolest Projects, un mundial de programación y robótica que se celebró en junio de este año.
CoderDojo es una red mundial de clubes de programación para niños y adolescentes, sostenida completamente por voluntarios. La iniciativa, fundada en 2011 por un joven programador irlandés y un filántropo australiano, actualmente cuenta con más de 1.200 sedes en todo el mundo. Desde sus inicios, la idea era que “fuera distinto a una academia, con un formato de educación popular, entre pares”, cuenta a LA NUEVA MAÑANA Leonardo Ludueña, el coordinador (“champion”) de la filial cordobesa, que funciona en el edificio de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) y en el Parque Educativo Zona Sur de la Municipalidad de Córdoba. “No hay un profesor delante de los chicos: tienen la posibilidad de ayudarse entre sí, lo que genera un vínculo distinto entre ellos, por fuera del aprendizaje”, narra Ludueña, que trabaja en la Administración de Sistemas de Fadea.

-¿Cómo abre la sede mediterránea?
-“Por mi hijo, Joaquín, que en ese momento tenía 12 años”, cuenta Ludueña. “Siempre le interesó la programación -hizo una app para el celular- y buscando tutoriales en Internet, en 2014 se topó con la experiencia de CoderDojo”, reveló el mentor de los chicos. Luego de contactarse con la fundación, reclutar voluntarios y encontrar un lugar físico, se constituyó el primer grupo cordobés, con niños y niñas de 8 a 17 años, un umbral de edades que se mantuvo en el tiempo. La variedad del grupo, que ahora se compone de aproximadamente 50 estudiantes (“ninjas”), se da de muchas otras formas: “Hay chicos que viven en asentamientos y otros de mucha plata, y todos se llevan bien entre sí”. Además, algo fundamental es que hay participantes de ambos géneros: “Desde los 80, quienes vendían computadoras lo hacían como si fueran autos, es decir, como juguetes para varones”, afirma Ludueña. Según el coordinador, “eso hizo mucho mal: la programación no es inclusiva y para colmo, los medios venden que el que sabe programar es un genio”, una consideración que aleja a quienes quieran participar y no se consideren “superdotados”. “Debería ser algo popular”, afirma el “champion”. Sus “ninjas” están de acuerdo.

Los chicos y sus proyectos

“¿Cómo le vas a poner a la nota? ¿’Niño genio crea aparato para los ciegos’?”, me desafía entre risas Joaquín, ahora de 14 años, miembro fundador de CoderDojo Córdoba. “Muy clickbait, me encanta”, agrega, irónico. Los demás se ríen. Sentados en una mesa en la UTN, un grupo de los “más viejos” (el menor de los cuales tiene 12 años y el mayor, 17) detienen sus actividades para charlar con este cronista.
Aldana, de 15, explica la verdad detrás del chiste que hizo su hermano: “Algunos medios dicen que somos ‘genios’ pero programar es una cosa muy básica y cualquiera puede hacerlo”. Algunos de esos chicos viajaron a Dublín, Irlanda, para representar a nuestro país en el certamen Coolest Projects, donde los “dojos” de todo el mundo presentan sus proyectos de programación y robótica. Los cordobeses fueron los únicos latinoamericanos hispanoparlantes q, prácticamente sin un centavo de ayuda estatal. ¿Y qué proyectos presentaron? Cuatro:

• Akai
Se trata de un chaleco con sensores, ideado para asistir a personas no videntes en la navegación urbana, que podría reemplazar o complementar los bastones verdes y blancos. Maximiliano (17), uno de los que motorizan esta iniciativa, cuenta cómo empezó: “Comenzamos a pensar qué ayuda necesitarían los ciegos: el bastón no registra carteles que estén altos, así que pensamos algo a la altura del pecho”. “Hay un modelo físico, que tenemos que seguir mejorando”, cuenta entusiasmada Maga (13), otra de las adolescentes que está metida en el desarrollo de Akai. Maximiliano afirma que la idea es que sea “cómodo” y “económico, para que se pueda producir en masa”. Así, con una idea nacida en Córdoba, podrían mejorarle la vida significativamente a millones de personas.

• Time Travel
Es un videojuego que recorre la historia de los videojuegos. “¿Pero de qué género es?”, pregunto. “Todos a la vez”, responde Joaquín, orgulloso. La trama de Time Travel nos lleva por distintas épocas: entonces, cuando el protagonista viaja a los 80, jugaremos a algo similar al Mario Bros. “Necesitamos artistas, músicos y diseñadores que nos puedan ayudar a terminarlo”, pide Leonel, que también forma parte de este proyecto.
• Future Resistance
El segundo videojuego que está produciendo el club es un FPS (de disparos en primera persona) que presenta un futuro distópico. La historia del juego toca sucesos del mundo real: “La familia del protagonista murió en el atentado a las Torres Gemelas”, describe Máximo.

• HuertaLive
Es una aplicación web que permite administrar una huerta urbana, y que recomienda qué plantar en cada época del año, recopilando información del Inta. “Uno de nuestros compañeros está en una escuela agropecuaria. Y otro, que tiene 8 años, hizo casi todo”, narra Aldana.

Si bien no ganaron premios, los chicos pudieron socializar con otros jóvenes del resto del mundo e incluso aparecer en la televisión irlandesa contando sobre sus proyectos. De nuevo en Argentina, reflexionan sobre sus experiencias en sus distintas escuelas y coinciden: “Estaría buenísimo que en las escuelas se pusiera una orientación en programación. Que no haya que elegir solamente entre humanidades y economía. Que dejen de decir que tenemos informática siendo que sólo nos enseñen a usar el Word”.

Programar no está en los programas

Leonardo reafirma lo que plantean los chicos: “En las escuelas públicas no hay salas de computación como antes había bibliotecas hasta en el pueblo más chiquito. La situación es equivalente a no tener un cuaderno para escribir”, retrata. Además, “faltan docentes capacitados, por lo que no hay contenido”. ¿Y en las escuelas privadas? “En algunas está como optativa, es decir, cobran cuotas más altas para que los chicos puedan aprender a programar”, afirma, preocupado. La falta de ayuda gubernamental para las iniciativas como la de CoderDojo es tan brutal que, tras golpear las puertas de todas las dependencias del Estado, el coordinador sólo consiguió que pagaran el pasaje de uno solo de los chicos al mundial de programación. “En la Unión Europea, los países aportan 125 euros por chico que participa”, ejemplifica Leonardo. La voluntad política de apostar a la programación sería fundamental en un país tan desigual como la Argentina, donde “los chicos están dejando de recibir las netbooks del programa Conectar Igualdad”, al decir de Leonardo.
"Tenemos jóvenes que son muy ingeniosos, pero muy faltos de recursos”
. Además, la importancia de la educación en programación radica en los valores del software libre que CoderDojo defiende en todo el mundo: “Saber programar equivale a ser independiente tecnológicamente”. Con perdón del “champion”, pero sus “ninjas” lo explican mucho mejor: “Hoy sale un aparato nuevo casi todos los días, y si no sabés programar, pueden venderte cualquier basura”, según Maga. Joaquín, otro de ellos, hace -tal vez sin proponérselo- un análisis económico de la necesidad de que este conocimiento se extienda por todas las escuelas, y por todo el país: “Así podemos dejar de ser sólo consumidores y producir lo que nosotros queramos”.Por lo pronto, contra viento y marea, los chicos de CoderDojo Córdoba siguen escribiendo sus futuros y los de muchos otros, una línea de código a la vez.


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