Paraísos mexicanos: Isla Mujeres y Cozumel
A pocos kilómetros de la península de Yucatán, se encuentran estas dos islas de un encanto singular. Dos de los destinos imprescindibles de toda visita al Caribe, que datan de tiempos prehispánicos.
Especial para La Nueva Mañana
La península de Yucatán corona su propuesta turística con dos islas que son mundialmente conocidas por su belleza natural y por un nivel de desarrollo comercial que creció al ritmo de la demanda de sus visitantes.
Isla Mujeres, epicentro del turismo
Desde Cancún es muy sencillo llegar hasta esta isla: hay que trasladarse hasta Puerto Juárez, que se encuentra a dos kilómetros del centro de la ciudad, y desde ahí se puede tomar un ferry o una lancha que, en menos de media hora, te acerca hasta esta playa paradisíaca.
Por recomendación de la dueña del alojamiento donde me encontraba, elegí tomar la opción que me ofrecía una cooperativa de lancheros locales. El tour consistía en el traslado hasta la isla en lancha; en las inmediaciones, un guía nos acompañaría a hacer esnórquel; luego, tendríamos dos horas para recorrer libremente la isla; para finalizar nos llevarían a almorzar y, desde allí, regresaríamos a Cancún. Pero, decidí hacer una contrapropuesta y les pedí que solo me llevaran a la isla, que me incluyeran en la excursión de esnórquel y me dieran un boleto con horario abierto para regresar en alguno de los ferris. Tenía tantas ganas de conocer esta isla que sabía de antemano que un par de horas no alcanzarían para descubrirla y disfrutarla. Por suerte, aceptaron la propuesta y salimos rumbo a Isla Mujeres.
El nombre de la isla se debe a que en tiempos prehispánicos, estas tierras estaban consagradas a Ixchel, la diosa de la luna, el amor y la fertilidad. En ella se hacían todo tipo de ofrendas con formas femeninas y, cuando llegaron los conquistadores españoles y vieron esto, decidieron bautizarla con el nombre de Isla Mujeres.
Luego de un recorrido en lancha sumamente tranquilo, con un sol amplio que nos acompañaba y el mar que iba haciendo alarde de sus distintos tonos de verdes y azules, empezamos a divisar la isla. Era el momento de preparar los equipos para sumergirnos en el maravilloso universo subacuático. Los potentes rayos del sol penetraban en la transparencia del agua y hacían que todo el fondo resplandeciera. Como en casi todas las inmersiones, los primeros que te reciben, como custodios del mundo submarino, son los peces sargento mayor con sus inconfundibles rayas amarillas y negras como uniforme. Luego, un desfile frenético de peces mariposa, loro, pargos, cardúmenes de barracudas y los bellísimos peces ángel reina, con sus formas refinadas y sus colores estridentes.
Uno de los pendientes que me quedó de mi visita a Isla Mujeres (pero no quiero dejar de mencionarlo para que lo tengan en cuenta) es realizar la excursión para nadar con el gran tiburón ballena, ya que no fui en la temporada en que estos enormes visitantes se acercan a la isla. El tiburón ballena es el pez más grande que existe en el planeta: puede crecer hasta 15 metros de longitud y, de mayo a septiembre, se acerca a las costas mexicanas para alimentarse y reproducirse. Si están planificando un viaje para esas fechas ¡no dejen de hacer esta excursión!
Luego de conocer los secretos submarinos de la isla, era hora de ver qué había en tierra firme. Una ciudad que vive al ritmo del turismo con sus hoteles, restaurantes y vendedores que se agolpan en la avenida que está paralela a la costa componen la primera postal que una recibe al bajarse en el puerto. En una de sus callecitas internas, hay una peatonal en la que se puede elegir un lugar para comer todo tipo de comidas con precios que se ajustan a cada bolsillo. Después de andar varios días en México, sabía que mi paladar no toleraba ningún tipo de ajíes o salsas picantes. Me pedí unos nachos con carne de cerdo e iba dejando a un costado los ajíes, pero una vez más caí en la trampa: los nachos se habían impregnado del sabor de los pimientos y transformaron mi almuerzo en un verdadero desafío.
Llevaba varios días recorriendo la Riviera Maya y en ninguna de las playas había podido disfrutar del atardecer, ya que el sol se ponía del lado contrario al mar, pero Isla Mujeres me hizo ese regalo para despedirme y me di el gusto de elegir el mejor lugar y tomar varias fotografías.
Cozumel, una isla selecta
La tercera isla más grande de México se encuentra al Este y ocupa una superficie de 48 kilómetros de Norte a Sur y 16 de Este a Oeste. A Cozumel se puede acceder tomando un ferry desde Playa del Carmen y en 40 minutos se llega a este lugar predilecto por los amantes del submarinismo y destino de los cruceros provenientes de distintas partes del mundo.
Desde el puerto se pueden ver los locales de marcas internacionales como Rolex que ya marcan la pauta del tipo de turismo que recibe esta isla. Los precios en las tiendas de recuerdos, en las ofertas turísticas y en los restaurantes, confirman que Cozumel está preparado para visitantes con elevado poder adquisitivo.
Pero, el primer inconveniente que me presentó la isla fue su tamaño: debido a esto, la distancia para recorrer el circuito de playas es extensa y si una no cuenta con licencia de conducir, no puede acceder al alquiler de autos ni motos. Y, en una jornada con excesivo viento no se puede pensar en recorrer esas distancias en una bici. Por suerte, en una cabina de turismo me indicaron dónde ir a tomar una combi que recorría las playas y podías ir viendo y eligiendo dónde bajarte. En algunos minutos estaba arriba del vehículo, charlando con otros turistas mexicanos y dispuesta a conocer ¡por fin! las playas de Cozumel.
Debido al intenso viento, se había cerrado el puerto de la costa oeste, donde se realizan excursiones para conocer el arrecife de coral, pero la belleza de las playas de Este con sus aguas de un verde cristalino y sus interminables arenas claras me deslumbraron por completo.
Isla Mujeres y Cozumel me regalaron distintas postales del Caribe mexicano, paisajes tan diversos como inimaginables. Paisajes que no están ajenos a los efectos del cambio climático que se manifiesta, entre otras cosas, por la aparición repentina de sargazo en sus playas. Esta belleza natural y la enorme cantidad de vida que abrigan entre sus aguas, deberían ser un recordatorio de la importancia de cuidar este tesoro, un tesoro digno de conocer para valorar y preservar.
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