Lazzatti y Soriano

(*) Por Ariel Scher.

Deportes 25/09/2016
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Ariel Scher.

Él se parecía a esos sabios de bar sobre los que escribía el Negro Fontanarrosa. No, miento: no se parecía a un sabio, era un sabio. Era un sabio porque, en cuanto nos vio, dijo: "Las cosas más importantes de la vida se hacen de a dos". Y siguió: "Eva y Adán, el Gordo y el Flaco, Pierre y Marie Courie, Sansón y Dalila, Lennon y Mc Cartney, Lazzatti y Soriano". A los sabios, si de verdad son sabios, se les concede la razón enseguida. Eva y Adán, por supuesto; el Gordo y el Flaco, desde luego; Pierre y Marie Courie, ni hablar; Sansón y Dalila, sin dudas; Lennon y McCartney, claro que sí. Este mundo no sería este mundo sin esas duplas. Pero, con toda la veneración por los sabios, ¿Lazzatti y Soriano? ¿Por qué?. 

Un sabio es un sabio por muchas cosas, pero, sobre todo, por cómo se comporta cuando pronuncia el nombre de otro sabio. Un sabio que habla con sabiduría de otro sabio tiene luz en las mejillas, gratitud en los párpados, fe en la voz. Él tuvo eso y más que eso cuando nos habló de Lazzatti: "Lazzatti, Ernesto Lazzatti, jugador notable, bandera de fútbol y de dignidades, mediocampista central y símbolo mayúsculo de Boca, una historia ejemplar desde que nació en Bahía Blanca el 25 de septiembre de 1915". Y él tuvo eso y más que eso cuando nos habló de Soriano: "Soriano, Osvaldo Soriano, escritor de maravillas, un campeón para agregarle ficción a la realidad, un supercampeón para añadirle realidad a la ficción, un futbolero convencido de que contaba la existencia a través de las palabras y de que también la contaba a través del fútbol".

Un sabio a veces apela a muchas frases y por eso, para retratar a Lazzatti y a Soriano, recurrió a esas y a muchas otras frases. Y a un sabio, en cambio, a veces la alcanza una frase, una frase sola. Esta frase, por ejemplo:

-Lazzatti y Soriano armaron la mejor de todas las duplas.

Como las grandes sabios, no se quedó en enunciarlo. Lo explicó.

Explicó que Ernesto Lazzatti y Osvaldo Soriano bordaron juntos una confabulación que relumbra en la historia de los vínculos entre el fútbol y la literatura. El resultado está escrito. Salió al planeta en la mañana del domingo 17 de marzo de 1974, en la nota de tapa del suplemento cultural del diario La Opinión. El título de la nota lo había puesto Fioravanti, inspirado periodista que no trabajaba en La Opinión y que acaso ni se haya enterado de la aparición de la nota. "El pibe de oro" era ese título, una expresión de poesía sencilla porque así lo llamaban a Lazzatti, por gracia de Fioravanti, desde el 8 de abril del 34, cuando debutó en la Primera de Boca. En 1958, con gracia y sin quejarse, Lazzatti le ironizaría al periodista Justo Piernes: "Del pibe de oro no queda nada. Ni el pibe ni el oro". Pero eso ahora no interesaba. Lo que interesaba era lo que detallaba el sabio.

"Una vez, apenas una vez, se reunieron Lazzatti y Soriano", precisó ese sabio tan sabio como para saber de punta a punta, de memoria en memoria y de emoción en emoción cada línea que testimoniaba aquel encuentro. Lazzatti, allí, todo el tiempo había sido Lazzatti. Y Soriano, también allí, había sido todo eltiempo Soriano y todo el tiempo Lazzatti. Tan Lazzatti se volvió Soriano en ese rato único que compartieron que la nota, esa increíble nota, estaba redactada en primera persona, como si Soriano se hubiera transfigurado en Lazzatti, como si la capacidad minimalista y monumental de Soriano para capturar la esencia de otro individuo le hubiera permitido ser -sí, ser: o sea respirar, pensar, manifestar- ese otro individuo, como si, en serio, de la cabeza a los pies y de los oídos a las teclas de la máquina de escribir, fuera Lazzatti. Basta con leer el primer párrafo:

"Soy hijo de una familia de obreros. Mi padre era ferroviario en Ingeniero White y murió muy joven, de modo que desde chico tuve que hacer cualquier trabajo para ayudar a mi madre y a mis cuatro hermanos. No había nadie en la familia que jugara al fútbol, pero a mí nada me importaba más que escaparme al baldío y después de diez o doce horas de trabajar como mensajero en la Casa Dreyfus, me ponía a jugar un picado con otros muchachos. Yo era el dueño de la pelota y eso ya me hacía un poco el caudillo del grupo".

Las cosas más importantes de la vida se hacen de a dos. Sin embargo, hacer de a dos requiere, en general, que esos dos se asocien en más de una ocasión. Casos abundaban: para empujar las puertas de la Historia y quedarse definitivamente adentro, Eva y Adán, el Gordo y el Flaco, Pierre y Marie Courie, Sansón y Dalila y Lennon y McCartney habían tenido que hacer más de una cita. En ese punto, en ese punto nada menor, radicaba la diferencia a favor o la grandiosidad plena de Lazzatti y de Soriano. Lo proclamaba enfático el sabio que teníamos a mano: ellos habían construido su obra maestra, su lugar conjunto en la eternidad, sin necesitar más que de un encuentro.

Un sabio es un sabio por lo que percibe del presente y por lo que prefigura del futuro. "Cuando se cumplan cien años del nacimiento de Lazzatti -nos avisó- o cuando el Gordo Soriano ya no sea un escritor sino una literatura invencible que la humanidad le heredará siempre a la humanidad, ese texto que los une se seguirá leyendo". Y leyó:

"Yo nunca tuve problemas con nadie. Jamás, en dieciséis años me expulsaron de una cancha de fútbol. Lo que uno recibe es el reflejo de lo que da. Nunca intenté lesionar a nadie y no recuerdo que alguien lo haya hecho conmigo. Pienso ahora como cuando era chico: no hay términos medios".

Eva y Adán, el Gordo y el Flaco, Pierre y Marie Courie, Sansón y Delila y Lennon y McCartney lo escuchaban.

Y, de a dos porque las cosas importantes de la vida se hacen de a dos, aplaudían.

(*) Periodista, escritor y profesor de periodismo.

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