“En estas presentaciones uno conoce a viejos amigos que no había visto nunca”

Previo a su presentación este martes 6 de junio a las 20.30 en el teatro Real, para transmitir su ciclo radial “La Venganza será terrible”, Alejandro Dolina dialogó con La Nueva Mañana.

Cultura 02/06/2023 Gabriela Yalangozian Gabriela Yalangozian
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“No conozco otra cosa más afortunada en mi pequeña historia artística que ese encuentro con la gente", expreso Dolina a LNM.

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Especial para La Nueva Mañana

El próximo martes 6 de junio a las 20.30, el escritor, músico y conductor del programa radial “La venganza será terrible”, Alejandro Dolina, realizará una transmisión en Córdoba de su ciclo que ya es una leyenda en el dial.

Con pasajes de humor, música y reflexión, Dolina estará acompañado por el locutor Patricio Barton y el músico y comediante Gillespi, y se presentará en la Sala Carlos Gimenez del Teatro Real (San Jerónimo 66).

El periodista porteño, escritor y dramaturgo lleva ya más de 30 años de vigencia con “La Venganza será terrible” y promete una velada de monólogos, reflexiones y pasajes llenos de poesía, humor e ironía, donde se mezclen pensamientos históricos, filosofía y las más disparatadas situaciones cotidianas.
“La venganza será terrible” se transmite por radio AM 750 de la Ciudad de Buenos Aires, y se replica por AM 580 Radio Universidad de lunes a viernes a las 00 horas. El programa se realizará con público presente en una experiencia teatral única.

Previo a arribar a Córdoba, Alejandro Dolina dialogó con La Nueva Mañana sobre la clave para permanecer vigente con uno de los ciclos radiales más longevos de la radiofonía argentina. Entre otros temas se refirió al odio y a la violencia instalados en la sociedad, y habló del equilibrio entre hacer humor y no pasarse de chistoso. Además opinó sobre las nuevas plataformas, que rompieron con la magia de la radio y ese contrato tácito entre el conductor y su oyente fiel, de encontrarse en determinados días y a determinada hora. 

- “La venganza será terrible” sigue siendo una propuesta valorada en una época donde ya casi no hay programas de humor, donde hay una fina ironía pero también hay lugar para la poesía, para el humor, tan poco común hoy…

- Yo creo mucho en eso y le agradezco que lo note, porque es una aspiración. Yo no sé si es una aspiración cumplida. Pero creo que hay una relación entre la poesía y el humor, especialmente entre cierta poesía que se escribe ahora que es, entre otras cosas, disruptiva. Pero que también de un modo súbito nos hace tomar conciencia de cómo algunas cosas que se parecen, son distintas. Y cómo algunas cosas que son distintas, se parecen. Esa observación es poética y al mismo tiempo es humorística, porque el humor también es eso: es encontrar la diferencia en lo que parece igual y la igualdad en lo que parece diferente. Esta búsqueda se lleva por delante la poesía y para nosotros eso es una buena noticia.

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Como artista, uno quiere compartir esa manera que tiene de ver el mundo y no otra; lo que a mí me parece es que también el artista debe tener respeto por los que no comparten eso”.

- Escuchar un programa como el suyo conlleva algo de ceremonia y es ineludible la atmósfera que le brinda el horario nocturno. ¿Cómo lo convencieron para que hoy pueda escucharse en plataformas como Spotify?

- No, a mí no me convencieron. Esas son cosas que se hacen sin mi consentimiento y, a veces, sin mi conocimiento. Yo sé que ahora en números redondos a nosotros nos escucha más gente por los otros soportes que por la radio. Si uno suma lo que aparece en YouTube, Spotify y otros soportes, le da más gente que la que nos escucha por radio. Esto -es cierto- le quita algunas cosas que en un tiempo parecían sagradas, como, por ejemplo, que el programa esté en vivo y que tenga un horario por una razón en particular. Nosotros habíamos calculado que ese horario era más propicio para la imaginación, para la recepción tranquila de un mensaje que a veces es complejo y que necesita una cierta concentración. Algo que por ahí a las 7 de la mañana, cuando uno se está vistiendo para ir al trabajo, no tiene. Eso ha desaparecido, pero también nos ha llevado a conectarnos con públicos que de otra manera no se hubieran acercado. Así que por un lado hay una mayor cantidad de personas que nos escuchan, pero también se pierde cierta ceremonia como usted señaló. Esto de decir: ´Ahora me voy a meter en la cama y mientras me duermo voy a escuchar este programa o me voy a tomar unos mates´. Ahora, te están escuchando en cualquier lugar y en cualquier horario. Y lo que es peor, a veces en cualquier tiempo. Es decir, por ahí están escuchando programas viejos, de los cuales uno ya se ha arrepentido…

- ¿Qué devolución le hace el público cuando termina la transmisión del programa en teatros como va a hacer en el Real? 

- Creo que ese momento es lo mejor para un artista. El premio grande es ese. Después, uno se gana la vida con aquello que gustosamente haría gratis, y eso también tiene su valor. Pero el que algunas personas desconocidas se acerquen con maneras de ´amigos viejos´ es un milagro. Yo suelo decir a veces que en estas presentaciones uno conoce viejos amigos que no había visto nunca.  Por un lado, hay un conocimiento viejo, porque estas personas te han escuchado durante mucho tiempo y participan de ciertas modalidades del pensamiento, que son las tuyas. Y por otro lado, no los habías visto nunca. Y eso es milagroso. A mí me sucede, afortunadamente, con mucha frecuencia. No conozco otra cosa más afortunada en mi pequeña historia artística que ese encuentro con la gente. Incluso a veces ni siquiera en los lugares donde vamos a actuar, sino por la calle. Y por ahí el tipo me trae a colación cosas, dichos o pensamientos que ocurrieron hace algunos años. Él se los acuerda, muchas veces yo también. Y eso produce un acercamiento porque cosas que uno pensó creyéndose solo resulta que han sido compartidas por alguien. En el teatro se llama anagnorisis y es absolutamente emocionante. Y a veces se dan casos también que por sus circunstancias sentimentales, uno siente que no se puede emocionar y se emociona. Tiene que ver con casos puntuales, de personas con dificultades, que vienen a agradecerle a uno, algún bien que uno ha hecho casi sin darse cuenta o sin intención. 

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Sobre su visita a la Feria del Libro en 1999: “Me quedé en un salón firmando libros hasta las cinco de la mañana”.

- ¿Qué recuerdos le trae volver a transmitir su programa en Córdoba?

- El Teatro Real fue el primer teatro donde yo estuve en Córdoba. Y recuerdo la vez que estuve en la Feria del Libro y se armó un lío. Yo me encontraba en el Cabildo firmando libros y luego tenía que cruzarme al Teatro Real a dar una charla. Le voy a contar una cosa que casi nadie sabe. Yo empecé a firmar libros a eso de las 16 horas, y a las 20 horas tenía prevista la charla en el Teatro Real. Y había mucha gente. Había algunas personas que hacían cola para entrar a teatro, y otros venían con su libro y yo seguía sentado en la mesa firmando. Bueno, finalmente empezó la charla, no sin que se armaran algunos líos, porque se rompió una puerta del teatro: qué sé yo, esas cosas que a veces pasan. Pero todo un ambiente de un gran cariño, imagínese. Y después terminó la charla, que habrá durado un poco más de una hora, y yo me volví a cruzar al Cabildo a seguir firmando libros. La feria cerró y me dejaron abierta una puerta, que daba a una calle lateral. Y yo me quedé en un salón firmando hasta las cinco de la mañana. Debe ser debe ser un récord de Guinness, qué se yo. Y le cuento otro detalle. No para contar lo vivo que soy, sino por esas cosas absolutamente inmerecidas que me pasaron, que tienen más que ver con la gente que conmigo. Yo firmaba y firmaba y ya tenía los dedos completamente paspados, irritados. Me los envolvía con curitas, e iba cambiando cada tanto de lapicera. Y así creo que firmé libros, salvo la interrupción de la charla, por aproximadamente unas 12 horas. Acababa de salir ´La opereta´, pero debo haber firmado ´El ángel gris´ o ´El libro del fantasma´, y quizás libros de otras personas también. Eso es lo que pasó en aquella feria y a veces me da por pensar si es que no será alguna clase de marca. De todas formas, me ha tocado ver muchos paparones que también firman muchos libros. Yo quiero pensar que fui uno más de ellos.

- Recibir el cariño de la gente en una época donde hay mucho odio no es fácil. Y menos debe serlo cuando hoy se señala a cualquier artista que quiera exponer sus pensamientos; una especie de censura cuando su mismo oficio lleva implícito el arte de expresarse...

- Sí, sí, yo creo lo mismo. El artista debe expresarse aunque parezca que no lo haga de un modo evidente y drástico. El artista, cuando quiere llegar al pueblo, debe de algún modo tener una cercanía, ni siquiera un pensamiento, sino desde la acción. Y si vos no le permitís llegado el caso decir lo que piensa, estamos en problemas. Yo creo que ahora pasa algo así. No es que no te lo permitan. Es que te castigan. A mí afortunadamente, a lo mejor por mi escasa solvencia, me lo perdonan. Dicen: ´que este diga lo que quiera, total es tan pavote, que no hace daño´. 

- Hay personas que se enojan y piensan, al ver expresarse a un artista, que lo que busca quizás es adoctrinar a su público…

- No, no es eso. Como artista, uno quiere compartir esa manera que tiene de ver el mundo y no otra. Lo que a mí me parece es que también el artista debe tener respeto por los que no comparten eso también. Yo, humildemente creo que a lo mejor a mí me perdonan un poco porque estoy siempre en una situación de duda. Es una manera de decir: ´bueno, mire, yo pienso así, pero podría ser que yo estuviera equivocado y usted tuviera razón´. Es lo menos que uno puede hacer. Cuando uno está demasiado convencido, demasiado enojado, ahí resulta que sí, que está adoctrinando al público en un sentido y eso es torpe, más que malo. 


“Vamos cambiando de un modo que no es perceptible de un día para el otro”.

Reflexionando sobre los inicios radiales y la actualidad, Dolina expresó: “Yo me doy cuenta de que el programa ha cambiado con el paso del tiempo porque nosotros hemos cambiado. Noto escuchando a veces programas muy antiguos que ha habido un cambio, no catastrófico, no de un día para otro. Pero así son los verdaderos cambios. Los que se van produciendo fatalmente, especialmente en las mismas personas que configuran el hecho artístico. Vamos cambiando de un modo que no es perceptible de un día para el otro, pero que sí lo es cuando uno lo compara en períodos largos de tiempo. Yo creo que ahora somos menos graciosos que cuando empezamos. Quizá un poco más sabios, si cabe la palabra. Un poco más aficionados a ciertos temas profundos que al principio se nos escapaban o los dejábamos escapar. Hemos perdido la gracia también porque ya no somos tan jóvenes. Uno cuando es joven es más gracioso. Se le permite a uno ser más gracioso. Cuando uno se convierte en un hombre grande hay como una esperanza de una cierta compostura que para el humor es fatal, imagínese”.

Ficha Técnica:

Trío sin Nombre: Alejandro Dolina, Manuel Moreira y Marcos Lozano
Operador de sonido: Miguel Vincent
Producción General: Maica Iglesias - María Eugenia Gorostiza

Duración: 95 minutos
Edad recomendada: todo público
Entradas generales: Plateas: $7000, primer nivel: $6500, segundo nivel: $6000, tercer nivel $5500 - Disponibles en autoentrada.com y en boletería del teatro Real. 
Sala Carlos Giménez

 

Edición Impresa Nro.: 313

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