Hace 45 años la dictadura secuestraba al gran escritor Haroldo Conti

En la madrugada del 5 de mayo de 1976, el multipremiado escritor argentino era arrancado de su vivienda familiar. Referente de la literatura nacional, Conti sigue desaparecido.

País 05/05/2021
Haroldo Conti by Télam
Conti permanece desaparecido. Foto: Télam

Hace 45 años la dictadura cívico, eclesiástica y militar desaparecía a Haroldo Conti, el escritor de Chacabuco que es una referencia ineludible de la literatura nacional. Conti y su compañera Marta Scavac llegaron pasada la medianoche del 4 de mayo de 1976 a la casa que habitaban en el barrio de Villa Crespo, donde un grupo de tareas del Ejército los esperaba, y tras someterlos a un duro interrogatorio que incluyó golpes, patadas y torturas, la patota se llevó al escritor, periodista y novelista, quien aún permanece desaparecido.

Por su compromiso ideológico, su militancia en el PRT y sus vínculos con Cuba -donde integró el jurado del premio Casa de las Américas- Conti estaba en la mira de las Fuerzas Armadas que semanas antes habían dado el golpe de Estado.

“Hic meus locus pugnare est hinc non me removebunt” (Este es mi lugar de combate, de aquí no me moveré), rezaba un cartel en latín que había colocado frente al escritorio del estudio que tenía en su casa y que resumía su postura ante la cacería emprendida por el terrorismo de Estado en la Argentina de hace 45 años.

“Marta y yo vivimos como bandoleros, ocultándonos, hablando en clave… Aquí va mi dirección, por si sigo vivo”, le confió el autor de “Mascaró, el cazador americano” en una carta al colombiano Gabriel García Márquez, quien mantenía con Conti una entrañable amistad. En 2009, Scavac contó ante el Tribunal Oral Federal 5 las alternativas del secuestro de Conti, en una declaración que se extendió por más de seis horas y que se enmarcó en el juicio que se le siguió al general de brigada Jorge Olivera Rovere, actor clave de la represión ilegal en la entonces Capital Federal.

La periodista y segunda esposa de Conti reseñó que ambos habían salido esa noche a ver la película “El Padrino II" y que Juan Carlos Fabiani, una persona que se refugiaba en esa casa ubicada en la calle Fitz Roy 1205, se había quedado al cuidado de los dos niños que vivían allí. Eran Ernesto, el hijo de tres meses que tenía la pareja, y Miriam, una nena de siete años, hija de Marta.

Al ingresar a la casa, Haroldo y su compañera ven a Fabiani maniatado en el piso y a seis hombres vestidos de civil que abordan al escritor, lo encapuchan y luego lo conducen a otra habitación, en medio de golpes, gritos y amenazas. La patota permanece en el domicilio toda la noche, un grupo se queda en el cuarto con Conti y otro con ella, que escucha los gritos de dolor del escritor. Los represores se dedican a saquear, romper y robar todo lo que encuentran en esa casa, mientras Marta permanece tirada en el piso, atada con corbatas y con la cabeza tapada por una camisa.

La compañera de Conti no escucha nada de sus hijos, la patean en los riñones, en la cabeza, y uno de los integrantes del grupo de tareas le pregunta por sus días en Cuba. “También estuve en Estados Unidos”, les dice la mujer, en medio de los tormentos. “Pero Cuba es un país comunista”, le contesta uno de sus captores.

“Esto es una guerra. Son ustedes o nosotros, y no vamos a dejar ni las semillas”, le dice uno de los represores a Marta, y momentos después le anuncian que se van a llevar a Haroldo. Ella está encapuchada y pide despedirse; la llevan a otro lugar de la casa y logra hablar con su compañero, quien le confía que está bien y la despide con un beso en la barbilla, el único lugar de la cara que tiene descubierto. Marta se desespera porque entiende que Haroldo tiene la cara al descubierto, que puede ver a sus captores y que ello implica que no lo van a dejar con vida. Comienza a gritar y uno de los hombres la tira en una cama; le pone un arma en la cabeza y le ordena que se calle. Marta no logra ver en esa lúgubre despedida al profesor del cual se enamoró en sus días de liceo y con quien convivía desde hacía tres años.

“Oigo ruidos de cadenas que se arrastran por el piso y me doy cuenta de que se lo llevan. Me dice ‘cuidame al nene, cuidame al nene’ y son las últimas palabras que le escucho decir a Haroldo”, testimonió Marta ante los jueces que integraban el Tribunal Oral Federal 5. La patota se lleva a Conti y a Fabiani (quien también permanece desaparecido); cargan en dos autos televisores y otros electrodomésticos y le anuncian a Marta que van a volver.

Como puede, la mujer se desata, constata horrorizada el desastre que los represores dejaron en la casa, y con las primeras luces del día, toma a sus hijos y escapa por la ventana para buscar después refugio en la casa de sus padres, pero por apenas un tiempo. Marta se contacta con sus compañeros de la revista Crisis, y mientras va de casa en casa, comienza a denunciar el secuestro de Haroldo en las redacciones de los medios de comunicación.

Hay una orden del gobierno militar de no publicar noticias sobre el escritor, pero ese silencio se rompe el 8 de mayo, cuando el periodista Ariel Delgado anuncia por Radio Colonia la noticia de la desaparición de Conti, algo que también hará el diario Buenos Aires Herald. Antes de refugiarse con sus hijos en la embajada de Cuba, Marta logra contactar al sacerdote católico Leonardo Castellani, un nacionalista que había sido profesor de Haroldo en el Seminario Metropolitano Conciliar de Villa Devoto, para que hiciera una gestión por el escritor.

Unos 15 días después del secuestro, Castellani concurre junto a Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y Horacio Ratti, presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), a un almuerzo con el dictador Jorge Rafael Videla en Casa Rosada. En medio del encuentro, el cura pide por su antiguo alumno y Ratti presente una nómina de escritores que por esos días se encontraban en la misma situación de Conti. Se supo que Haroldo estuvo en Campo de Mayo y en El Vesubio, y Castellani logra verlo en la cárcel de Villa Devoto, donde lo encuentra en un muy mal estado y le brinda la extremaunción al hombre de letras, que apenas tiene 51 años.

En diciembre de 1977, Marta consigue un salvoconducto para dejar el país; se traslada a Cuba con sus hijos, donde vive un año, luego pasa a México y recala en Suecia, desde donde retorna a Argentina en 1985. Murió hace cinco años, tras una vida dedicada a preservar la memoria y honrar la obra del hombre que amó.

Grande entre grandes

Conti, autor de la memorable pieza "La balada del álamo carolina", era amigo de escritores comprometidos como Rodolfo Walsh y Francisco "Paco" Urondo, además de compañero inseparable de militancia de Humberto Constantini y Roberto Santoro, todos desaparecidos por los militares. De aquella generación poca gente hoy puede dar testimonio directo sobre él. Los escritores coetáneos que estaban en el exilio murieron, los autores cercanos extranjeros como García Márquez y Eduardo Galeano (entre una larga lista) reclamaron por su aparición con vida.

Otras de sus obras destacadas son Sudeste; Mascaró, el cazador americano; En vida y Alrededor de la Jaula.

Fuente: Télam

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