"Sin más armas en la mano, que un diez en la camiseta"

Las casacas del Pelusa son una reliquia para cualquier futbolero, pero no son de fácil acceso. Sin embargo, siempre hay formas para rebuscárselas. El magnetismo que todavía despierta el Diego es inexplicable.

Deportes 30/10/2017 Juan Manuel del Campillo
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Algunos maradonianos nos hemos resignado a coleccionar réplicas de las tantas camisetas originales que ha usado el Pelusa a lo largo de su carrera. Fotos: Carlos “Gato” Ludueña

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“Vale diez palos verdes, se llama Maradona”, así cantaba la hinchada de Boca a principio de los ochenta. Diez palos verdes, o sea, diez millones de dólares. Importaba más, según la canción, el valor del jugador, que su propio apellido. Tres décadas y media después, pasa algo similar con las camisetas usadas alguna vez por el astro de Fiorito. Valen una fortuna. Una verdadera fortuna.

Además, al momento de querer adquirir una reliquia semejante, es necesario tener la seguridad que la prenda en cuestión ha sido realmente transpirada por Diego en un partido, algo difícil de confirmar por el sofisticado nivel de falsificación que se ha logrado desde un tiempo a esta parte.

Es por eso que algunos maradonianos nos hemos resignado a coleccionar réplicas de las tantas camisetas originales que ha usado el Pelusa a lo largo de su carrera. Algunas mejor logradas que otras, pero todas con la misma ilusión de ser atesoradas y alguna vez usadas para lucir con orgullo ese trapo que tanto representa.

El magnetismo que todavía despierta Diego Armando Maradona es inexplicable. Y la pasión por sus camisetas es irrefrenable. El “Colorado” Suárez, quien fue su compañero en Boca, posee una Adidas del “Xeneize” con el mítico 10 en la espalda, y siempre cuenta los miles de pesos que le ofrecen cada vez que muestra semejante joya en algún medio. Lo más curioso es que el propio Diego le pidió cambiarla, ya que el lateral cordobés era el ídolo de uno de sus hermanos.

Las características de las casacas usadas por el 10 son variadas. La de Argentinos Juniors fue la primera en tener publicidad en el fútbol argentino. El equipo de La Paternal fue invitado a lucirse en infinidad de lugares y la empresa estatal de aviación Austral propuso como canje un diminuto cartel en donde después aparecerían los escudos. La camiseta de Boca agregó cuatro estrellas en el mismo lugar con las letras CABJ.

Hace unos años ese modelo fue elegido como una de las cinco camisetas más hermosas de la historia del fútbol por un medio inglés especializado. En Barcelona, como se acostumbró durante décadas, la camiseta lució inmaculada, sin sponsors, por una política institucional del club catalán.

En Napoli, donde más tiempo jugó, se intercalaron tres distintas marcas de publicidad. Su paso por Sevilla no significó nada en especial, ni en lo fubolístico ni en lo estético. La camiseta de Newells contó con una particularidad, los nombres impresos de Dalma y Giannina, arriba de la publicidad de una marca de motos. La vuelta a Boca encontró al club de la Ribera con un modelo bien noventoso y estridente, como el mechón rubio que adornaba su cabeza.

Quedan algunas perlitas para analizar. Las camisetas usadas en la Selección, con la marca del gallito francés y las tres tiras, que perduran en la memoria de todos, por el campeonato en México y por sus lágrimas y el desaire a Havelange en Roma. También la que nos recuerda la pesadilla de la enfermera llevándolo de la mano al mismísimo infierno del doping.

Y por último entre las réplicas de la foto se puede apreciar una pieza que será buscada con enorme intensidad el día que Belgrano inaugure su ansiado Museo, la famosa camiseta que usó contra Vélez el día que se vistió de celeste a diez días salir campeón del mundo. Una rareza sin marca y con un sponsor distinto al de sus compañeros, de una empresa de turismo que lo acercó a Córdoba para jugar esa noche.

Cuenta la leyenda que una se llevó aquella noche el propio Diego, y probablemente ahora esté judicializada dentro del lote de camisetas en poder de Claudia Villafañe, las que el propio Diego habría regalado a su nieto Benjamín. Fueron dos las casacas armadas para Maradona aquella noche. Resta saber quién tiene la restante. Es el Santo Grial de todos los coleccionistas. La pieza que va a tener una vitrina iluminada vacía esperando que aparezca por siempre en el Museo, hasta que sea encontrada.

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