Una caminata para descubrir los senderos de la localidad de La Granja

El pueblo de las Sierras Chicas está trabajando para brindar diversas propuestas a quienes disfrutan de las caminatas. Una visita en el “Mes del senderismo”.

Turismo11/10/2019 Vanina Boco
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En la localidad se están abriendo nuevos senderos para fomentar la actividad. Fotos: Vanina Boco

Septiembre fue el “Mes del senderismo” y en muchas de las ciudades y localidades de la provincia se programaron caminatas organizadas por los municipios, con guías locales, y a muy bajo costo (incluso en algunos lugares fueron gratuitas). Esta propuesta nació hace cuatro años en la comunidad de Las Calles y es impulsada por la Agencia Córdoba Turismo.

Del gran abanico de opciones que se presentaba elegí la de La Granja, ya que era una localidad que no conocía y que se sumaba por primera vez al “Mes del senderismo”. Previa inscripción telefónica, tomé un colectivo desde Córdoba bien temprano porque el viaje llevaría dos horas y a las nueve comenzaba la caminata. Son apenas 50 kilómetros, en dirección noroeste por la ruta E-53, en el valle de Sierras Chicas,que en auto debería tardar menos de una hora.

En la oficina de Turismo nos recibieron a todos los senderistas (la mayoría de las localidades vecinas) y nos dieron un pasaporte donde constaban nuestros datos personales y varias hojas para ir completando cada vez que hiciéramos alguno de los circuitos que formaban parte del “Mes del senderismo”. Una linda manera de motivar a hacer caminatas por la provincia.

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Un sendero inexplorado

Candelaria, del área de Turismo, y Gustavo, el guía, comentaron que están trabajando para “abrir” senderos en la localidad con la idea de ampliar las propuestas para los turistas. De hecho, el camino que transitaríamos se había trabajado hace muy poquito y era la primera vez que un grupo lo recorrería.

Con el entusiasmo de explorar lo desconocido, unas 20 personas emprendimos la marcha en dirección al río Tiu Mayu, en lo que es la Reserva Urbana Municipal. La Granja junto a Las Vertientes de La Granja, Villa Ani Mi, Los Molles y Ascochinga forma parte de una zona protegida que conforman un solo municipio.

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Fotos: Vanina Boco



Atravesamos un puentecito, mientras unos chicos se divertían cruzando el vado en bicicleta y salpicando agua.  Luego, comenzamos a bordear el río.

Como todavía falta trabajar el área, en algunas partes tuvimos que cruzar los alambrados de las propiedades que están pegadas a la rivera. La idea es limpiar las márgenes para poder transitar sin tener que entrar a los campos.

Al poco tiempo de caminar, ya estábamos sumergidos en bosques de árboles que, lamentablemente, no son nativos como los siempreverdes, las acacias negras y los olmos. Según contaba nuestro guía, muchas de estas especies serán erradicadas para que puedan darle lugar al monte autóctono. Lo mismo sucede con la hiedra que en varias partes formaba una alfombra enorme a ambos lados del sendero.

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El río, aún con un bajo nivel debido a la época del año, nos iba regalando su belleza y su murmullo. En otras partes del sendero fuimos bordeando una acequia, recientemente construida para abastecer a toda la localidad.

Visitando los balnearios

El balneario La Toma fue el primer punto de referencia al que arribamos. Allí hay mesas, asadores, proveeduría y baños. El agua caía mansamente por las paredes del diquecito y unas pocas personas disfrutaban del sol de la mañana. Nosotros hicimos una parada técnica y seguimos la marcha.

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A lo largo del río, cada tanto, se podían ver altos paredones de piedra que son usados para practicar deportes en altura. Abajo, un espejo de agua mostraba un reflejo casi perfecto del paisaje.

Casi al mediodía llegamos al balneario Las Cañitas, el lugar que era el objetivo del día. En este sitio, las piedras más grandes formaban pequeñas cascadas y los árboles brindaban una sombra fresca donde aprovechamos para descansar, charlar, tomar mate, comer algo y descubrir los universos más pequeños a través de una lupa que había llevado nuestro guía.

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El camino de regreso lo hicimos por donde habíamos venido hasta el balneario La Toma, y luego por una calle con una arboleda enorme. En total, fueron siete kilómetros recorridos en cuatro horas. Una caminata relajada y de baja intensidad que nos permitió conocer la reserva, descubrir su río y sus balnearios.

La esencia de pueblo tranquilo se percibe en las calles, en el juego de los niños que andan en bicicleta y en la parsimonia de quienes se preparan para almorzar en la placita. La sencillez de La Granja y las ganas de seguir descubriéndola me han convencido de que tengo que volver.

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