El Brasil de contrastes que la Copa América no pudo ocultar

La realidad de un país pujante de 200 millones de habitantes también muestra crisis y desafíos sociales, culturales y ahora políticos. No solo se habló de fútbol en este mes.

Ed Impresa 06/07/2019 Federico Jelic Federico Jelic
Rio de Janeiro
No alcanzan palabras ara terminar de describir a la sociedad brasileña apasionada tanto por el fútbol como por la política.

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Enviado especial desde Brasil

Gigante como un continente, con muchas divisiones políticas, contrastes sociales y culturalmente diversos, es la postal que pudo apreciarse como pintura principal de este Brasil versión 2019. Con inocultables diferencias y también con esa cuota imprescindible de alegría para afrontar el día a día, el saldo global de la descripción después de una Copa América singular deja interrogantes en el tejido social que la pelota no pudo tapar.

La escala en el lluvioso y húmedo Nordeste deja en claro que la mayoría “preta” o personas de raza negra no están del todo insertas en los espacios de poder. Hay como dos “Braciles”: uno del Norte y otro del Sur. Eso se pudo evidenciar en Salvador de Bahía, la primera capital el Imperio de Brasil, con las playas más preciosas y el “mango” que se ganan desde temprano sus habitantes levantando “lixo” (Basura) o vendiendo queso caliente en la playa.

Con el pintoresco Pelourinho, símbolo de la resistencia esclava, donde Michael Jackson grabó su video “They don't Care about us” (“No les importamos”), con reacciones atemporales, con sus paseos en calles adoquinadas y una gastronomía aceitosa a base de farofa (Harina de mandioca) con el acarajé como estandarte. En su mayoría apoyan a Lula Da Silva y al partido de Los Trabajadores, de un lado de la “grieta” brasileña con el actual presidente Jair Bolsonaro.

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En Belo Horizonte, en Minas Gerais, la ciudad “Buraco” (pozo) las cuestiones políticas están a flor de piel. Una ciudad de muchas pendientes y ondulaciones, desafíos imposibles para los ciclistas, que como historia   cuenta con la vista del Papa Juan Pablo Segundo  en 1981 (reunió un millón de personas en la plaza que hoy lleva su nombre), pero que cuenta con bares típicos y  sectarios para clientes  “petistas” (izquierda)  y para los de “Destra” (derecha), con Savassi como espacio recreativo. E

En las calles los “motoristas” no tienen piedad de los peatones  y la velocidad es casi de Rally en las calles menos transitadas inclusive. En materia animal se destaca la “Capi Vara”, roedor estilo el castor, pero de grandes dimensiones, que habitan en la Lagoa da Pampulha, lago artificial como obra del gran arquitecto Oscar Niemeyer. Existe el racismo, como herencia cultural de años aunque sin tanta presencia como en Porto Alegre.

Precisamente en Porto Alegre, donde Argentina superó a Qatar, capital del estado de Río Grane Do Sul hay más contrastes. Como en la plaza Alfaadega, donde los linyeras matan el tiempo jugando  las damas con tapitas de gaseosas como fichas, mientras artistas urbanos que cantan sin saber  la letra completa de la canción, a la vera de una tanqueta de seguridad, a metros de donde duermen los que no tienen casa ni refugio. Es el punto productivo e industrial por excelencia, con la remodelada Orla Do Guaiba de costanera de paseo principal.

Los “Gaúchos” (así se les llama por las costumbres similares a los argentinos y uruguayos), toman mate con una yerba más polvorienta, disfrutan de asados de churrasco y entraña, platos que no todos pueden darse el gusto de comprar. Y tienen tintes separatistas, de ser autónomos en un futuro del gran Brasil. Como tampoco las entradas a la Copa América, donde solo un escaso sector pudo acceder, teniendo en cuenta los elevados precios de las mismas y donde el salario mínimo supera los mil reales mensuales (un Real equivale a 11,5 pesos argentinos). Allí, Bolsonaro ganó por mayoría y pueden verse camisetas con la consigna “Eu sou Moro”, en apoyo al juez que condenó al ex presidente Lula Da Silva a prisión envuelto en una polémica sin final.

Porto Alegre
Orla Do Guaiba, Porto Alegre



Río de Janeiro es una especie de paraíso dentro de los morros, con túneles que apagan el sol en las avenidas principales si uno se dirige de un sector a otro, con el Cristo Redentor entre las nubes que abrazo a todos, un Pan de Azúcar que tiene una vista privilegiada y como contracara, las calles donde más mendigos duermen buscando latas en las bolsas de basura. Y es donde Bolsonaro tuvo su gran base electoral, a quienes procura cautivar con llevar un gran Premio de Fórmula 1 a pesar de la crisis.

Hermosa e insegura a la vez, las playas de Copacabana parecen no tener final y de noche alumbran como si fuera mediodía. Ipanema inunda de Bossa nova todos los rincones, mientras ya toman como algo natural sus residentes y turistas espontáneos los tan temidos “robos piraña”, con las tan temidas favelas donde los residentes no ocultan negocios con las propias fuerzas de seguridad. 

Sus calles y veredas son adoquinadas, con pedazos de piedra trozada y artísticamente moldeada, al caminar por la Avenida Atlántica con la imagen de fondo de las playas y los dibujos ondulantes a sus pies, puede significar un paseo placentero, con el tiempo detenido a su alrededor, imposible de desaprovechar. Y también con sus derrotas culturales tras el incendio del Museo Nacional, perdiendo piezas de incalculable valor,  a tono con esa amnesia social a la hora de reclamar derechos y conquistas sociales, aspectos que le reconocen en voz alta a la sociedad argentina. El carnaval es su insignia y de eso se alimentan gran parte del año hasta el próximo.

No alcanzan palabras ni espacio para terminar de describir a la sociedad brasileña, que se prendió a la Copa América en cuartos de final, como entendiendo que la prioridad hoy en día son los debates políticos y públicos, con la enorme diferencia de clases que abundan entre 200 millones de personas. Igual, es el país del fútbol, en Copacabana se aprecian los partidos de “campito” donde un Ronaldinho o Neymar pueden quedar en ridículo si subestiman al talento playero. Así es Brasil, diverso  y complejo a la vez, donde uno nunca deja de aprender de qué se trata  y como funciona como potencia regional sin descansar ni dormir, a pesar de sus contrastes.

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