El inesperado punto final de un sabio que nadie supo esperar

Pablo Guiñazú dijo adiós a su carrera profesional en un desenlace que alejado de toda pasión, era previsible, pero que nadie quería ver. En Talleres marcó una era y su imagen seguirá inmortal.

Deportes 01/03/2019 Federico Jelic Federico Jelic
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El "Cholo" y su festejo tras el ascenso en Floresta. Una postal para la eternidad en barrio Jardín. Foto: ESPN.

El hincha de Talleres y el fútbol de Córdoba disfrutaba tanto a Pablo Guiñazú que no tomaba dimensión del poco hilo que le quedaba en el carretel a ese pelado inoxidable de 40 años que marcó época, un antes y un después, en barrio Jardín.

Lo saboreaba sin pensar que en junio su contrato se terminaba y de manera inexorable podía dar un paso al costado. Era una posibilidad.

Pero eso no figuraba ni por asomo dentro de los corazones de todos, como si pudiera durar para siempre, porque hay amores ciegos y pasionales que no entienden de razón. Y eso se generó a primer vista entre el "Cholo" y la gente, al punto que no logran digerir que el ídolo de grandes y chicos, juveniles y profesionales, dirigentes y empleados, se aparta voluntariamente del camino de gloria.

Por eso hoy nadie puede  dejar de agradecerle,  ya extrañando su legado, dentro y fuera de la cancha, y se rehúsan a creer lo que era inevitable.

Parecía inextinguible su fuego sagrado, ese que trató de explicar con palabras ante la pregunta de un niño pero la respuesta más gráfica era sin dudas verlo en la cancha. Un día dijo basta porque esa llama pareció tomar otra dirección después de la eliminación por Copa Argentina, su último gran reto, para transpirar hasta la última gota de los desafíos que tuvo con Talleres y que había conseguido.

El amor siempre le hizo dar más y más y por eso es que ya hay nostalgia en los que lo rodearon, porque fue capitán en la cancha, sabio fuera de la misma, padre consejero en el vestuario y profesor en la vida. Por eso el respeto legítimo de todos los rivales, algo que no se consigue como moneda corriente.

Algún día iba a pasar  y parece que el hincha en general no estaba preparado para esto. No lo querían ver. Era como un helado cuyo sabor es tan sabroso que uno desea que no se acabe nunca, como una serie que se renueva todas las temporadas, una película que nos obligaba a poner pausa cuando olfateaban el final inminente.

Solo los grandes consiguen eso, de ser inmortal por su juego, con apenas un gol, y quiso el destino que sea de los más inmortales, con aquel zapatazo en Floresta que devolvió a Talleres a Primera División. Hasta para esa particularidad lo tenía preparado el destino al "Cholo" como para quedar en el olimpo de los que nunca prescriben.  

Talleres hoy lo llora y mañana lo empezará a extrañar, porque hay figuras que se revalorizan cuando ya no están  y está Guiñazú para romper ese molde, para ser perpetuo solo con la arenga en el túnel y con la cinta de capitán antes del pitazo inicial, alentando a todos los que lo rodean. No hace falta esperar para tomar dimensión de su salida porque ya se sufre y se agradece en la misma proporción.

El "Cholo" escribió esa historia con fuego en Talleres y sin dudas, su huella lo unirá siempre con los colores azul y blanco.

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