El renunciamiento de Cristina Fernández: ¿Y si el clamor vence al odio?

La vicepresidenta aseguró que no será candidata y las fichas se reacomodan en la política nacional. ¿Puede haber marcha atrás? Rosca y movilización popular.

“No voy a ser candidata a nada en 2023. Métanme presa”, dijo Cristina Fernández de Kirchner. - Foto: NA

  

 

“No voy a ser candidata a nada en 2023. Métanme presa”. La frase con la que Cristina Fernández de Kirchner cerró su descargo luego de ser condenada a seis años de prisión e inhabilitada para ocupar cargos públicos de por vida, el pasado martes 6 de diciembre, parece estar destinada a la historia como la que terminará de reacomodar el mapa político nacional de cara al año próximo. Sin embargo, en algunos tinglados de la facción oficialista que se identifica centralmente con la vicepresidenta, la expectativa respecto a un posible cambio de opinión por parte de la ex mandataria se sostiene como una esperanza que hasta se regala la oportunidad de confiar en un movimiento que desconoce que ese tipo de definiciones, en boca de la líder del kirchnerismo, no suele tener marcha atrás. 

A sabiendas de esa relación entre CFK y sus propias palabras, una parte de la militancia kirchnerista entiende que es momento de agudizar la temporada de movilizaciones populares, que de hecho se viene sosteniendo desde hace meses. Fueron las acusaciones opositoras, las del propio fiscal Diego Luciani, las vallas de Horacio Rodríguez Larreta y hasta el intento de magnicidio del que fue víctima las razones que se fueron sumando y motorizando la necesidad de organización a lo largo de este 2022, un año que podría cerrar con los festejos por la obtención del Mundial. Aunque aledaño, el dato no es menor; sea por la razón que fuere, un sector del oficialismo está convencido de que una forma de recuperar la esperanza gira en torno a la recuperación de los espacios públicos. Y los festejos masivos que se prevén para un eventual título del equipo comandado por Lionel Scaloni agregaría un plus a dicho resurgir. 

Gobernadores sin Cristina

Más allá de los planes y las expectativas, el peronismo más tradicional empezó a mover los hilos para repensar un futuro sin el liderazgo electoral de la vicepresidenta. Es probable que CFK, a sabiendas de que una eventual candidatura suya no era suficiente para garantizar una victoria en 2023, haya adelantado la definición pública de su no postulación para empujar el movimiento que tuvo su primera muestra pública el lunes por la tarde, en las ya tradicionales reuniones de gobernadores y sindicalistas en el CFI. 

En orden aleatorio, allí estuvieron el chaqueño Jorge Capitanich, el entrerriano Gustavo Bordet, y sus pares Axel Kicillof (Buenos Aires), Sergio Ziliotto (La Pampa), Ricardo Quintela (La Rioja), Raúl Jalil (Catamarca), Gerardo Zamora (Santiago del Estero), Sergio Uñac (San Juan), Osvaldo Jaldo (Tucumán), Oscar Herrera Ahuad (Misiones), Gildo Insfrán (Formosa), Mariano Arcioni (Chubut) y Alicia Kirchner (Santa Cruz). La mesa se completó con la pata sindical representada por dos de los tres triunviros de la CGT, Héctor Daer y Carlos Acuña, y un puñado de históricos referentes gremiales encabezados por Andrés Rodríguez (UPCN), Gerardo Martínez (Uocra) y Armando Cavalieri (Comercio). Básicamente, se discutió cómo seguir. 

Si hay algo que tanto los gobernadores como los ordenadores sindicales siempre le recriminaron al kirchnerismo, y también a Alberto Fernández, es el peso de su participación en la toma de decisiones hacia adentro del justicialismo nacional. Ninguno de los presentes en la reunión se atrevería a desconocer el liderazgo histórico de la vicepresidenta y su capacidad de traccionar voluntades a la hora de proyectar una elección nacional, pero como contrapartida siempre sostuvieron que sin los territorios, ese liderazgo podría verse amenazado. Con esa lógica, siempre intentaron limitar su poder interno, pero la capacidad de conducción, el apoyo de las bases populares y su propia decisión de no romper para asegurarse un lugar en el espacio los fue corriendo de sus intenciones iniciales. 

De hecho, cuando todo hacía suponer que la relación entre la ex mandataria y los líderes locales estaba destinada a naufragar luego de la creación del sello Unidad Ciudadana, con el que Cristina decidió abrirse del PJ en las elecciones del 2017, la alianza que llevó a Alberto Fernández a la Presidencia volvió a ordenar todo. Con evidentes tumbos, ese orden todavía se mantiene. 

“Me voy a poner al frente para que en 2023 el presidente o la presidenta que asuma sea uno de nosotros”, dijo el mandatario nacional el miércoles, en el acto con el que celebró su tercer año al frente del Poder Ejecutivo. En ese discurso, que conjugó aires de balance con una apuesta a futuro, señaló que se pondrá “al frente” del ordenamiento interno de la coalición oficialista “para que incluya a todos, donde todos tengan lugar”.

Algunos de los gobernadores más cercanos personal y políticamente a la vicepresidenta, con Kicillof y Alicia Kirchner como ejemplos más claros de ese colectivo, dijeron presente en la reunión del lunes. El sector sostiene una convivencia pacífica y logra todavía  que el grueso de los mandatarios provinciales unifique su discurso respecto a la actuación de la Justicia en la Causa Vialidad. Por el contexto obligado también, se descuenta que nadie cuestionará el liderazgo de CFK en voz alta, aunque la rosca se desarrollará por lo bajo. 

El refugio de los propios

Si hay algo que Cristina reconoce, sin matices ni falsas modestias, es que sea o no sea candidata seguirá siendo la gran electora dentro del universo panperonista nacional. Algo de eso quedó claro en la reunión en la que se juntó con su grupo político más selecto, tras la condena del pasado martes. Fue en Ensenada, tierra de Mario Secco, uno de los intendentes bonaerenses más leales al proyecto histórico del kirchnerismo. El encuentro no fue convocado especialmente ni tuvo como tema central el cierre del proceso judicial, pero sí estuvo marcado por alguno de los conceptos que la vicepresidenta expuso en su descargo. 

Allí, la ex mandataria diagnosticó un cisma político en el que la batalla hacia adelante comienza a ser abierta, ya no contra la oposición política sino contra un sistema que no disimula la defensa de sus intereses ni escatima en herramientas para defenderlos, incluso si eso conlleva avanzar sobre las formas institucionales que se lograron consolidar durante casi 40 años ininterrumpidos de democracia en la Argentina. Eso se iba a denunciar el lunes en el acto del CCK, que sobre el cierre de esta edición se reprogramó para el año próximo. 

Por esa razón, la masiva presencia de militantes y manifestantes sueltos que se proponían a mostrar su apoyo a la vicepresidenta deberá esperar nuevas oportunidades. Quizás, a partir del 2023. Las mismas buscarán sembrar una nueva semilla que, desde la movilización, vuelva a poner a Cristina en el radar electoral. Algo que, siguiendo la trayectoria histórica de la vicepresidenta, parece imposible. Salvo por un mandato al que ella asegura que nunca podrá renunciar, el del clamor popular que parece decidido a pedirle, esta vez, una marcha atrás. 

  

 


Seguí el desarrollo de esta noticia y otras más 
en la edición impresa de La Nueva Mañana
 
Todos los viernes en tu kiosco ]