Turismo Guillermo Goldes * 30/05/2020

El turismo científico y tecnológico, un desafío a conquistar

La provincia de Córdoba, en particular, tiene un gran potencial para el turismo científico y tecnológico ya sea por sus paisajes o por las proezas de ingeniería en sus construcciones.

Puente Canal en el acueducto Los Molinos-Córdoba. Foto: gentileza.


Especial para La Nueva Mañana

La expresión "Turismo Científico" tiene muchas acepciones. O bien, podemos incluir muchas actividades en este gran marco. Algunas de ellas se practican desde hace tiempo. Los viajes para observar y fotografiar aves, si van acompañados de una guiada experta y preparada, que nos permita comprender qué aves estamos viendo, por qué están allí, cuáles son sus principales hábitos, y sus parentescos evolutivos, son una variante, minimalista, de turismo científico. También las visitas a observatorios astronómicos, urbanos o rurales.

Y claro está, las vistas guiadas a museos de ciencias naturales. Sin embargo, el principal rasgo de la actividad turístico-científica moderna es el desarrollo de recorridos temáticos y conceptuales, con diferentes puntos de interés en distintos lugares, más o menos cercanos. Cada una de las postas o nodos de interés de esos circuitos  deben tener, por un lado, un interés específico por sus propias características. Por otro lado, deben sufrir un proceso de adaptación para poder recibir al turista con una propuesta atractiva: salas de exposición, mensajes desarrollados desde la comunicación pública de la ciencia, etcétera.

Por supuesto, es necesario un trabajo serio de difusión de esos circuitos y atractivos, más allá de iniciativas puntuales o espasmódicas. Ese es uno de los motivos por los cuales un grupo de profesionales de la Universidad Nacional de Córdoba, con apoyo del Ministerio de Ciencia y Tecnología de Córdoba, realizó un relevamiento fotográfico de las diferentes zonas de la provincia, desde la perspectiva de la comunicación de la ciencia, con vistas a realizar una Guía Fotográfica de Turismo Científico de Córdoba. Esa guía ya existe en formato virtual y puede consultarse en el sitio web: https://turismociencia.unc.edu.ar. El proyecto nació asociado a la Especialización en Comunicación Pública de la Ciencia y Periodismo Científico, carrera de posgrado que dictan Famaf y la Facultad de Comunicación Social, ambas de la UNC.

La provincia de Córdoba, en particular, tiene un gran potencial para el turismo científico y tecnológico. Los motivos son varios. Sus paisajes naturales son variados, sobre todo en el este, norte y oeste. Así podemos encontrar en los confines de Córdoba hacia el noreste, la Laguna de Mar Chiquita. Un destino que fue tradicional hace décadas, y pasó casi al olvido luego de la gran inundación de 1978. Ahora intenta recuperarse, con obras como la nueva costanera y un hotel de envergadura.

Sin embargo, los aspectos científicos no han sido explotados adecuadamente a lo largo del tiempo. Desde la geología, le existencia misma de la laguna se explica en forma sencilla. Hace 50.000 mil años, los tres ríos que hoy alimentan la laguna corrían hacia el este y terminaban en el Paraná. Pero hace 30 mil años, años más, años menos, un movimiento geológico levantó el borde este y sudeste, formando una especie de dique elevado, en una falla que los geólogos llaman Tostado-Selva-Melincué. Allí nació este espejo de agua, enorme en extensión pero de muy poca profundidad. Enorme, sí: alrededor de 80 km de oeste a este, y 50 de norte a sur, aunque eso varía con los ciclos de la laguna. Por ser poco profunda, contiene relativamente poca agua. Por ser muy extensa, recibe mucha insolación, razón por la cual la tasa de evaporación es muy alta. Al evaporarse el agua, las sales arrastradas por los ríos quedan en la laguna, que se torna cada vez más salada. Tanto, que ya es el doble de salada que el mar. Y los peces de agua dulce, como lo pejerreyes, se quedan en la desembocadura de los ríos.

Otros destinos no son tan conocidos. Como la región de Pocho, en el oeste cordobés. Esta zona, a la que se puede llegar atravesando Los Gigantes, o desde Mina Clavero por el sur, o bien desde Cruz del Eje por el norte, tiene un cúmulo de atractivos y un aire definitivamente agreste. Fue la última región donde hubo volcanes activos en Córdoba, hace unos 5 millones de años. Los cerros Ciénaga, Véliz, Yerba Buena, Agua de la Cumbre, lo testimonian. Fue la última zona volcánica activa, pero no la única.

Pocho guarda además un rosario de pequeños pueblos que mantienen una forma de vida muy tradicional: la Villa de Pocho, Las Palmas, Cañada de Salas, entre otros. Esta planicie salpicada de volcanes dormidos y de palmeras caranday termina en el cordón de las Sierras de Pocho, el último hacia el oeste de la provincia. Por él desciende el viejo camino de Los Túneles, realizado en la década de 1930 como principal vía de comunicación entre Córdoba y San Juan. Asomarse desde ese balcón natural al Bajo de Chancaní y contemplar los Llanos Riojanos a la distancia es una experiencia imborrable. Durante el descenso, se aprecia la cascada más alta de Córdoba, sobre el río La Mermela. Ya abajo, a pocos minutos hacia el sur se encuentra la Reserva Natural Chancaní y hacia el norte, la Estancia Pinas, futuro Parque Nacional Traslasierra.

Dique La Quintana - Córdoba. Foto: gentileza.


Pero además de paisajes naturales, Córdoba tiene diques, usinas, antiguas instalaciones mineras y otras maravillas tecnológicas. Y tiene centros de investigación, fruto de su tradición científica más que centenaria. Cada una de esas facilidades tiene un enorme potencial turístico, que puede ser desarrollado en forma respetuosa y complementaria de otras funciones. Tiene industria satelital, una central hidroeléctrica cavada en lo profundo de la roca, museos de ciencias con grandes colecciones. Sería una tarea interminable enumerar todos sus atractivos potenciales para el turismo científico. Solo es cuestión de comenzar a desarrollarlos, en conjunto con las comunidades locales. ¡Manos a la obra!

(*) Comunicador científico y profesor Famaf - UNC.

 


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