Opinión Mariano Saravia 18/07/2017

La clepto-plutocracia ataca por varios flancos

La semana pasada en la crisis crónica que vive la democracia brasileña ocurrió una reforma laboral que ataca las conquistas de los trabajadores, fue aprobada por el Senado, y Lula da Silva fue condenado a nueve años y medio de prisión.

Esta semana hubo una manifestación masiva en la Avenida Paulista, corazón político de San Pablo.

En el momento más difícil para Michel Temer, cuando todos los días surgen nuevas pruebas de corrupción que lo complican, sucedieron dos cosas muy importantes en el marco del plan de destrucción de la democracia. Y en estos dos casos se vio más patente que nunca la complicidad de la partidocracia, el Partido Judicial y los medios hegemónicos, las tres patas de la cleptocracia que se ha enseñoreado en el Brasil. Al decir del intelectual brasileño Antonio Houaiss, la cleptocracia es un régimen político-social en el que las prácticas corruptas son admitidas y consagradas. Hoy, ocho ministros de Michel Temer están acusados de corrupción y su base parlamentaria está formada por una banda delictiva. Y paradójicamente son los mismos popes de esta cleptocracia los que encabezaron el golpe parlamentario contra el gobierno de Dilma Rousseff el año pasado, con la excusa justamente de… la corrupción.

Esa coordinación de las tres patas de la cleptocracia muestra la importancia de lo que llamamos batalla cultural, o batalla de ideas. Y es lo que explica la forma en que el sentido común más básico impuesto desde arriba le ganó a la reflexión y por qué entonces los trabajadores pueden reproducir el discurso y generar las condiciones para que sus propios verdugos avancen en el castigo que les espera.
El martes 11 de julio, el Senado aprobó una Reforma Laboral que borra los derechos de los trabajadores y tiende hacia una esclavitud moderna. El miércoles12, el juez Sergio Moro condenó a Lula a 9 años y seis meses de cárcel y 19 años de inhabilitación para ejercer cargos públicos, sin ninguna prueba. Las dos medidas tienen mucho que ver entre ellas, una sin la otra no cierra y se complementan.

En cuanto a la flexibilización laboral, realmente es un paso hacia la esclavitud moderna, algo que hace las delicias del Régimen Neoliberal de Macri en Argentina, sólo que le llevará un poco más de tiempo y de trabajo. Concretamente, con la ley que aprobó el Senado brasileño se terminan las paritarias por sector o por sindicato, se podrá negociar por empresa e incluso individualmente; se terminan las vacaciones pagas, porque los patrones pueden hacer contratos temporarios, por ejemplo hasta diciembre y desde febrero. Si querés tomarte enero, adelante, pero no te lo pago; se termina la jornada laboral de 8 horas, el sueño por el que dejaron la vida tantos y tantos, entre ellos los mártires de Chicago, hace nada menos que 130 años.

Ahora el patrón podrá extender la jornada hasta 12 horas de trabajo, sin que se paguen como horas extras; las mujeres estarán obligadas por ley a informar de un embarazo, que podría ser incluso motivo de despido sin indemnización; y muchos otros cambios del tipo de reformas que pregonan los representantes de la clepto-plutocracia (el gobierno de los ricos y corruptos).

El miércoles, el juez Moro condenó a Lula, el candidato mejor posicionado para las elecciones del próximo año. Se cae de maduro y se entiende porque tiene una coherencia milimétrica, aunque carezca de pruebas y seriedad el fallo del juez estrella y mandadero de “la embajada”. Para poder garantizar la imposición de la neo-esclavitud es necesario enterrar 20 metros bajo tierra a los líderes que pueden llegar a reencender la llamita de la esperanza, de la lucha, de la resistencia. Necesitan verdaderamente volver a los ’90, cuando nos convencieron de que la historia había terminado y que las ideologías habían muerto. No había alternativa al neoliberalismo imperante y lo único que cabía era bajar la cabeza y recibir los palos. Hoy, en cambio, la situación es muy distinta. Aunque Temer es una mezcla de Figueiredo, Collor de Melo y Fernando Henrique Cardoso, y aunque Macri es una mezcla de Videla, Menem y De la Rúa, hay algo muy distinto. Y es que hay un pueblo con la memoria fresca, tanto en Brasil como en Argentina. Una memoria de un tiempo reciente en el que se ganaron derechos y calidad de vida, y eso nos sigue demostrando que la historia nunca termina, que sí hay alternativas, y que esas alternativas están a la vuelta de la esquina. Y las cristalizan líderes como Lula o Cristina. Por eso es tan necesario dejarlos fuera de combate.

Sin embargo, todo está en discusión. La defensa de Lula ya alegó y el tribunal de alzada al juez Moro es la cámara de Porto Alegre, que podría tomarse entre un año y un año y medio para decidir. En ese tiempo, Lula ya podría incluso ser presidente electo. Y en caso de un nuevo revés, se puede apelar a la última instancia que es el Tribunal Superior de Justicia, lo cual llevaría un par de años más.

Pero la justicia brasileña, al igual que la argentina, ha demostrado ser un barrilete a merced de los vientos políticos. Por eso, será sumamente importante la reacción del pueblo en la calle. Esta semana hubo una manifestación masiva en la Avenida Paulista, corazón político de San Pablo. Sin embargo, en Río de Janeiro y otras ciudades, las reacciones fueron menores. “Hay mucho miedo porque la Policía está reprimiendo mucho y las personas no se arriesgan”, me dice Eliane, una mujer de unos 60 años que está en un puesto callejero y ciudadano pidiendo firmas en contra de la decisión del juez Moro.
Mientras tanto, y más allá de las movidas de este ajedrez político, los resultados de las políticas neoliberales se sienten en la vida cotidiana y en todos los sectores. Blas Rivera, cordobés, saxofonista y pianista, vive en el mítico barrio carioca de Santa Teresa desde hace décadas. Sin poder disimular su bronca, me cuenta: “Están desmantelando la cultura, como también la educación, la salud pública y todo. Por ejemplo la Orquesta Sinfónica Brasileña, una institución, está sin recibir fondos desde hace seis meses, y los músicos están desesperados. El primer violinista, una talento maravilloso, está tocando en el subte para poder darle de comer a su familia”.

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