Ed Impresa Por: Ignacio Martín 29/06/2019

Melero sobre el arte: "El más representativo, es el que está oculto"

La Nueva Mañana dialogó con el músico y compositor en el marco de “La retirada, lloviendo, una octogésima parte del futuro”, la muestra que presenta en Córdoba.

El músico fue convocado por Aníbal Buede para construir una instalación sonora para la propuesta. - Foto: Rodrigo Ottaviano

Daniel Melero es uno de los actores más importantes que tiene la historia del rock argentino. Autodidacta desde preadolescente, no solo participó activamente de Oktubre (1986) y Canción Animal (1990), dos de los discos más importantes de la música popular argenta, sino que además apadrinó a los principales grupos de la llamada “Movida Sónica” de los 90: Babasónicos, Los Brujos y Juana La Loca.

Más allá de su trabajo con artistas fundamentales en nuestra música, desde que formó a Los Encargados, el primer grupo techno del país, Melero lleva adelante una carrera artística completamente ligada a lo contemporáneo. Mejor dicho, ligada a lo distintivo del sonido y a su variedad desde el rock y pop radial hasta el ambient, el shoegazing, el new wave y el art-pop.

En el marco de esa constante búsqueda y experimentación, el músico fue convocado por Aníbal Buede, artista y docente de la Universidad Provincial de Córdoba, para llevar adelante “La retirada, lloviendo, una octogésima parte del futuro” en el 220 Cultura Contemporánea.

Allí, la propuesta que reúne a un total de 15 artistas consiste en tomar el espacio a modo de “obrador” como terreno precario y en constante mutación. En la apertura el espectador se encontrará con los procesos de trabajo de cada artista en suspensión, y podrá experimentar el obrar más que sus obras. Estos procedimientos estarán contaminados por un colchón de sonidos que flotará por todo el espacio y que fueron diseñados por Daniel Melero y el grupo Las Hijas de Israel.

La Nueva Mañana dialogó con el músico sobre la muestra y su visión de un rock argentino que, por momentos, adolece de su visión centrada en lo novedoso.

¿Con qué se encuentra la gente cuando entra a la muestra?

- Yo estuve en la inauguración, por lo que es probable que al día de hoy haya tenido cierta evolución mientras tanto. Dadas las características de la muestra, que tiene signos de “obra en construcción”, puede haber evolucionado desde la última vez que la vi. Básicamente, es un “gran obrador” lo que se ve, con cosas fantásticas y cotidianas al mismo tiempo.

Parte de la muestra en 220 Cultura contemporánea. Foto: Matías Wonko

A ese gran obrador, ¿qué impronta le impuso Daniel Melero?

- Mi injerencia estuvo más en el caso del sonido. Porque digamos que este es un gran plan de Aníbal Buede; el hecho de ponerme a mí en la jerarquía que me coloca es un gesto de amistad te diría. En términos musicales, lo que se buscó como parte de su idea es construir una instalación sonora que estuviera a la altura del techo de la gente y conformada por parlantes muy distintos unos de otros. Con  zonas de música focalizada y por momentos superpuestas, con cualidades sonoras cercanas a lo fantasmagórico, pero no al miedo. Se trata del recuerdo de cosas que podrían haber pasado en ese espacio del 220, que es como una trastienda de la galería, donde nunca se exhibe nada. Lugares que parecerían ir a alguna parte pero no van a ningún lado y tienen un recorrido por momentos, similar al de un laberinto. En ese sentido, la muestra tiene un recorrido que uno debe ir descubriendo por sí mismo. Es una propuesta errante.

Hablando de recorridos laberínticos, tenés una carrera donde pasaste por una gran diversidad de géneros musicales como músico y productor. Algunos dicen que sos el Brian Eno argentino, pero ¿te molestan las comparaciones?

- La verdad que si me tuviera que poner molesto por denominaciones, sería superficial de mi parte. Que la gente sea reduccionista y trate de explicarte a través de un concepto que involucra a otras personas no tiene porqué ser un problema. Para muchos será como decirme un halago, pero no es algo a lo que le haya puesto atención particularmente.

¿Y cómo te sentís ante el “halago” de que tantos artistas te hayan buscado para participar de sus creaciones?

- Justamente, el halago es que ellos quieran participar con vos, como es este caso con Aníbal. Debe haber alguna clase de ingrediente que debo tener en mis visiones que hace que otros me elijan para trabajar con ellos. Ese es un verdadero obsequio.

¿Cómo ves la actualidad del rock argentino y de esos artistas que te siguen convocando?

- Creo que es un momento bastante complejo desde el punto de vista de la industria de la música. Pero históricamente, la industria se encargó de escupir productos sin pensar en su contenido. Hay una relativa posibilidad que es el desafío de hacer cosas que no tienen mercado y desarrollarse de una manera única, fuera del paquete de lanzamientos de una empresa. Creo que los tiempos son desafiantes y mucha gente joven ni siquiera tiene que adaptarse a estos cambios, porque están entrando a un sistema que ya era así. Argentina siempre produjo música muy interesante. Pero como siempre, el arte más representativo de su época es el que más oculto está.

¿Tenés contacto con la escena cordobesa?

- Solo a través de los periodistas. Con los únicos que entré en contacto directo fue con Las Hijas de Israel, que son unos muchachos muy radicalizados en sus posiciones musicales y me parecen súper interesantes. Pero no me gusta pensar jamás en términos de escena, que se trata básicamente de grupos de chismes. No niego que el arte está muy vinculado al chisme, pero las escenas también son grupos muy cerrados, que empiezan a estar reglamentados.

La porpuesta es un “gran obrador”  donde sucenden cosas fantásticas y cotidianas al mismo tiempo.Foto: Matías Wonko

¿En la “Movida Sónica” existía ese círculo cerrado?

- No, porque estaban agrupados desde su diversidad bajo un mismo nombre. Definitivamente Tía Newton era muy distinto a Juana La Loca o Babasónicos. Es decir, no había un estilo sonoro que los uniera, sino que era una serie de gente que estaba haciendo operaciones de cambio y coincidieron, pero no era una escena en sí misma.

En algunos casos, la etiqueta de “Nuevo Rock Argentino” sigue vigente, aunque hayan pasado un par de décadas.

- Quizás tiene que ver con la poca innovación que vino después, porque es increíble que yo con 61 años aún represente ideas nuevas. Tal vez eso habla bien de mí o que no hay muchas alternativas a la vista.


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