Fernando Cabrera, como en casa
El músico uruguayo vuelve a Córdoba para presentar su último trabajo “432”. Antes de su espectáculo en el Salón de Actos del Pabellón Argentina, repasa los entretelotnes de un trabajo que lo encuentra en plena vigencia.
En 432, Fernando Cabrera demuestra que la música puede ser un lenguaje universal, más allá de las particularidades de idioma, idiosincrasia y estilos. Para chicos y grandes; curiosos y tradicionalistas. Sólo o acompañado, el cantautor uruguayo juega con una soltura poco común para un artista de su trayectoria, con casi una veintena de álbumes editados en poco menos de cuatro décadas de trabajo sostenido.
El disco es, en cierto modo, la continuación de lo anunciado en Viva la patria (2013). La formación en ambos es la misma que acompaña al músico cuando este no se presenta por su propia cuenta. Y es precisamente ese elemento el que permite el cantautor reforzar su perfil de “decidor”. El grupo es capaz de adaptarse a cualquier inclinación en la voz de un trovador con fluidez propia, que se acerca igualmente al fogón rioplatense, al rock, al tango y a la milonga campera, pero siempre desde un lugar propio.
El sólo de “Copando el corazón” podría ser parte del Artaud (1973) de Pescado Rabioso. “Oración” es una canción veraniega que pasaría por una joya oculta de Los Tipitos ó Estelares. “Malas y buenas” suda sentimiento rioplatense, pero juega con una armonía sorprendente y pinceladas de soft rock adulto, a lo Wilco en esa obra fundamental que es Sky Blue Sky (2007). Y además de esas y otras variantes, una de las notas distintivas de 432: una pequeña sección ligada al sonido acústico, en la que Cabrera enlaza cinco pequeñas composiciones (incluyendo una de los también uruguayos Eduardo Larbanois y Mario Carrero), bautizadas por él como “micro canciones”.
-Dedicaste una sección entera de 432 a piezas breves y de tinte intimista. ¿Cómo surgió la decisión de incluir ese registro dentro del disco?
-Tengo micro canciones desde siempre, desde que empecé a componer hace como 40 años. En más de un disco mío aparece alguna, canciones de menos de un minuto, o de menos de un minuto. Te diría que desde mi primer disco solista, en el año 84. Tenía algunas guardadas y en vez de distribuirlas se me ocurrió hacer una sección, una zona en la que vayan todas juntas, como esos discos en los que la cara b tiene varias canciones cortas, una atrás de la otra. A mí me gustan mucho porque al momento de escribirlas tenés que decir todo en cuatro líneas. No precisa repetir, agregar más decorado o tener más desarrollo. Es la contundencia de un pequeño poema, o una frase. Es lo que es.
-Hiciste el álbum más corto de tu carrera. ¿Creés que la atención de la gente está dispersa?
-El disco tenía tres canciones más, que fueron grabadas y mezcladas. Y a último momento, mientras pensaba en el orden y cómo combinar una con otra, me pareció que estas tres (dos normales y una micro canción) no dialogaban, estiraban el disco. No quiere decir que no me gusten. Las saqué pero las guardé, obvio, quedaron grabadas, impecables, capaz para un disco futuro, pero me pareció que tenía que sacarlas. No pensando en la duración, más allá de esto del déficit de atención, sino por el hecho de que las sentía fuera de diálogo con las demás canciones. Y cuando escuché el disco con esas tres ausencias, lo encontré muy redondo, quedé muy conforme, no me arrepentí para nada.
Es cierto esto de que la gente ahora tiene menos tiempo, estamos de acuerdo, pero me parece que estaría bueno no acostumbrarnos. Si uno tiene que hacer una cosa más o menos larga, bueno, hacerla igual. Capaz que mi próximo disco dura tres horas, no sé. Depende de cada caso.
Sin edad
“No se me ocurrió todavía, pero me lo propusieron muchas veces. Lo que sí sucede es que a mis recitales, toda la vida fueron muchos niños, como también van muchos viejos, universitarios o personas de mediana edad. Es cierto que hay una cantidad de canciones en mi repertorio que le sientan perfectamente a los niños, pero no sé si hay necesidad de separar y hacer un espectáculo dedicado exclusivamente. Yo creo que la música es para todo el mundo. Pero nunca hay que decir nunca”, confiesa Cabrera en relación a un vínculo de años con cierto registro asociado a las canciones infantiles (“El maldito amor”, a capela, es el ejemplo más notorio en este último trabajo).
Lo curioso es que 432 es, además, el número de la casa de sus abuelos maternos, donde pasó buena parte de su infancia y adolescencia. La vivienda, en el barrio Paso Molino de Montevideo, conserva cierta mística para Cabrera, quien asocia buena parte de su formación como persona a aquellas calles, vecinos y comercios, y también a la figura de su abuela. “Quise hacerle un guiño, un saludo a mi familia, y se me ocurrió titular el disco con una cifra. Me imaginé también que podía generar preguntas de este tipo”, analiza el cantautor entre risas.
Ese aspecto lúdico y esa vocación de dejar asentada una pertenencia también se observan en otra de las postales más bellas de 432: “Cancionero”, que no es más que un listado de grandes nombres de la música uruguaya del siglo XX. Sólo 36 segundos alcanzan para generar un recorrido arbitrario por el legado de la canción de su país, que toma la forma de una pequeña fábula e incluye una última frase que queda resonando entre los acordes: “Viglietti el fogón anima, Zitarrosa y al final Mateo cantando encima de su música abismal”.
Resume Cabrera: “Es otro guiño, como el que le hice a mi familia. Acá en Uruguay es muy fuerte el pasado musical que tenemos, y para mí el presente también. Todos me han enseñado, he aprendido de todos. A muchos los conocí, muchos de los que nombro ahí fueron amigos míos; otros no porque se murieron antes o no los conocí. Pero sí tengo un gran agradecimiento hacia la música uruguaya”.
El show
Fernando Cabrera se presenta en el Salón de Actos del Pabellón Argentina (Ciudad Universitaria) este sábado a las 21, donde mostrará las canciones de su nuevo trabajo, “432”.
Tickets en venta a través de sistema Edén Entradas y en la disquería (Obispo Trejo 15).
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