“¿Y si empezamos este año en romance con la vida hasta el caracú poético?”

Laura Escudero trabaja las palabras desde la búsqueda de un cierto espíritu salvaje al que quiere volver y al que nos invita explorar en esta entrevista.

Cultura 09/01/2018 Barbi Couto
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Laura Escudero es escritora, poeta, especialista en literatura para niños y jóvenes y promotora de la lectura, entre muchos otros desafíos que componen su vasta y reconocida trayectoria.

Desde La Nueva Mañana le propusimos una entrevista que conjugara preguntas y respuestas digitales cual conversación por mail, porque leerla siempre abre diálogos, multiplica resonancias en los otros, nos deja saboreando la musicalidad de su poesía. “Me entrego al momento en el que estoy”, dice Laura, “eso trato, con cuore, cabeza, cuerpo. Mi trabajo consiste en un enamoramiento un poco misterioso de un objeto que se me escapa todo el tiempo pero me rodea, me desafía y energiza”.

No le gustan los balances cuantitativos porque confunden lo que uno es por lo que ha conseguido, que siempre es relativo. Pero conversamos sobre este 2018, sus desafíos, la posibilidad de las palabras y la poesía para permitirnos crecer y sostener la alegría como si fuéramos niños enamorados de la vida.

-Empezar un año nuevo es crecer un poco, como era en la infancia medirse la altura contra la pared y descubrir no sólo el crecimiento sino también el paso del tiempo. ¿Cómo crecemos los adultos? ¿nos da alegría, como cuando éramos chicos, celebrar un año más?
-Ah, es un bonito ejemplo: una se detiene un día y traza una marca sobre la pared, entre esa marca y la anterior hay una elipsis, algo sucedió en silencio sin que nos diéramos cuenta y de repente un día cualquiera (que nunca es un día cualquiera) se cotejan las marcas y se dice, ¡cuánto creciste! La marca permite tomar una distancia para ver y celebrar. Crecer, me parece, es movimiento, dejarse tocar (emocional, lúcidamente) por lo otro, otras personas, criaturas, lugares, sonidos, luces, el mundo. Hay una idea de crecimiento que me interesa: el trabajo de aprender con todo el cuerpo. En ese caso me parece que crecer da alegría hasta el final. A mí me deslumbra aprender, especialmente de gente que quiero.

-Se va un año aciago y marcado por la conflictividad, la crisis, la grieta social y muchas noticias pesadas; y arranca otro donde muchos no tienen perspectivas de una mejora significativa en el contexto general. En el ámbito cultural se vive, de alguna manera, un clima de supervivencia y resistencia. ¿Cuál es tu opinión al respecto? ¿Cómo vivís este paso por el portal al 2018?
-Me parece que son épocas de resistencia íntima. A veces me abruma el escenario político y después pienso que hay un movimiento posible que es justamente lo que se niega: la atención a la microestructura.

Te diría incluso un modo femenino, tiempo de lo receptivo y el cuidado de los detalles humanos, uno por uno, lejos del montón homogéneo y mercantilizado, que el producto bruto se haga producto cultivado, intangible y perdurable. Las marchas dibujadas como un tapiz de gente con banderas de colores que ondulan calles y las transforman: ahí hay uno por uno. No hay que permitir que eso se enuncie como un montón homogéneo, ahí hay una voluntad de sumar presencia por cada cuerpo, presencia irreductible.

Es tiempo de insistir en la intimidad, por ejemplo, el aula. Orientar la escucha, que la lengua haga su pequeña revolución en el pensamiento de cada persona, que espere porque a veces es fuerte la tentación de decir como un impulso de poder inmediato, y el poder verdaderamente revolucionario de la lengua es conectar pensamiento de manera inédita; salirse de la huella, limpiar el condicionamiento plano que nos hace repetidores seriales de ideas ajenas. Trabajar para cultivar las ideas propias en intenso trabajo, creo fuertemente en el trabajo subjetivo. Esa es una ética que me interesa.

-En tu libro “La noche de las cosas”, editado con un cuidado amoroso en la colección Frontera del sello colombiano Babel Libros, el protagonista atraviesa una noche oscura en un viaje que le permite conocer a su abuela, sus razones, su historia y encontrarse en esa historia. ¿Vos decís que como sociedad estamos atravesando un difícil y oscuro viaje en la noche? ¿Quiénes serían en ese caso nuestras visitas en la noche, que nos ayuden a encontrarnos con la luz de sus relatos?
-“La noche de las cosas” fue una novela escrita desde la pregunta, creo que no hay una respuesta definitiva y todos andamos un poco tanteando la oscuridad, alertas a los resplandores del mundo. Si los dejáramos venir con amabilidad para ver lo que se abre frente a nosotros, con sutileza y firmeza, me parece que nos entenderíamos un poco mejor. Vuelvo a la idea de aprender con el cuerpo, de no clausurar a los otros, más bien eludir el juicio impetuoso.

En estos tiempos en que el poder trabaja sobre los sentidos aplanándolos, quitándoles resonancias, unificándolos en la apariencia de verdad única, absoluta y liviana, hacer una apuesta por el misterio vital me entusiasma: no es fácil, no hay una receta, todo movimiento es político, se juega en cada gesto de la vida, en cómo decide una qué hacer con el tiempo que le es dado, hacerse soberano de la administración de ese tiempo, jugar la contracara del aturdimiento.

Encontrarnos a nosotros mismos es ya un desafío, escuchar lo que viene del fondo de uno mismo, ese fondo que está hecho de otros porque no somos sueltos, somos entramados.

-Siempre que te escucho, en presentaciones, en jornadas, o te leo en ponencias o en las redes, siento que brota poesía hasta de tus frases más cotidianas. ¿Cómo es vivir de alguna manera atravesada por la poesía?
-Qué lindo eso que decís, es una imagen de mí muy amorosa, gracias. Valoro muchísimo ese fragmento inesperado de vuelo poético que pasa en fluir de la vida cotidiana. Me llevó tiempo volver a mi naturaleza, quitarme las capas de normalidad (por acomodar a la norma) que amortiguaban mi recepción sensible.

También lo valoro como recorrido. Muchas veces digo que hay un espíritu salvaje al que quiero volver y es cierto, volver no es lo mismo que haber estado ahí siempre con cierto candor por no haberme preguntado nada. Volver es elegir, es un cultivo de lo silvestre en el sentido de raspar superficies para que las materialidades discursivas toquen las materialidades humanas, para que la criatura de este mundo que soy deje un trazo lleno de mí, escribirme en conexión directa con todo lo que me rodea, hundir un sonido en el silencio que profundice la relación entre esas dos presencias: sonido - silencio. Y dejar libre a la recepción de los demás los efectos de esas presencias, con confianza, como cuando no hay nada que explicar porque el cuerpo ha comprendido solo.

-En tu libro “Ema y el silencio”, precioso libro publicado por el Fondo de Cultura Económica y ganador del Premio Hispanoamericano de Poesía para niños 2015, explicás que hay un silencio en el silencio que guarda la música del mundo. ¿De qué manera el silencio puede ser poesía? ¿o música? ¿Puede ser percibido así por todos o hay que tener una sensibilidad especial?
-Mucho de lo que escribo tiene un origen en algo que he leído, queda ahí en estado de espera y fascinación. Ese poema fue escrito a partir de la lectura de un fragmento del libro Pequeños tratados de Pascal Quignard:

“El cielo, el río, el océano, los astros y la tierra son de una belleza majestuosa y no hablan. Las cuatro estaciones y su cortejo de plantas, de luz, de nieve, de bestias y vestimentas se suceden y no hablan. Los miembros, los ladrillos, los excrementos, los dientes, la pequeña infancia y la extrema vejez, los pétalos, la gravilla, los ojos y los sexos participan de esta belleza y no hablan. Los hombres discuten entre ellos, se dirigen a los dioses y dan opiniones porque temen a la belleza atroz. Las palabras de los hombres son agua y azúcar que se mezclan al concentrado del Arac más puro. Las obras son cucharitas que sirven para mezclar el agua, el Arac y el azúcar en el vaso. El vaso son las ciudades del mundo; esa mezcla diluida, la nombran con el extraño nombre de Lenguaje.”

Y pienso que la sensibilidad es una posibilidad para cualquiera que se lo permita, lo cultive y le interese.

-¿Qué proyectos tenés para este 2018 que ahora arranca?
Ah… en el territorio de la escritura tengo proyectos en diferentes estados de avance, algunos caerán, otros se demorarán y otros prosperarán seguramente con algo de la materia residual de los proyectos fallidos. En la escritura muchas veces hay páginas que son el compost para otras germinaciones. Posiblemente algo de poesía que ya está escrita. Puede que haya una novela. También la participación en la Jornada 2018 del Cedilij (Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil), con presencias estimulantes.

-Me permito una apreciación personal. Trabajás con las palabras, en primera instancia sos muy reconocida en el ámbito de las palabras para chicos y chicas, pero quienes te leemos sabemos que trabajás las palabras, las historias, la poesía, la literatura, a secas, para todos. Pero intuyo de tu parte un valor por características propias de la infancia: jugar, disfrutar, curiosear, percibir todo, estar atento. Y me permito volver a la primera pregunta por si quisieras agregar algo más: ¿Cómo crecemos los adultos? ¿nos da alegría, como cuando éramos chicos, celebrar un año más? ¿qué podemos recuperar del “ser chicos” que nos ayude a ser más felices?

-Me gustaría que fuera así, saber que escribo para chicos porque elijo que algo de mi escritura se deslice por esa zona de relación con las palabras en las que hay una carga sensorial fluida, enigmática, lúdica cercana a mi naturaleza y que puedo moverme por otras zonas. De hecho, como lectora exploro textos inclasificables, la poesía y su materia indomesticable. Y también quisiera de mis textos para chicos que sean honestos, que no eludan mis propias preguntas, la complejidad del mundo, ni siquiera mis recorridos lectores, la sofisticada relación entre el mundo y el lenguaje porque si no qué sentido tendría.

Me gusta tu invocación a la infancia para celebrar un año que comienza, el tiempo es presencia y experiencia para la mayoría de los chicos, muchas veces los grandes en ese afán por domesticar para no perder nos perdemos de todo, el tiempo práctico parcela la vida y lo que queda es triste, desapasionado y anestesiado. ¿Qué tal si empezamos este año en romance con la vida hasta el caracú poético?, total después, ¿quién nos quita lo bailado?.

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