“La Superball”, historia de un trasfondo de época detrás de la pelota

El documental se estrenará la semana próxima, con un relato cinematográfico de la nostalgia de las primeras pelotas de fútbol detrás de Bell Ville.

Deportes 14/08/2020 Federico Jelic Federico Jelic

Un documental sobre la historia de la pelota de fútbol. VacaBonsai Colectivo Audiovisual

La nostalgia echa pelota. El juguete favorito, los potreros, la artesanía que hay entre el taller y el inflado del fútbol forman parte de un rompecabezas tallado de ilusiones quedaron exhibidos como rituales sagrados, que perfectamente personifica el documental “La superball”, con foco en la baqueana Bell Ville, la ponderada “capital nacional (por qué no mundial) de la pelota de fútbol”. 

Una idea que transporta telepáticamente en esa transición entre la infancia y la adolescencia, con el progreso de la pelota que tanto amamos al jugar al “25”, al “gol-entra”, a los penales o a un picado sin fecha de vencimiento, solo cuando nuestros padres nos buscaban para hacer los deberes o tomar la leche. O cuando la luz del sol se ocultaba entre las pocas nubes que rondaban el cielo. Y después, soñando con tener la pelota oficial, la profesional, que de un día para otro con mucha sorpresa nos enteramos que la fabricaban en un pueblo risueño del interior cordobés.

Todo ese traspaso, hasta llegar a la desconfiada madurez de adulto, queda reflejado en esta historia a cargo del director Agustín Sinibaldi, a cargo de la productora VacaBonsai Colectivo Audiovisual.

El proyecto fue concretado con el apoyo del INCAA Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales y la Municipalidad de Bell Ville.  

“La verdadera historia de la pelota de fútbol” es el lema que invita a degustar un párrafo importante de un camino trazado envuelto de ilusiones y polémicas, que a pesar de las dificultades aún sigue picando y rebotando en todas las áreas marcadas con cal de una percudida bolsa robada para esa finalidad,  de alguna obra en plena construcción.

Con ese gran adelanto casi tecnológico que significó en el mercado futbolero la creación de una pelota a válvula y con costura invisible, y los alcances de esa revolución de una época de “cabezas duras” por cabecear y patear las antiguas pelotas de tiento y cuero. 

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Claro que primero para montar el contexto hay imágenes de época, de los trabajos en talleres artesanales, la magia de los partidos de las Ligas regionales y todo ese folklore necesario para dar cuerda suelta a la pasión. Pero detrás de cada gol que se grita, de cada tiro libre en el travesaño o y de cada necesidad de “un pique” que propone el árbitro para reanudar el juego luego de algún parate, hay una historia. De las lindas y las no tanto.  

El documental abarca las sensaciones y orgullos de un pueblo convertido en ciudad a partir de su materia prima pasional transformada en pelota de fútbol, los orígenes de los clubes  y la evolución del mismo fútbol, junto a  las contradicciones de hoy donde el mercado, las marcas y las ofertas económicas superan ampliamente las propuestas que puedan tener las pymes locales y los emprendedores rurales y urbanos. Todo ese cóctel deja como resultado una melancolía en blanco y negro, con la dura cachetada del progreso como atenuante para limitar a una industria que lucha diariamente por sobrevivir. 

La fotografía del film invita al pasado, a las añoranzas, con testimonios de lugareños que dedicaron toda una vida a la fabricación de ese extraordinario elemento que desata amores, odios, pasiones y emociones de toda naturaleza. Incluso hace un abordaje a las vicisitudes laborales, a los postergados del sistema, a las inequidades de competencia mercantil en la actualidad y a las prioridades de una AFA que no van de la mano con lo romántico. Hasta aparece el campeón del mundo Mario Alberto Kempes, hijo pródigo de Bell Ville, como para decorar un relato que deambula entre la añoranza y la dura realidad sin anestesia. 

Una historia que merecía ser contada con un enfoque cinematográfico que invita a pensar las supuestas bondades de la evolución sin dejar de lado el amor propio de un sello simbólico que destacó a una ciudad asfaltada con gajos de fútbol.

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Todo futbolero debe tener este documental como insignia de una actividad que parece haberse estancado en época pero que tiene sus implicancias en lo cotidiano. Total, la pelota va a seguir rodando, independientemente de su lugar de fabricación, sea en Indochina, sudeste asiático, una empresa prestigiosa radicada en un país desarrollado o en un viejo galpón sin ventilación ni luz acorde, desatendiendo orígenes y cultos, pero como acto de justicia, no todo quedará en el olvido o en la vitrina de un museo. 

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