Deportes Por: Federico Jelic 06/08/2018

“Me formé como persona y delantero en Instituto, con viejos maestros y amigos”

Goleador histórico con 93 gritos con la camiseta albirroja, Dertycia palpita el Centenario de vida del club, que celebrará con una gran fiesta y con reencuentro de viejas glorias.

100 AÑOS DE LA GLORIA

“Yo te juro que los veo a todos. Te juro, miro para los costados, en cada sector de la cancha, están ahí. Lo veo a Munutti al arco, al Negro Nieto, a Brunetto, a Ramón Álvarez, al tucumano Meza. Estamos todos. Allá está Rodolfo Maravilla Rodríguez, la Vieja Beltrán, el Chino Benítez y Mastrosimone también, haciendo alguna diablura. Están ahí, no estoy loco. Esto que te cuento es normal en todos los que amamos y vivimos del fútbol. Sentimos así este barrio, Alta Córdoba e Instituto nos genera esas sensaciones y mucho más, como si nunca nos hubiésemos retirado”.

Con los ojos empañados, mirando el horizonte, como si se trata de un vuelo espiritual, Oscar Dertycia camina por el césped del Monumental de Alta Córdoba y parece que habla solo, pero en realidad se dirige hacia esas sombras que nadie puede ver y que lo acompañaron en toda su formación y en su carrera. Es un espectáculo solamente para él, en una función que lo tiene de único invitado. Totalmente verídico.

Instituto se encuentra en la cuenta regresiva de Centenario de vida. Éste miércoles soplará 100 velitas en una torta bien albirroja.

Más allá de los festejos, las cenas, los desfiles, los partidos homenajes con viejas y eternas glorias del club, el “Cocayo”, goleador histórico de la institución (93 conquistas en total), hizo referencia a las sensaciones que le provoca el siglo de vida de Instituto. “Es raro explicarlo porque la verdad, se siente demasiado y no hay tantas palabras. Me embarga una felicidad tremenda, sobre todo el hecho de poder ser parte de los festejos y de estar presentes. Hay muchas emociones en todo esto. La sensación de vivirlo, sentirlo y cumplirlo es enorme. Alta Córdoba fue mi vida. Yo vengo a rendir tributo a mis colores de siempre”, afirmó en diálogo con La Nueva Mañana.

“No me quedó nada pendiente aunque me hubiese encantado superar los 100 goles con esta camiseta”, enfatiza Dertycia, y agrega: “El Enzo (Francéscoli) lo pudo lograr, pero igual me siento parte de esta historia. Fueron 83 gritos, 83 en Primera, 10 en la B Nacional, te juro que me acuerdo de cada uno de ellos. El gol era una obsesión para nosotros. Estuve cerca. Pero llegamos con vida al centenario y eso es bien importante”.

“Vamos a emocionarnos y a llorar como locos cuando cantemos el cumpleaños que Instituto se merece”.

- Ya estás palpitando el reencuentro con los viejos compañeros de vestuario...
- Cuando me ponga los “cortos” y empiece el precalentamiento se me van a aflojar las piernas. Será una locura, algo imperdible. Vendrán a la cabeza miles de sensaciones y de recuerdos. De ex compañeros de vestuario y miles de historia. Me formé como persona y como delantero acá, con viejos maestros, con amigos, y sobre todo con referentes. Los más jóvenes teníamos mucho respeto y escuchábamos a los más experimentados. Queríamos aprender. Sea con momentos o a los golpes.

- ¿A qué te referís cuando decís “a los golpes”?
- Eran otros tiempos, donde los capitanes te decían las cosas una o dos veces y si no respondías o no dabas bola, te pegaban de verdad. Eran otros códigos. Ahora me da mucha gracia. ¿Sabés como era de Bravo el “Negro” Nieto? Había que hacerle caso sino se te armaba.

- ¿En serio?
- Hay miles de anécdotas. Una vez el “Negro” me metió dos trompadones en la espalda, me hizo saltar la escalera del túnel, porque yo andaba medio empacado (risas).

- ¿Cómo fue?
- Ahora me río pero en ese entonces, era casi una pelea. Pero los jóvenes no respondíamos y nos callábamos la boca. Fue en el ’84, empatábamos 0 a 0 con Chacarita, y me había “comido” dos goles solos frente al arquero; y Nieto me dijo que el árbitro ya lo había amenazado de que me iban a echar y a él también si no dejaba de chocar. Medio que me calenté y respondí mal. Mientras bajaba el túnel sentí dos puñetazos tremendo en la espalda, volé por la escalera no toqué ningún escalón. Me insultó de arriba-abajo. Quedé con todas las rodillas raspadas. Nos separaron. Al rato, en el segundo tiempo hice el gol y ganamos (risas). Son anécdotas que quedan para la historia.

- De esas aventuras debés tener miles
- Y sobre todo con el “Negro”. Otra vez me pegó en la cara en el Chateau Carreras, contra Talleres, me amonestaron porque lo choqué a (Ángel) Comizzo y casi me expulsan. Fue como un correctivo. Nosotros aprendíamos de eso, eran formadores. Instituto fue una gran familia para mí. Viví mis tiempos de gloria, de ser goleador histórico, jugar en años dorados de Primera División, es algo impagable. Yo era joven, ellos eran como padres para nosotros. Me enseñaron, me armaron para ser el Dertycia que fui, yo fui un eslabón más de estos colores. Así me siento yo.

- ¿Ya empezaron tus festejos?
- Sí, claro, pero son etapas que se van cerrando desde el campo de juego y se abren desde otro costado. Historia que nunca dejamos de lado. Me siento feliz de ser parte, por la oportunidad de jugar, la posibilidad de elegir en este bendito fútbol mis colores para toda la vida. Soy un privilegiado, es la historia de mi club. Vamos a emocionarnos y a llorar como locos cuando cantemos el cumpleaños que Instituto se merece. Las viví todas, porque fui goleador, después me criticaron, me cerraron las puertas sobre todo algunos dirigentes rencorosos, y al final me las volvieron a abrir. Al club lo veo bien, ojalá sigamos creciendo y volvamos pronto a Primera División.

  


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