Pequeños relatos: La Central Planetaria
En un futuro donde el fútbol y el mundo han cambiado rotundamente, la memoria permanece para reconocer a los grandes personajes.
Me alegró mucho, Rogelio, que vinieras desde tan lejos. Siempre me llamó la atención que siendo tu país un pueblo que fue tan futbolero, sean muy pocos los que se interesen por este lugar.
Hace 50 años que estoy aquí, y no recuerdo a muchos argentinos que hayan venido a conocer la Central Planetaria del Fútbol. Benjamín estuvo hace unos meses acompañado de nuestro Senescal Rashid Ali García, el mismo que te recomendó, pero nos pidió que fuera un secreto. Como vas a trabajar con nosotros y ya firmaste el contrato de confidencialidad te lo cuento. Te enterarás de muchas cosas en la Biblioteca.
¿Desayunate? ¿Sí? Acá tomamos mucho café Valderrama. Nos llega de forma exclusiva. Ya no se consigue, pero siempre que viene un colombiano, que vienen mucho desde que Atlético Nacional fue campeón del Mundial de Clubes, y nos traen café Valderrama. Cuidado con esas estanterías: ya están viejas.
¡Roger! Roger, acomodá bien esa estantería que está muy desprolija.
Roger es australiano, fanático del fútbol pasado, como vos. Aunque a él le gusta más la época de Puskas. En esas estanterías que ves allá, están todos los partidos de aquella Hungría. ¿Ves ese cuadro? Lo rescatamos del último bombardeo norteamericano a tierras europeas. Ese cuadro de Puskas es un original de un coleccionista que murió en la guerra, y que, como Roger, admiraba a la Hungría de Puskas. Si algún día quieres ver sus partidos, pregúntale a Roger, él te guiará a la videoteca. ¿Internet? No, acá no hay internet. Estamos en un lugar lejos de las guerras, pero también lejos del wi-fi mundial.
¡Roger! Roger, él es Rogelio, es argentino, igual que Di Stéfano. Sí, Roger, es fanático del fútbol por algo está acá. Va a trabajar con nosotros. Ya van a tener tiempo para hablar. Roger, no te olvides de arreglar ese estante.
A veces creo que Roger es un “boludazo” como solían decir en tu tierra. ¿Ya no lo dicen más? ¡Cuántas cosas cambiaron! Bueno, Roger es medio medio, pero después vos sacarás tus conclusiones.
Leí tu ensayo para entrar a la Central Planetaria del Fútbol. Me gustó mucho. Ojo, no estuve influenciado por las recomendaciones de Rashid, ni Jelic. Una vez llegó un italiano recomendado por el nieto de Donadoni, pero su ensayo sobre Peñarol era un desastre. No lo aceptamos. El tuyo fue aceptado con gusto. Es más, te hemos preparado un día exclusivo para que nos hable de ese personaje. Pero, esperá...
¡Roger! ¿Roger, sos gil? ¿Cuántas veces te dije que arreglés ese estante? Dale, dejá de romper con esa pelota.
El australiano este se cree Neymar, y cuando jugamos da asco. Yo lo mando al arco. Te decía, me gustó la prolijidad de tu trabajo. Puntilloso, cuidado y respetuoso. Te sugiero que me acompañes en los pasos, no te adelantes, ya llegaremos al piso de México ’86. Te contaba anteriormente que son pocos los argentinos que vienen a visitar este sitio. Entiendo que está alejado, pero me llama la atención. Antes del gran Benjamín, el nieto de la musa principal de nuestra corporación, supo venir Thiago también. Tampoco quiso que se supiera de su visita. Los periodistas los persiguen todo el tiempo desde que eran unos niños. ¿Cómo? ¿Los conocistes? ¿A los dos? Su herencia fue muy pesada... Hicieron lo que pudieron en un fútbol que ya estaba en debacle, después de Lionel fue muy difícil volver a ver un partido con expectativa. Muy difícil. Epa, ¿estas llorando? Dale, ya han pasado tantos años. Entiendo que fue difícil para tu pueblo ver una Copa del Mundo por TV. Para todos fue difícil... Los mundiales sin Argentina perdieron sabor... Bueno, la historia lo demuestra. Pero en esta casa estamos para tratar de volver a recordar los valores de ese deporte.
Cuidado... por esta zona se pasa con mucho cuidado... estamos por pasar por el Salón Diego Armando Maradona. ¿Te sorprende? Es el salón con mayor visita, siempre está lleno de africanos con sus cámaras último modelo. Para ellos, Maradona es... es difícil de explicar. No, los argentinos nunca lo valoraron como se merecía. Los africanos lo valoraron. Los pueblos que no olvidan lo valoraron. Es más, en tu ensayo alguna referencia haces a ese olvido. Esperame un segundo.
¡Roger! ¿Roger, sos idiota, gil o qué? Arreglá esa estantería. Mañana vas al banco, está decidido.
Roger no aprende más. No va a ir al banco, pero sí al arco. No tenemos arquero. Y aunque es medio quedado, ataja bien. Lo bueno es que no lo sabe. Te decía, tu ensayo nos sorprendió porque hablás de José Luis Cuciuffo, uno de los compañeros del él. Mirá... Sí, sí, andá... es él: José Luis Cuciuffo. Es su estatua. ¿Merecida? Más que merecida. Cuando la guerra y las bombas arrasaron quedaron pocas canchas de fútbol. Argentina se quedó sin estadios. Fui muy doloroso. Tu ensayo algo dice... Haber, esperame... cuidado con el escalón...
Este es otro salón lleno de nostalgia... Silencio, esperame... Acá está. Pará, pibe, no llores. Esperá... A tu presentación la editó el Senescal francés Pier Faver. Te leo un pequeño fragmento:
“José Luis Cuciuffo fue uno de los pilares fundamentales en la cultura futbolera de Córdoba. Cuando el fútbol comenzó a desaparecer, muchos de sus admiradores guardaron material de su figura. Vía oral se traspasó conocimiento sobre aquel compañero de Maradona. Pero, más allá de sus dotes futbolísticas, se resguardó su condición de perseverancia. Ese incalculable ejemplo. Porque no le fue fácil llegar a Cuchu a jugar la final de la Copa del Mundo en México 1986. A fuerza de tozudez, sacrificio y ganas de ser futbolista, se fue haciendo un nombre desde la calle Pinzón en barrio San Martín. Se inició en el humilde Huracán de barrio La France, en la ciudad de Córdoba. Eran los finales de los ’70, del milenio pasado. Se destacaba en la legendaria Liga Cordobesa, pero hubo un partido donde la rompió. En el barrio del elenco Luminoso todos lo recuerdan al día de hoy, cuando la memoria se desvanece junto a cenizas impiadosas. Ese partido ante Talleres, donde Cuchu fue la figura en un triunfo por 4-0...
‘El Cuchu le dejó a nuestro Huracán una obra grande... Era un tipazo, humilde como pocos, muy de sus amigos, de la familia, y claro, por supuesto, del barrio. Nunca se agrandó, ni se la creyó. Jamás desconoció sus orígenes. Cuciuffo es nuestro gran orgullo’, supo narrar en un asado, como los que se hacían antes, el Tararira... Es ése barrio que recuerda a Maximo Mena... que no olvida el juego de Mastrosimone, y menos a Cucciufo... el barrio de la histórica calle Ciudad del Barco... el barrio que cultivó la pasión por este deporte... el de los murales amarillos y verdes... Corretean niños con una pelota de trapo, y gritan por goles olvidados, por héroes invisibilizados, gritan por su campeón del mundo, gritan por su barrio, gritan por su club...”
Este fragmento será expuesto en el Salón Luminoso, en homenaje a uno de los pocos clubes que resistió a la guerra, que en honor de un campeón del mundo hizo sobrevivir el fútbol en sus tierras. Esperá...
Roger! ¿Roger: sos boludo o practicás? Arreglá esa estantería de una buena vez...
Ah, sí. Yo también soy cordobés. Nací en barrio La France.
(*) Texto publicado originalmente en el Anuario del 2016 del club Huracán de barrio La France.
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