El equipo de los extremos: de la euforia al desencanto
La Selección argentina debe convivir en Rusia con esa sensación permanente bipolar de la gente y del periodismo, que dentro del exitismo esconde falencias y en las adversidades saca su peor miseria.
Por: Federico Jelic
ESPECIAL DESDE RUSIA
Hay veces que los argentinos podemos ser aliados fundamentales para alcanzar la meta más impensada y convertirnos en los peores enemigos íntimos en cuestión de segundos. Es idiosincrasia y cuando de fútbol se trata, afloran los mejores/peores pensamientos, conspiraciones y operetas, dependiendo del interés de cada uno. Pero la atmósfera generada en Rusia 2018 en la intimidad de la Selección Argentina cuenta con pocos antecedentes. Desde la toxicidad de la prensa despechada que no accede a los secretos de la habitación de Lionel Messi o a la libreta de apuntes de Jorge Sampaoli o a la ilusión rota de no ser los mejores del mundo, rótulo que por decreto nos imponemos sin importar la realidad.
En Bronnitsy, búnker y concentración del equipo, el silencio sepulcral es similar a un velorio. La derrota dolorosa ante Croacia por 3-0 sacó lo peor de la alcantarilla, en estado de descomposición con críticas inhumanas y una necesidad de sangre en busca de culpables pocas veces vista. En Niznhi Novgorod, la gente lo insultó y lo silbó. Y en eso, pocos instrumentos tienen de defensa Sampaoli, un conductor sin brújula ni manejo emocional para afrontar este tipo de desafíos. Igualmente no está dicha la última palabra, el tema es que parece que nunca una hubo un equipo con tantas contras, desde rivales, periodistas y mismos argentinos.
Sampaoli y sus paradojas
En los últimos amistosos previos a la cita mundialista probó con Giovani Lo Celso de doble cinco o más adelantado y hasta ahora no lo utilizó ni un segundo. En su rol estuvieron Lucas Biglia, Ever Banega y Maxi Meza en unos pasajes, y hasta Enzo Pérez, que había quedado al margen de los 23 definitivos y al final se sumó por lesión de Manuel Lanzini para ser titular ante Croacia.
Paulo Dybala ingresó a las apuradas pero sonó más a un acto de desesperación que de coherencia. Cristian Pavón fue el más punzante en apenas 15 minutos ante Islandia, practicó dentro de los iniciales toda la semana pero quedó en el banco en el encuentro definitivo. Ni hablar de los cambios pieza por pieza en momentos determinados cuando se exigía tener más presencia ofensiva.
Algo está fallando en Sampaoli y hasta parece ser emocional. No empezó correctamente toda esta aventura desde la polémica y la novela de la suspensión del amistoso ante Israel y menos después de que se viralizara un audio acusando al DT de Casilda de “inconductas”. Un mensaje sin remitentes solo creado para generar daño del más miserable.
Sampaoli ante estos escenarios nunca mostró capacidad de maniobra ni cintura para esquivarlos. Al contrario, lo obligan a tropezar y a hablar de más en los momentos menos oportunos. El final de la derrota ante Croacia lo tuvo insultando a Vrsaljko, lejos de la investidura que se pretende como DT. Algo en él parece haberse caído.
Feroz ataque
También es cierto que Sampaoli nunca encajó ni gustó en los círculos de calificados periodistas o técnicos nacionales. El pretexto es que nunca jugó ni dirigió en el país para llegar a ser autoridad del equipo superior y entonces, más que con desconfianza fue mirado con recelo. Sus pergaminos en la Universidad de Chile, el título de la Copa América en ese país en 2001 y su experiencia en Sevilla sonaron como suficientes para su ambiente. Igual, dentro de un panorama de desidia, las nuevas autoridades de AFA con Claudio Tapia a la cabeza lo eligieron para contratarlo y que lleve el equipo a Rusia, dentro de un mar agitado. Rompieron el contrato con Edgardo Bauza, interrumpieron vía indemnización millonaria su convenio en Sevilla y agarró el equipo en cuatro partidos en Eliminatorias. Tres empates con rivales menores como Venezuela y Perú lo dejaron en jaque pero el triunfo en Quito ante Ecuador lo legitimó para el mundial.
Pero en Rusia parece haberse perdido por completo en un laberinto que él mismo construyó. De convocar a Mauro Icardi y Guido Pizarro y anunciarlos como pilares, para después desafectarlos antes de ir a Rusia, con la acusación permanente sobre sus espaldas de que “Leo” Messi le arma el equipo, Sampaoli nunca pudo ganarse la aprobación general ni de la prensa pero sobre todo del resto del mundo de entrenador.
Ni hablar ex jugadores o campeones del mundo. Lo liquidan, por lo general con argumentos y otras veces por deporte. Un sapo de otro pozo, que no tuvo escudo cuando se conoció el destrato con un empleado de seguridad de su Casilda tras el casamiento de su hija. No le perdonaron nada pero tampoco hizo méritos como para esquivarlos.
Sampaoli hoy está más solo que nunca. Dentro de y fuera del equipo. Los referentes parecen haberle bajado el pulgar y los portales de noticias solo habla de su renuncia y la pelea con los jugadores, sin prescindir en esto el enojo con su equipo de colaboradores, con Sebastián Beccacece simbolizando la discordia.
Un empate y una derrota tienen sabor a poco en Rusia 2018, con clara señal de alerta y emergencia para no repetir el fracaso de Marcelo Bielsa en Corea-Japón 2002. Los fantasmas vuelven a rondar y generan miedo. Argentina eliminada en primera ronda es demasiado castigo pero por cómo se dio el proceso, con tres entrenadores en dos años y unas dirigencias pensando más en los negocios que en el proyecto, hasta sería lógico desenlace en un contexto tóxico, nocivo, sin otro interés que perjudicar y poner palos en la rueda. Es obvio que tampoco ayudó Sampaoli y no solo hablamos dentro de los resultados.
Sus paradojas lo dejaron expuesto y nadie del ambiente le tuvo piedad. Sin ser inocente, con claras evidencias de responsabilidad en materia futbolística, el DT de la Selección Argentina afronta ahora una lluvia de críticas que por momentos parecen desproporcionadas.
Y no sabemos si hay alguna canción de “Callejeros” o frase de “Don Osvaldo” que pueda tatuarse para protegerse de esos enemigos, de los cuáles él mismo en algunos casos se encargó de crear. Pero mientras Messi figure en cancha hay esperanzas, a pesar de que lejos se encuentra de su mejor versión y del carácter rebelde que tanto se le reclama para que sea líder y campeón del mundo.
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