Cuando Ferro cruzó en rojo y Griguol “pagó” la multa en Oncativo
Una historia que une tiempos y equipos. Una anécdota que enlaza viejas glorias del fútbol profesional y amateur. Un recuerdo que habla de un hombre de palabra.
Por: Diego Dotta y Gustavo Scarpetta - Especial para La Nueva Mañana
Corría el verano de 1982. Los equipos de Primera División del fútbol argentino comenzaban a planificar la temporada que se avecinaba. Algunos clubes elegían las sierras de Córdoba para sus entrenamientos. Durante la pretemporada trabajarían en el acondicionamiento físico y en la integración de las incorporaciones que llegaban para reforzar los planteles.
Uno de esos clubes era Ferro Carril Oeste, la institución del barrio de Caballito en la Capital Federal, que había sido el equipo sensación del año 1981.
Ferro venía de ser subcampeón del Metropolitano, detrás del poderoso Boca, en el que brillaron Diego Maradona, Miguel Brindisi y que fue dirigido por Silvio Marzolini. Y en el Nacional también quedó escolta del River de Mario Kempes y Daniel Passarella, entre otros, bajo la dirección técnica de Alfredo Di Stéfano.
El doble subcampeón de aquel año 1981 era un equipo sin grandes nombres en sus filas, pero su secreto estaba en lo bien que estaba preparado físicamente para enfrentar aquellos torneos.
El “profe” Bonini se encargaba de esa tarea en un cuerpo técnico que comandaba el cordobés Carlos Timoteo Griguol, quien era secundado por el “Cai” Aimar. Ese conjunto tenía una férrea defensa y un arquero récord como Carlos Barisio.
La mayoría de las pretemporadas en las que Griguol estuvo al frente de un equipo, ya sea Rosario Central, Ferro, River o Gimnasia y Esgrima de La Plata, las realizó en las sierras cordobesas, más precisamente en la localidad de Villa Giardino.
Por esos años, para llegar a Córdoba desde la ciudad de Buenos Aires la única opción era la vieja Ruta Nacional N°9. El plantel de Ferro viajaba por esa carretera hacia las sierras en aquel verano de 1982, cuando al pasar por Oncativo el micro que transportaba la delegación cruzó en rojo uno de los dos semáforos que tenía la ciudad. Se escuchó el silbato y el vehículo fue interceptado por un agente de tránsito. Todos detenidos. Incluso un automóvil que venía detrás del colectivo, en el que viajaba el DT. Griguol y el inspector comenzaron a dialogar. El objetivo de Don Timoteo era que no le “hicieran la boleta”.
El agente, fanático del fútbol y muy hincha de uno de los clubes del pueblo, al ver de quién se trataba, se imaginó una forma muy particular para que pagaran la multa por el cruce en rojo.
La misma consistía en que Ferro jugara un partido amistoso contra el Club Atlético Flor de Ceibo de Oncativo. Griguol accedió al pedido y le prometió que al regreso de la pretemporada pasarían por el pueblo para disputar el cotejo. Se intercambiaron teléfonos, en épocas que no había Whatsapp. La promesa se hizo realidad un domingo de ese verano, cuando Ferro volvía de Villa Giardino. Esta vez el colectivo no cruzó en rojo, sino que dobló con rumbo a la cancha de “La Loma”, como llamaban al club.
Los jugadores y cuerpo técnico de la institución de Caballito llegaron a Oncativo y revolucionaron sus calles. Aunque no había hinchas de Ferro en el pueblo, muchos conocían a sus jugadores que aparecían en las páginas de El Gráfico.
El micro llegó cuando la tarde estaba finalizando y todavía se los recuerda llegando a ese humilde club del interior cordobés, caminando por el puente, que es el ingreso al barrio popularmente conocido como La Loma, donde está situado el estadio.
Los jugadores se brindaron por completo, fotos, abrazos y autógrafos. El encuentro se produjo en horas de la noche y el club local tuvo que reunir a sus jugadores de apuro porque todavía no habían empezado a entrenarse; pero ese no fue un impedimento para que hicieran un papel decoroso.
Ferro formó a muchas de sus figuras como Alberto Márcico o Garré. El partido fue interesante, y terminó empatado en dos goles. Flor de Ceibo le empataba al equipo que era doble subcampeón, y que luego terminaría siendo el campeón del año 1982.
En ese Flor de Ceibo jugó Marcelo Quiñones, que luego pasaría al Racing cordobés y Pichino Del Monte, que jugaría tiempo después en Talleres.
Un hecho muy importante es que ambos goles los convirtió el mismo jugador, que estaba “rapado” porque estaba haciendo la colimba: Eduardo Migliore. Esos dos tantos los anotó nada menos que ante Carlos Barisio, el arquero récord del fútbol argentino que estuvo 1.075 minutos sin que le marcaran goles. Migliore le hizo dos en 90 minutos.
El partido terminó con una gran foto con todos los jugadores involucrados. Griguol se abrazó con el agente y dejó paga la deuda cumpliendo con su palabra.
En las calles de Oncativo aún hoy se dice que ese partido le trajo suerte a Ferro, ya que después de dos subcampeonatos, logró ser campeón de Nacional en 1982.
Y aún hay fotos de este partido en la sede del club. Es una de las páginas más importantes de ese equipo.
Seguí el desarrollo de esta noticia y otras más,
en la edición impresa de La Nueva Mañana
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