Una cooperativa al servicio de la inclusión en Villa Carlos Paz

El bar El Emperador ubicado en avenida Uruguay en la villa turística es atendido íntegramente por personas con Síndrome de Down y es un canto a las ganas de superarse.

El bar El Emperador, ubicado en la avenida Uruguay de Villa Carlos Paz. - Foto: gentileza.

  

 

Ser y querer ser. Superación, pero no sólo en la palabra dicha al aire. Involucrarse, sentirse parte. Abrazar. Muchos abrazos. Abrazar la esperanza, abrazar las ganas de trabajar, abrazar las ganas de ganar, abrazar a la gente, abrazarse a ser una unión de personas que cooperan por un bien en común. Abrazar la inclusión. Abrazar el cooperativismo. Todo esto y mucho más es lo que hace y genera la Cooperativa Albergo Ético. Esta iniciativa que tiene muchas escenas, mucha solidaridad, muchos abrazos y, desde hace unos meses, lleva adelante el bar El Emperador, ubicado en la avenida Uruguay de Villa Carlos Paz.

Todo comenzó con la necesidad de trabajar de estos jóvenes. Pero no conseguían. La pandemia les pegó duro. Ellos ya habían tenido la experiencia de haber trabajado en el Hotel Albergo Ético, donde se entrenaron en distintas labores de atención al público en el rubro de Hotelería y Gastronomía, pero el coronavirus y su onda expansiva provocó que ese lugar cerrara. 

Pero ellos querían trabajar, como todos. El grupo de padres se reunió, tiraron ideas, se preguntaron qué hacemos. Comenzaron a pedir a la comunidad de la ciudad y la zona por un espacio. Y ese espacio llegó de la manera menos esperada: en el piso de un programa de TV. Como espectador estaba Rubén Pavón, popularmente conocido como “Kesito”, el de la Banda de Carlitos. Y “Kesito” no fue un espectador pasivo. Algo le tocó el corazón y se comunicó con los padres. “Cuenten conmigo”, les dijo. Y al tiempo les ofreció el bar de un amigo en la Villa serrana. 

“Nos dijo que lo usáramos para lo que quisiéramos. Fuimos con los papás y tenía de todo”, le relata pletórica Elvia Mella a La Nueva Mañana.

Entonces el sueño comenzó a hacerse realidad. Pero hubo que ponerse en acción. Capacitarse, aprender y estar preparados para la apertura. Fueron meses de mucho entusiasmo e ilusiones y mucho aprendizaje. Para eso fue clave Ignacio, el acompañante terapéutico de los chicos y chicas. “Un loco como nosotros”, lo describe Elvia. Ese loco fue relevante, porque él los acompañó para aprender en gastronomía, atención al público, cafetería. Todo ese mundo nuevo que se abría, los chicos lo abrazaron con responsabilidad y aprendieron.

Hubo ensayos. Hubo nervios. Muchos nervios. Y mucha diversión en aquel primer ensayo con amigos y parientes. Y en el segundo las cosas salieron mejor de lo esperado. Y la inauguración fue todo un éxito. Y se sorprendieron propios y extraños. Hasta unos japoneses fueron días atrás al bar y sacaron fotos, bailaron, disfrutaron y preguntaron “¿cómo lo lograron?”. La respuesta es con amor, confianza y ganas de trabajar.

El bar que atiende de martes a viernes de 9 a 14 y 17 a 21 y sábados y domingos por la tarde es la primera experiencia laboral de un grupo de jóvenes y adultos con discapacidad de Carlos Paz y de la región. “Queremos, soñamos, que también se repita esta experiencia en otros lados” anhela Elvia, mamá de Juan Carlos.

¿Quiénes forman parte de El Emperador?

Candelaria, Juan Carlos, Ezequiel y Gastón son los mozos. Todos unos fenómenos. Gastón habla muy poco, pero enseña, a todos, lenguaje de señas. Es muy trabajador –como todos en el bar-, pero él además viaja todos los días desde Córdoba en colectivo. No falta nunca. 

También está Germán, de 24 años, con síndrome de Down, que por estas horas se la pasa estudiando. Está haciendo cursos en la Siglo 21, se capacita en tareas de cooperativismo y ayuda a sus compañeros. La Cooperativa presente, siempre. 

Después está Juanchi, de 20 años, le encanta la cocina. Está al lado de Maxi, el chef, que les enseña a todos, les da cursos a los chicos. Y los chicos toman nota, lo filman. Todo el tiempo es aprender aprender aprender. A Fabia, también, le fascina la cocina. Y es amante de la limpieza. Limpia todo el tiempo. En realidad, todos limpian. 

Ah, no nos olvidemos de Rocío, que es la cafetera oficial. Hace un café riquísimo. Aprendió el manejo de la máquina y a hacer los dibujos con la espuma... y dice que quiere hacer un curso para perfeccionarse.
En la caja está Eva. Ella es de Malagueño, tiene un hijo, y hace un enorme sacrificio por estar. Y está siempre. Todos se quieren superar. Todos quieren ser parte. 

Todos tienen que aprender los roles de todos, por si falta alguno y se lo puede cubrir. Aunque, claro, cada uno se va perfilando para una tarea.

“Es trabajar de lo que les gusta y ganar su dinero”, afirma Elvia, que es la secretaria de la cooperativa que lleva adelante este proyecto formada, también, por los mismos chicos que trabajan en el bar de la avenida Uruguay.

“La base de esto es ser emprendedor. Generar su propio trabajo. Se juntaron un grupo de personas con necesidad de trabajar. Aprendieron de cooperativismo, aprendieron de atención al público, hicieron cursos en la Municipalidad. Son esponjas que absorben todo, están atentos a mejorar, con sus errores y sus virtudes, incluso con sus trompitas cuando están cansados, porque cuando se cansan, lo expresan, no disimulan. Pero quieren aprender y quieren trabajar. De eso se trata de darle sentido. Trabajan, disfrutan, aprenden y ganan su plata”, explica Elvia, y a ella también se le nota la alegría de la acción. Se trata de confiar, dice una y otra vez.

- ¿Qué dicen ellos de esta experiencia?

- “Somos los dueños del bar”, dicen. Es que Kesito les dijo, esto es para ustedes, para que trabajen y hagan su dinero. Háganse cargo.

Y se hicieron cargo. Y han marcado un precedente. Porque se trata de acción... y muchos abrazos.

  

 


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