Deportes Federico Jelic 13/12/2017

Javier Sodero: “Para ser arquero, no tenés que ser del todo normal”

Javier Sodero, ex arquero de Belgrano y hoy en el cuerpo técnico de Lavallén, habla de su salida conflictiva del club para llegar a River, y asegura:  “Belgrano fue mi primera novia”.

-Javier, ¿Es cierto que para ser arquero hay que estar un poco loco?
- Y...No tenés que estar muy normal si elegís  anteponer tu cuerpo y la cara a una pelota que va a más de 100 kilómetros por hora (risas). Y ese golpe no es fácil de asimilar. Evidentemente no hay que estar muy bien de la cabeza (risas).

La charla tiene como protagonista a Javier Sodero, ex golero de Belgrano, clave en el ascenso a Primera División del ‘91, hoy entrenador de arqueros de la institución “Pirata” en el cuerpo técnico de Pablo Lavallén. Su perfil bajo, su sonrisa cómplice y tímida a la vez no se condicen con su personalidad con el tenor de la respuesta sobre el estado  mental general del guardián del arco, pero a medida que pasaban los minutos, el desarrollo fue llevando el diálogo hacia aspectos humanos y emocionales.

Sodero se mueve en Belgrano como si el tiempo se hubiera detenido a inicios de los ‘90. Pasaron más de 20 años para que volviera a formar parte de alguna estructura del club, progreso que elogia desmedidamente a la hora de compararlo con la institución que vivió en carne propia.

Sin embargo un día se fue en calidad de jugador libre de la institución y recayó repentinamente en River Plate para después no volver nunca más. Huyó un poco dolido por la ingratitud de viejos directivos aunque según su filosofía de vida, ya no hay resentimiento: “En la vida los rencores prescriben a los 10 años. En el barrio, en el trabajo, con los amigos. Y en la familia mucho antes. Uno no puede ir arrastrando la broca toda la vida, porque termina afectando a la larga o a la corta. Esa es mi postura, para que no me terminen enfermando los odios”, confesó Sodero a La Nueva Mañana, para después desatar un correlato sobre su carrera y su historia que quedó inconclusa por Alberdi.
“Llegué a Belgrano con 15 años, jugaba en Argentino de Villa María, vine a probarme y el “Tucho” Licciardi me dio su aprobación. Faltaba una semana para que empiecen las clases, y tuve que salir de raja a buscar colegio. Por eso estar de nuevo acá es muy movilizador para mí y lo disfruto todos los días”, empezó a desandar Sodero.

-Más allá de tus logros en Belgrano, como el ascenso en el ‘91, a muchos llamó la atención tu salida...
-Fui feliz en Belgrano, jugué más de 200 partidos, debuté en el ‘87, con más de cinco temporadas, sin embargo, me fui libre. Tenía cortocircuitos con los dirigentes de esa época, no me sentí respetado y jugué dos años por el 20 por ciento del contrato. De hecho, el año del ascenso tuve que firmar un contrato particular para poder jugar el dodecagonal. No me gustó esa situación. Y después de la primera temporada en Primera, no hubo vuelta atrás y me tuve que ir.

¿Con qué dirigentes estabas enemistado?
-Con el presidente Gregorio Ledesma.

-Llamó la atención que llegaras a River y Belgrano no hubiera podido hacer un negocio con la venta...
-Yo ya estaba libre, cobrando lo que yo consideraba que era insuficiente, con el pase en mi poder y no se lo iba a regalar a nadie. Había hablado con Platense pero después me puse de acuerdo con la gente de River. Eran otros tiempos, sin representantes. Fue una gran experiencia, porque estaba Ángel Comizzo y Javier Zeoli, que venía de Talleres. Me gané un lugar y marqué mi camino.  También alterné con Sergio Goycochea. Como en el equipo de Rubén Gallego que fue campeón invicto. Empecé atajando yo y terminó Germán Burgos.

- Después, formaste parte de muchos cuerpos técnicos. Tuviste maestros.
- Por suerte sí. Yo estaba en Chacharita Juniors y Gallego me dice: “¿Te venís a laburar conmigo o vas a seguir dando lástima (risas)”?  Cuando fuimos  Independiente ya estaba Santoro en esa función de entrenador de arqueros, por lo que me fui después junto a Leo Astrada cuando se lanzó como DT. Después anduve por México, se dio lo de sumarme con Lavallén y acá estamos, con intenciones de dar lo mejor.

-¿Es diferente este Belgrano al que viviste en tu juventud?
-Sí, muy sobre todo desde lo estructural. Hay un progreso evidente. Antes Belgrano era grande por su gente pero era un cascarón que por dentro no tenía contenido. Contaba solo con el estadio de Alberdi y nada más. Ni un predio ni una sede social. Te puedo contar mil historias. Nos echaban de los lugares de entrenamiento por falta de pago, y terminábamos corriendo en la Isla de los Patos, corriendo por la ciclovía. Este complejo es súper profesional y lo he visto en pocos clubes de Primera.


“En mi tiempo no se usaba la figura del entrenador de arqueros. Yo observaba mucho a Ubaldo Fillol y a Gatti, creo que una simbiosis de los dos es el arquero ideal. Gatti era un adelantado para la época, con gran intuición. Fillol  contaba con mucha potencia y una seguridad asombrosa. No conocí a Amadeo Carrizo, el mejor de todos, pero hubiera sido lindo”.


Idioma de arqueros

-¿Qué se les dice desde tu lugar a Germán Montoya o Lucas Acosta?
- Montoya con un arquero de 30 años y a esa altura ya podés hablar “de tú a tú”, cosas de la edad y nos entendemos de esa manera. Con Astrada siempre lo quisimos traer, en Estudiantes y Cerro Porteño. Es inteligente, con mucho recorrido y por eso entiende más rápido las estrategias. Con Acosta, por su corta edad, lo tenemos que encarar desde otro lugar. No es que no sepa asimilarlo, nada que ver, es por experiencia y porque está empezando en su puesto. Está en su primer año. Es cuestión de bajarle los niveles de ansiedad, todo lo demás lo tiene y se lo fue ganando. Es importante inculcarle que ataje tranquilo, porque lo demás sucede por decantación.

-¿Cómo se encara el discurso para un arquero, siendo un puesto tan ingrato?
-Se requiere muchísima personalidad. Cuando uno pierde lugar, no lo recupera salvo lesión o sanción o mal rendimiento del que está de titular. Se necesita carácter y algo de temperamento.

-Entonces es cierto que hay que estar un poco loco para ser arquero...
- (Risas) Eso es lo que marca nuestro puesto. Algunos lo evidencian en la cancha y otros lo hacemos en otros aspectos de la vida, como en mi caso. Me sirvió saber que estoy loco y que tengo algo ganado. El arquero merece un trato diferente porque es particular. Hay que usar las manos en ciertos lugares, el trabajo es distinto, la técnica de manos no es la misma que la de las piernas. Hoy se necesita un combo de ambas, ya los equipos precisan un arquero más completo, con buen trato de balón y otros entrenamientos específicos.

-¿Has aprendido a dirigirte a un arquero?
-Sí y no es para cualquiera, los que conocemos el puesto tenemos otro idioma. Hablar de todo sirve. Porque si te reta tu padre no le hacés caso, esto es lo mismo. Uno intenta no hacer un rato de padre a hijo sino que sea algo entre colegas. No hay que remarcarle los errores, sino buscar cómo corregirlos. No es sencillo. Los más grandes te ayudan con consejos, ahora hay imágenes para compararse, algo que en nuestra época no existía.

-Y también con los insultos...
-Ese es otro tema.  A los arqueros nos van puteando de entrada, cuando nos vamos acomodando en la cancha y hay que estar preparado. Llueven los insultos desde el alambrado. Por eso le digo Bonansea que lo mejor que podemos hacer es jugar el preliminar, para ir tomando el pulso al ambiente. No es lo mismo jugar en el predio que solo se escucha el canto de los pájaros que con 30 mil personas.

 -¿Tuviste esa ayuda en tu momento de arquero activo?
-No la tuve creyendo que no la necesitaba. De saberlo, hubiese ido a un psicólogo, sin dudas. Hoy la mayoría de los clubes lo tienen. Hice un trabajo de concentración en su momento, un tipo que se ocupaba de la faz deportiva de un tenista, para abstraerse del contexto y alimentando la capacidad de cerrar lo auditivo y que no te influya el ambiente.  Fue muy interesante.

De perfil bajo

-No se te vio mucho por Córdoba después de tu salida...
- Y eso que venía siempre, si yo me iba de vacaciones a Mina Clavero. Soy muy de perfil bajo, venía seguido a ver amigos pero no me mostraba. Yo me seguí relacionado a pesar de mi pelea con Ledesma. Vivo en Buenos Aires por elección pero soy cordobés.

-¿Objetivos para este presente en Belgrano?
-Tratar de dejar huella.  Sabemos cómo es el fútbol, los resultados mandan. Ojala podamos extendernos con el trabajo, igual yo estoy feliz. Belgrano es mi primera novia.

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