Opinión Miguel Julio Rodríguez Villafañe (*) 17/06/2021

El juego del Truco y el de la Política

"A diferencia del Truco, la comunidad debe tratar de cambiar algunas actitudes que valen para un juego pero no para configurar una modalidad de la política en una sociedad democrática".

No hay argentino que no recuerde momentos de su vida asociados a encuentros de amigos, con mate y partidas de “Truco”. Ese juego de cartas, tan consustanciado con nuestra nacionalidad, en su dinámica, más de una vez, describe y escenifica nuestra realidad política cotidiana y hasta nos define en algunos perfiles que nos caracterizan como pueblo.

En el Truco, hay conciencia que se miente, que se dicen verdades a medias, aunque a veces se dice la verdad. Si se descubre la mentira se puede perder, -no necesariamente se pierde-, pero si no se descubre, se consigue ganar y lograr reconocimiento por el logro.

Vale más el triunfo cuando se obtiene engañando a los otros y sin tener cartas buenas. En el jugador se valora, además, la habilidad, la verborragia, la audacia y la picardía. También se apuesta a la suerte. Es machista, en el juego, el “macho”, (as de espada), vale más que la “hembra”, (as de basto). Asimismo, se recrimina al que no respeta las reglas, por ejemplo, inventarse un tipo de señas diferentes a las previstas, pero, se festejan esas picardías, si no son descubiertas. Lo mismo sucede en el caso, de mirarle las cartas al adversario o preparar el mazo de cartas para obtener la mejor jugada en el reparto de los naipes, (“hacer paquete”).

A lo que hay que sumar que, en la jugada, participan pocos -2 a 6 jugadores-, y a los que no juegan les está prohibido denunciar las trampas. Y, si alguno o algunos de los que presenciaran el juego hicieran conocer una actitud tramposa de un jugador, hasta aquellos jugadores que se benefician con la denuncia, recriminarán a los denunciantes, porque “los de afuera son de palo”. Los que no participan de la partida no tienen poder, solo pueden ver, oír y callar; eso si, están autorizados a elogiar y festejar las picardías de los que juegan y la habilidad para el triunfo, especialmente, de los que ganaron utilizando la mentira, con cierta “viveza criolla”.

Reglas del Truco, pero no para la vida Política

Como se ve, al explicar la dinámica del Truco, en algunos aspectos, es tan representativo perfiles de la vida política de la Argentina, a la mejor manera de los nuevos juegos de realidad virtual que se activan en las computadoras, celulares o en las Playstation.

El juego del Truco, en su funcionamiento, configura una verdadera escenificación de paisajes humanos de nuestro poder político, en su comportamiento interno y en la interacción con la sociedad. Visto así, es necesario hacer un esfuerzo para distinguir lo que es regla del juego criollo del Truco, de lo que es una descripción de la realidad que nos toca vivir, en la relación del pueblo espectador, con respecto a los participantes de lo que podemos llamar el juego de la Política.

Pero a diferencia del Truco, que tiene un objetivo de divertimento, la comunidad toda debe tratar de cambiar algunas actitudes que valen para un juego, pero no para configurar una modalidad de la política en una sociedad democrática, con objetivos de bien común.

En Democracia, la regla debe ser la verdad y no admitir excepciones como las “posverdades” (fake news). No debe aceptarse el engaño como metodología para triunfar, -típico aspecto del doble mensaje-, tan común en nuestras costumbres políticas electoralistas. La ley debe ser respetada por todos, como el elemento civilizador que caracteriza al Estado de Derecho y, en función de ello, se tiene que rechazar toda salida tramposa que pretenda degradar la vigencia y credibilidad de las normas fundamentales y menos transformar en ley a las trampas, porque todo se vuelve tramposo.

La igualdad y la no discriminación deben ser las pautas de convivencia fraterna y solidaria entre el hombre y la mujer. Por su parte, las acciones de los poderes del Estado tienen que transparentarse e informar al pueblo adecuadamente de su accionar y no depender de señas o códigos secretos o ininteligibles, que marginen o permitan ocultar el debido control social respecto del desempeño del gobierno de turno.

Se debe poder denunciar las trampas y requerir justicia y castigo para quienes no respeten los derechos, los valores y los mecanismos propios del sistema, cuanto más, si los responsables de las transgresiones ejercen funciones gubernamentales. Y por sobre todas las cosas, la ciudadanía no puede ser una convidada de piedra ante aquellos que detentan el poder, porque en Democracia los que tienen las cartas nos representan y el pueblo es el verdadero dueño del “mazo de naipes”.

El Truco no tiene la culpa

No obstante, lo señalado, no puedo dejar de rescatar y resaltar, con afecto, al gran juego criollo del “Truco”, porque la simetría de su dinámica con la realidad política actual, no es su culpa, pretendía y pretende sólo entretener. Además, me quedo con él, en lo que tiene de mentor de alegría, cuna de lo fraterno y favorecedor de la fibra popular y poética. Una partida de Truco es un espacio de expansión espiritual, escuela de solidaridad y raíz de nuestra identidad cultural. Estos perfiles del juego, son importantes a fomentar y de eso debemos enorgullecernos, cuando ellos nos definen y representan; lo demás, es un desafío a trabajar entre todos, en aras de construir un destino común mejor y dignificante, en Democracia.

(*) Miguel Julio Rodríguez Villafañe es abogado constitucionalista cordobés, periodista y columnista de opinión

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