Política Luis Rodeiro 04/11/2017

Variaciones electorales

Desde ese contundente triunfo electoral, el oficialismo interpreta que el amarillo vino para quedarse y, no sin cierto fundamento, piensan en un Macri sin fecha de vencimiento. Las lecturas oficiales dicen que estamos inmersos en un fin de época.

1 La única verdad es la realidad, decía el viejo general. La realidad es que el amarillo cubrió el país electoral. Fue la ratificación de la opción que los argentinos asumieron hace dos años. Primera minoría contundente, sólida, no solo por una sociedad que compró boleto a un “cielo” prometido pero acotado, con promesas de felicidad para pocos (los elegidos); los otros –los convocados- en pugna por tener un lugar, sino principalmente por la consolidación de un bloque en el poder, con base económica hegemónica, que encuentra la oportunidad para exigir la profundización del modelo, tensando la cuerda del ajuste.

2 Desde ese contundente triunfo electoral, el oficialismo interpreta que el amarillo vino para quedarse y, no sin cierto fundamento, piensan en un Macri sin fecha de vencimiento, al menos por los próximos seis años, con apuesta a un recambio que pueda prolongarse en el tiempo. Las lecturas otficiales dicen que estamos inmersos en un fin de época. Para los más prudentes, se trata del fin del “populismo kirchnerista”, para los más avezados, los más aguerridos, remontándose muchos años atrás, el sueño eterno del país burgués, el fin del “peronismo”. Durán Barba, el Gurú, apuesta más allá: “Se va a extinguir la clase obrera. No veo que el peronismo vaya a resurgir”. Del peronismo aquél como “hecho maldito”, porque saben y celebran que en su triunfo algo tuvo que ver el peronismo “políticamente correcto”, supuestamente republicano, pero fundamentalmente acuerdista, conciliador, amarillento (fuerte tendencia al amarillo). Bullrich se nutrió de los votos de Massa.

3 Para el poder, para los ganadores, como para los derrotados, no hay un peronismo. Los “peronismos” después del 22 de octubre son los mismos peronismos que antes del 22. Mario Wainfeld tituló un artículo previo a las elecciones, parafraseando al Che: “Uno, dos, tres, muchos peronismos”. Ese título, tan bien logrado, pintaba una realidad y la sigue pintando. No en el sentido unificador que le daba el Che a la consigna, asumiendo la multiplicidad de luchas con un mismo objetivo, sino en el de la fragmentación ideológica, doctrinaria, programática que favorece al poder y que la alienta.

4 Los “peronismos” no son los mismos en la realidad, pero son semejantes en la lectura de sus derrotas. Algunos, a pesar del cimbronazo, siguen pensando que tienen razón en su posicionamiento político. Que la culpa es la existencia de Cristina, que para colmo hace la mejor elección, con todo en contra: el gobierno, el poder judicial, los medios. Otros, como en todas la derrotas y en casi todos los derrotados, sean o no partes de los “peronismos”, apelan a la muletilla histórica: la famosa como etérea “autocrítica”, que se transforma en una crítica a los otros “peronismos”, menos a la realidad propia simplemente porque se considera que se está en la justa.

5 Y todos, o casi todos, apuestan verbalmente a la pócima mágica de la “unidad”, paradójicamente dejando afuera al opuesto. No hay otra posibilidad, cuando leemos los resultados, que interpretar el desempeño de CFK, junto a Taiana como una referencia más que importante, fue el mejor, convirtiendo a su Unidad Ciudadana en la cara visible de la oposición política. Fracasaron las opciones neoperonistas, los caminos del medio (pero inclinados ostensiblemente a la derecha), los falsos republicanismos de la “gobernabilidad”, los predicadores de una “opo-amiga”, que desde hace dos años votan las leyes amarillas o postergan el rechazo a los políticas antipopulares, antinacionales y antidemocráticas del gobierno de Macri y sus CEOs.

6 Los peronismos más derrotados, a horas de terminado el escrutinio, apelando al talismán de la unidad y de la autocrítica, uno a uno señalaron a Cristina como causa de su infortunio. Schiaretti, Urtubey, el Chino Navarro, Pichetto, Daer, Massa, Randazzo, la lista es larga, desde su miseria electoral, declararon no obstante el fin del kirchnerisno, solicitaron la jubilación de Cristina porque es la responsable de su imposibilidad de crecimiento.
Es como si en un equipo de fútbol, que no puede meter goles ni siquiera patear al arco, le piden a su Messi que dé un paso al costado.

7 Y este es el dato central de los resultados electorales. Los peronismos amarillentos piensan, razonan, con los criterios del adversario. Hablan como macristas. Las razones de la fragmentación, los fundamentos de la crisis, son doctrinarias, son programáticas. Tienen que ver si sus posiciones guardan relación con los postulados históricos del peronismo o si son permeables a la ideología del neoliberalismo. Si se oponen, por ejemplo, a una reforma laboral que busca minar las fuerzas del sindicalismo o si la justifica, invocando la necesidad de adaptarse a los cambios. Si se opone al ajuste, al endeudamiento, a la des-industrialización o si se encierran en un silencio cómplice.

8 La unidad en un frente opositor solo es posible a través de un proceso de coincidencias programáticas, de trabajos territoriales con un sentido claro, con resistencia democrática en la calle, con renovación de ideas y de dirigentes. Ya no basta nombrar a Perón y apoyar el endeudamiento feroz que nos quita soberanía; buscar los atajos para justificar una reforma laboral o provisional que ataca la justicia social; callar ante un avance del autoritarismo, que nos quita libertad.

9 Los neoperonismos apuestan ahora a una supuesta Liga de Gobernadores, una suerte de Club de Trueque, que no se expiden sobre la política de Macri, solo plantean una disidencia en cuanto a los recursos fiscales, que son importantes para las provincias, pero que no conforman una alternativa desde el campo popular. El fracaso de Schiaretti y Urtubey potencia a Pichetto, “el opositor soñado: complaciente, sin gravitación electoral… (Wainfeld).

10 Unidad Ciudadana, a pesar de la derrota, se convierte en una povsibilidad opositora, pero debe entender que a partir de una base que no alcanza, debe construir poder, debe construir mayoría. Dice bien Wainfeld: las mayorías no existen disponibles articuladas siempre. Y eso exige pensar, volver a leer la realidad, abrir las puertas. “La lucha democrática no es el arte de tener razón, es el arte de construir poder”.


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