Ed Impresa Barbi Couto 12/07/2019

“Contar es un acto de amor compartido”

En el marco de las vacaciones de invierno, Garba, Sole Rebelles, Rubén López, Marcelo Guerrero y César Vargas cuentan porqué les gusta contar historias y cuáles son los desafíos de estas épocas para la profesión.

"Vivo esta necesidad de amor y la expreso también contando historias: ‘quédense un ratito conmigo que les quiero contar algo...” cuenta Marcelo Guerrero. Foto: Gentileza


Especial para La Nueva Mañana

Desde tiempos inmemoriales la ronda alrededor del fuego habilita a la palabra. La palabra puesta en cuerpo, en la voz de quien narra, en sus gestos, su postura, su actitud; en la piel de quien escucha, quien pone su atención al servicio de una historia e imagina un viaje, una aventura, la posibilidad mágica de ser alguien más por un momento, vivir otras vidas, soñar otros sueños.

La ronda que permite el encuentro, la generosidad de un compartir mutuo, la construcción de la empatía, y entre medio de esas personas entregadas al momento común: la memoria colectiva de la humanidad viajando de unos a otros. Garba, Sole Rebelles, Rubén López, Marcelo Guerrero y César Vargas son cuenteros, narradores orales, juglares, cuentacuentos -entre tantos nombres que pueden recibir-, y son también promotores de la lectura y  la narración oral en nuestra Córdoba. La Nueva Mañana los entrevistó para saber por qué lo hacen, de dónde brota su necesidad de contar historias y nuestra necesidad de escucharlas, su vínculo con los libros y la palabra escrita, y los desafíos actuales de la profesión.

“Desde pequeña me maravillan los cuentos”, dice Sole Rebelles y continúa: “En el comienzo mi experiencia lectora fue solitaria. Cuando escuché narrar por primera vez y me di cuenta que las lecturas podían compartirse desde la oralidad, tal vez fue allí donde surgió la chispa y las ganas de narrar”.

César Vargas es poeta y cuenta historias porque le permite encontrarse con los demás. “Muchas veces he sentido que la poesía es muy lacerante y que me deja muy solo”, confiesa, “el cuento me llena de felicidad, de alegría, de comunicación con los demás”.

César Vargas

El encuentro parece ser la clave, atravesado por la individualidad de quien narra, Rubén López lo define así: “Si la pregunta es de carácter comunitario y ancestral diría que desde una necesidad de supervivencia, una estrategia para encontrarse a compartir experiencias y aprendizajes. Si la pregunta es personal e individual, diría que desde la necesidad de encontrarme conmigo mismo, escucharme con atención, conocerme más y quererme más aún”.

Marcelo Guerrero cuenta historias desde que iba a la escuela -privada y cheta según dice- y tenía que contarle sus vacaciones inventadas a sus compañeros que viajaban a Miami o el mar, hasta la actualidad que lo hace de manera profesional: “Vivo esta necesidad de contar historias como un respirar. Tengo la fortuna de haberlo transformado en mi trabajo, entonces tengo necesidades artísticas y laborales y no te voy a mentir, necesidades de decir acá estoy, escúchenme, quiéranme. La necesidad de amor la expreso también contando historias: ‘quédense un ratito conmigo que les quiero contar algo...”.

Garba cierra esta apertura con una declaración: “Contar es un acto de amor compartido. Las juglares contamos historias, creo yo, porque no podemos dejar de hacerlo, porque creemos en la potencia de lo colectivo”.

Sole Rebelles. Foto: Paula Paredes.

-¿Cómo trabajan la relación entre la literatura escrita y la oral? Y para el público, ¿en qué se diferencia leer literatura y escucharla en voz alta?

Sole: Como mi repertorio incluye mayormente textos de autores argentinos y latinoamericanos, la relación con la literatura es cercana. Trabajo siempre con respeto hacia el autor, hacia el texto y la idea base; voy tratando de ponerle voz como un intérprete lo hace con alguna canción que lo emociona. La narración oral tiene el extra de que pasa por la voz y el cuerpo de otra persona.

Rubén: La literatura escrita es la que mayoritariamente me nutre. La oralidad me llega más por videos en un trabajo permanente de búsqueda y recreación.  Cuando me encuentro con una historia la visualizo con imaginación y allí inicia un juego hasta que logro una “versión oral” que es un acto de re-creación muy personal.  Cuando  escuchás esa historia, ya no es el texto del autor, sino mi versión oral de ese texto y resulta una invitación para buscar ese libro y puedas revivir esas imágenes desde la fuente original. 

Garba: No toda la literatura es oral y no todo lo oral es literatura. El arte siempre gravita en esos intersticios. En mi caso, vengo del teatro y de la palabra actuada y  trabajo e investigo la literatura contada desde hace tiempo. Leer es una cosa, leer en voz alta, otra, y contar, otra. Cada una de estas disciplinas son un arte en sí mismas y en algunos casos se fusionan. Hay quienes disfrutar de leer en voz alta solamente, o de oralizar solamente, o de leer solamente y otras personas combinamos esos procesos. Escuchar es lo primero que se debe aprender para cualquier caso, y es lo más complejo y lo más generoso.

César: Siempre estoy pensando lo que voy a contar mientras leo. La literatura es la fuente de la oralidad para nosotros los narradores orales de hoy, no tenemos muchas veces la posibilidad de salir a buscar historias por las tribus indígenas del mundo, eso nos llega a través de los libros. Y la importante diferencia que existe entre contar una historia y leerla es que el público la percibe de manera inmediata. Quien lee es un puente, quien cuenta una historia es una fuente, la acerca con la voz, con la mirada, con todo el cuerpo. El narrador fascina, seduce, con todas sus armas, con todos sus elementos.

Marcelo: Cualquier cuento que ha sido escrito y pensado para ser leído tienen que ser adaptado porque la oralidad tiene otros códigos. No se puede contar todo, uno toma decisiones y esas decisiones son las que de alguna manera le dan sustento a la articulación que se puede hacer entre lo escrito y lo oral, lo oído y lo oral. En esas decisiones es donde se ven los cimientos, la política de quien narra. Que además no solamente está narrando un cuento sino también está definiendo la narración oral, porque es un arte escénico o una performance artística que todavía es muy nueva. 

Rubén López

-¿Cuáles creen que son las principales diferencias entre narrar para público infantil o adulto?

Marcelo: Lo que más disfruto en contar para chicos y chicas es que hay más sinceridad en la escucha, te vas a dar cuenta muy rápido si ese público le está gustando o no lo que estás haciendo y ahí se da esta posibilidad que tiene la narración oral de ser transformada, de reinventarse en el mismo cuento que se está narrando.

Garba: En mi caso, yo transito una infancia infinita y eso hace que jugar en la infancia y con la infancia sea mi espacio natural. Traslado este juego al público adulto, porque jugar, jugamos siempre. Con la adolescencia y con lxs adultxs, jugamos otros juegos, afilamos nuestros deseos, hacemos otras rondas. Siempre es contar y ser sensible de a quién le cuento.

Rubén: Las diferencias entre el público infantil y el adulto son las vivencias que atesora cada uno en su memoria. Son esas vivencias las que te aportan imágenes para recrear las historias. Lo bonito de trabajar con público mixto es que cada uno recrea en función de sus posibilidades de  lectura y la misma historia genera en cada uno, chico o grande, un historia diferente.

Sole: Tanto los niños y los adultos cuando escuchan cuentos, y los emociona, aflora en ellos algo, como una atmósfera que los envuelve y los transporta.

Garba

-¿Cuáles creen que son los principales desafíos para la narración oral en estas épocas?

Sole: En nuestra ciudad, la narración oral es una actividad creciente. Tal vez el desafío siga siendo éste que nos concierne desde hace unos quince años, darle características escénicas, abrir y sostener espacios para que pueda desarrollarse, seguir formando público que elija escuchar cuentos narrados.

Garba: Creo que el desafío más urgente es entender y atender la profesionalización. Lamentablemente una de las razones por las que a la narración oral se la ve como a una disciplina menor, es porque se asocia a un hobby, a una actividad gratuita de entretenimiento. Creo que el público sabe, y nuestro trabajo siempre es quien habla por nosotrxs.

Rubén: Ejercitar la empatía, la autenticidad, la franqueza. Las historias que cuenta un narrador no necesitan ser “reales” sino “verdaderas”, y para ello el cuentero debe ser honesto artística e intelectualmente. Es un acto de rebeldía y resistencia ante tanta mentira organizada en estos tiempos que nos toca vivir en nuestro país y en nuestra ciudad.

César: Lo importante es hacer conocer nuestra disciplina, hacerle entender a la gente que podemos contar historias sin estar contando chistes, sin estar haciendo humor, sino contando historias que conmueven, que hablan de la vida y de distintas experiencias, del origen de las cosas, y recreando mitos y reproduciendo de manera oral cuentos maravillosos de la literatura Argentina y universal.

Marcelo: Creo que la narración oral se sostiene por sí sola y se va a seguir sosteniendo por sí sola. Hay que ser consciente de la época que está atravesando la narración oral, de quienes han sido referentes, de quienes han hecho sus aportes teóricos… Y un desafío súper importante es que no nos tenemos que olvidar que no todas las historias están en los libros, debemos sumergirnos en las cosas que cuentan las personas, en las historias que andan dando vueltas por ahí sin que nadie las haya escrito, no para escribirlas sino para contarlas.

Córdoba es riquísima en eventos, ciclos y espacios cuenteros. El Venique Tecuento -que cumple 20 años el próximo mes de agosto-, el colectivo Entrecuenteros, la Maratón de Cuentería “El Centro Cuenta”, la Escuela Narracuentos que dirige Alejandra Oliver Gulle, el Festival Internacional Narrapalabra, Oíd mortales, el Encuentro Nacional e Internacional de Narradores.

Hay escuelas, talleres, seminarios de narración oral entre mucho más. “Contar y transmitir la palabra, habilitar los espacios donde se escucha, es una minuciosa revolución”, cierra Garba: “tener y compartir la palabra es el modo de ampliar nuestro idioma, ese que siempre se mueve y que sirve para juntarnos y para poder encontrarle voz a aquello que sentimos y no sabemos decir”.

Agenda de la narración oral en Vacaciones de invierno




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