La corrección política mató a Apu de Los Simpson
Con la polémica desatada por la posible salida del personaje, el fascismo disfrazado en lo “políticamente correcto” podría generar algo positivo: un cierre digno al producto audiovisual más importante del siglo XX.
Hari Kondabolu es un comediante indoamericano que vive en los Estados Unidos. Estudió Derecho y antes de dedicarse definitivamente al humor se especializó en las temáticas de identidad de raza y globalización. El año pasado, ya consolidado como figura fuerte dentro de la escena standapera yanqui, estrenó en Netflix “The Problem with Apu” (El Problema con Apu), un documental donde intenta justificar que el dueño del Kwik-E-Mart en Los Simpson significa un estereotipo negativo para los sudasiáticos que residen en EE.UU, al haber sido creado por hombres blancos e interpretado Âpor otro hombre blanco con un acento tonto; lo que llevaría a sacarlo de una serie que lo incluyó durante 30 temporadas en algunos de sus más memorables capítulos.
Un film que enarbola una sola bandera, la de la corrección política como esa policía del pensamiento y la moralidad que solo busca un propósito: matar lo que no encaja en su lógica dominante, pero no mayoritaria.
El no problema con Apu
Apu Nahasapeemapetilon es un personaje que se caracteriza por vivir entorno a su negocio, vender productos de dudosa procedencia, por tener un exagerado acento y por su fe en Ganesha, dios hindú asociado a la abundancia. Visto de esta manera y en un intento por evitar que nadie se ofenda, cualquiera que nunca haya visto Los Simpson estaría medianamente de acuerdo en que el personaje desaparezca de un episodio a otro.
Pero Apu es doctor en ingeniería informática (uno de los pocos en Springfield que posee un título universitario) y un profundo defensor del veganismo, algo que se vio en el episodio “Lisa, la Vegetariana” de la temporada 7 (1995). En ese episodio, Lisa intenta de mil maneras convencer a Homero de que comer carne es un crimen, quedando ridiculizada frente a toda su familia mientras apelaba al enojo y al berrinche por no convencer a sus pares. Ante esto, Apu decide apoyarla y llevarla a la terraza de su comercio, donde conoce al único beatle que todavía no había aparecido en Los Simpson: Paul McCartney. Allí, Apu le dio a Lisa una de las mejores y más vigentes lecciones de la serie: “Hace tiempo que aprendí a tolerar a otros en vez de obligarlos a pensar como yo, puedes influenciar a la gente sin estar acusándolos”.
El problema de Hari
Es innegable que con el correr de la serie y su marcada decadencia (desde la temporada 12 hasta hoy), el personaje de Apu haya significado una exageración de un estereotipo indio en Estados Unidos, por encima de resaltar sus virtudes como un miembro icónico de Los Simpson. Pero esa exageración choca con otra más importante: Apu encarna un tipo de humor que afecta la sobredimensionada sensibilidad que yace en occidente desde hace varios años. Un humor que choca contra personas injustificables que basan su modelo de acción en una idea simple y fascista: si me ofende, debe ser eliminado.
Es por eso que si Los Simpson debutaran hoy en televisión, Apu no existiría. Y no por un documental que aprovecha la controversia y el carácter universal de la serie para conseguir popularidad, sino porque el camino se angosta cada día más entre aquellos que prohíben, acusan, denostan e intentan eliminar todo lo que los toca. Pero dicho esto, podemos pensar más allá y darnos cuenta que todo el elenco de Los Simpson se compone de estereotipos satíricos, y algunos incluso crueles como Cletus, el campesino pobre de familia numerosa y nula posibilidad de progresar en la “tierra de las oportunidades”. El jardinero Willie representa lo peor de Escocia, mientras que el jefe Gorgory ridiculiza a toda la institución policial con su gordura e inoperancia. En comparación con estos personajes, Apu deja demasiado bien parados a sus compatriotas.
El problema de Hari radica en la ceguera que su corrección política le impregna. Apu era uno de los pocos personajes indoamericanos en la televisión en el momento en que Los Simpson se emitieron por primera vez en 1989 y como todo ciudadano de Springfield fue ironizado con más o menos altura, dependiendo la temporada. La cuestión está en que el documental de Netflix encendió una mecha donde antes no había. Basta con buscar la página de Facebook de Kondabolu para encontrar las consecuencias de todo esto en insultos, fotos de asados (en la India las vacas son sagradas) y más gente ofendida de ambas partes. En castellano e inglés. Nada bueno puede salir de ahí, más que justificar la muerte abrupta del personaje.
El problema real podría ser que Los Simpson son un producto de su época que a pesar de estar adelantado a temáticas como el feminismo, el veganismo, el racismo y la crítica a la clase política, hace al menos 19 años que viene en constante decadencia. La serie pide a gritos un final que le haga honores y la sepulte como el producto audiovisual más importante del siglo XX, no la eliminación progresiva de personajes que alarguen la agonía por 15 o 20 temporadas más. Incluso Hari Kondabolu no parece saber cómo terminar la conversación que comenzó, sugiriendo que Apu deba convertirse en “un magnate que ahora posee múltiples tiendas” o simplemente “dejar que sus hijos hablen”.
Sin embargo, ninguna de estas soluciones aborda el problema. Un rumor del productor de cine indoamericano Adi Shankar llegó a ser noticia hace unos días, cuando afirmó que desde la serie estaban eliminando a Apu de forma silenciosa y permanente. Al Jean, productor ejecutivo, solamente aclaró que Shankar “no habla por Los Simpson”.
“Un final y basta”
En el mejor de los casos, el empujón de Kondabolu para con la corrección política en Los Simpson sirva para darle un cierre a la serie. Antes de futuras polémicas por daños morales infundados, quizás sea hora de un “final y basta” como dice Marge cuando Burns recupera su oso en uno de los “capítulos viejos”. Uno de esos episodios que rememoran lo que era una serie que hoy está realmente muerta por dentro. Una parodia que Fox todavía mantiene al aire.
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