“La gente se percató que un caño de Messi es poesía”

El periodista y escritor español José Manuel García-Otero dialogó sobre la pasión que genera el fútbol y cómo la podemos comprender a través de la literatura.

Al expresar una oración José Manuel García-Otero se toma su tiempo para que las mismas no sean pronunciadas al azar. Le busca la música, la pasión. Y así escribe. Su prosa tiene alas que hacen viajar a distintos lugares, donde la solidaridad, el amor, la vida, el fútbol son protagonistas. En este ciclo de PENSAR EL FÚTBOL, una charla con este periodista español, admirador de Maradona, Messi y Riquelme como pocos. Este sevillano de amplia trayectoria en los medios de comunicación acaba de publicar su última novela “El frío anochecer de los espejos, que con gran suceso en España. Previamente había publicado “Messi, sueños de un principito”.

—¿Qué significa el fútbol en tu vida?
- Mi padre era un gran aficionado al fútbol, hincha del Sevilla. Y
me llevaba al fútbol, a ver al equipo de sus amores. Creo que mi primer juguete fue una pelota. Mi segundo juguete una cajita llena de lápices junto con un cuaderno. Creo que dibujé una cancha de fútbol y luego escribí mi nombre. Más tarde escribí el nombre de un ídolo de los chicos de mi barrio. Era Campanal, futbolista del Sevilla, que para nosotros era como Superman. Creo que mi primera redacción hablaba de Campanal y Kubala. Cuando en un documental vi a Di Stéfano, recuerdo que me emocioné. Quise ser futbolista antes que escritor.
—Si pudieras volver el tiempo atrás y te dan a elegir regresar a un día de futbolero. ¿Cuál elegirías y por qué?
—Regresaría a muchos días. A muchos domingos que salí pateando una pelota imaginaria y le daba patadas al aire y hacía gambetas a un adversario invisible. También regresaría a un domingo maldito, cuando el Sevilla perdió en su cancha ante el Atlético por un fallo de Achucarro, que era un medio centro paraguayo del Sevilla. Achucarro falló al borde del área una chilena y dejó el balón manso en los pies de Gárate para que solo tuviera que empujar a la red para marcar el gol de la injusta victoria del Atlético. En esta segunda oportunidad, seguro que Achucarro no hubiera fallado su chilena.

—¿La pasión por el fútbol en España creció con relación a años anteriores o es la misma pero en diferente contexto?
—España, a nivel de clubes, siempre ha sido una potencia mundial, pero fallaba estrepitosamente con la Selección. Desde 2008, y gracias a una hornada fantástica de jugadores, encabezada por Xavi Hernández, Casillas e Iniesta, la Selección española se encaramó en la cima del mundo y convirtió en recuerdo su estela perdedora. Ahora, en clubes y en Selección, mi país se encuentra muy arriba. Es una gozada y un privilegio contar en una Liga con gente como Messi o Iniesta. Messi es un regalo que hizo la Providencia a los aficionados de fútbol en España.

— Conoces Argentina, ¿En España son iguales de apasionados por el fútbol como los latinos? O ¿en qué se diferencian?
—España es un país muy futbolero pero de un modo racional. En Argentina, el fútbol es la propia vida. En el pasado mundial de clubes que se celebró en Japón, creo que viajaron más de 16.000 hinchas de River hasta la capital nipona. Si te digo que 1000 hinchas del Barça cruzaron medio mundo para ver a su equipo, tal vez esté exagerando. Ni 500 viajaron. He leído que muchos hinchas de River hipotecaron hasta los calzoncillos para ver a su equipo del alma. Eso es una bendita locura. Ahí veo la diferencia.

— En Argentina ya no es un tabú el fútbol en la literatura como lo era antes, incluso, según supo escribir Javier Marías en España también. ¿Sigue siendo así o ya se rompió con esa vieja estructura “académica”?
—Es cierto que esa barrera se rompió hace relativamente poco tiempo. Hasta hace veinte años, la Literatura solo llevaba guantes de seda y zapatos de charol. Pero un señor uruguayo llamado Eduardo Galeano se dejó caer por España con un libro de fútbol bajo el brazo (“El fútbol a sol y sombra”, y leímos maravillas en pantalón corto y botines. Después más gente se puso una sudadera y calzó botas y se percató que un caño de Messi es poesía y que las paredes que construyen Busquets y compañía dan pie a sonetos potentes, y que en Sevilla hay un tipo rosarino llamado Ever Banega, cuyos pases de gol pueden compartir escenario con la mejor novela de mi barrio. He visto a muchos colegas escritores cantar gol a puro pulmón, que es una manera de pedir perdón por tantos años de ignominioso olvido.

—Escribiste un libro sobre Lionel Messi, del cual traza una analogía con El Principito. ¿Qué te despierta el crack del Barcelona?
—Es que Leo Messi es como el protagonista del maravilloso cuento de Antoine de Saint Exupery: mágico. Es una magia dormida fuera de la cancha, que cuando se encuentra con su amiga, la pelota, se convierte en magia desatada para el goce de todos, hinchas del Barça o no. Cuando te acercas a la cancha a ver a Messi vas con la excitación de saber que estás a punto de presenciar algo único, algo nuevo, una nueva maravilla, un nuevo invento.

—¿Qué recuerdos tenes de tus encuentros con Diego Maradona?
—Diego me cambió la vida como periodista. De alguna manera que solo él sabrá, me eligió y yo caminé entonces. Con él siempre tienes la impresión de beberte la vida de un sorbo, en un solo trago. Es una maravillosa desmesura. Recuerdo, una a una, las veinticinco entrevistas que le hice por todo el mundo. Pero me quedaría con la penúltima, en un hotel de Munich, día y medio después del homenaje a Mathaus, en mayo de 2001. Él y yo. A las
cinco de la tarde, hablamos de todo, de fútbol, de Cuba, de Argentina, de Sevilla… Diego te mira directamente a los ojos y sabes lo que hay detrás, te ve el corazón y casi descubre lo que sientes. Entonces se relaja y el tiempo se para. Recuerdo que en un rincón de la habitación, Gianina, su hija pequeña, jugaba con la Game Boy al Super Mario. Diego es un buen padre.

- Comiste un asado con Riquelme. ¿Cómo se dio esa oportunidad? ¿Quién es Román para vos?
- Comí varios asados con Román en su casa de don Torcuato, también en la casa/estudio de sus apoderados Franchi y Bolotnicoff, en la zona noble de Belgrano, pero me quedo con una cena de cumpleaños que celebré en una pizzería no muy lejos del estudio. Estábamos Marcos (Franchi) y yo, los dos solos, mirando la carta, y de repente, la sorpresa: Román se presentó a cenar conmigo. Venía con su hermano menor y un par de amigos. Ante mi cara de incredulidad, me dijo: “¿Cómo me voy a perder tu cumpleaños, gallego, boludo?”. Creo que ya sabéis qué significa Román para mí. Es uno de los mejores tipos que he conocido en mi vida. Y si piensa ser un día presidente de su amado Boca, lo será.

- ¿Cuál fue la novela con fútbol que más le gustó?
- Estoy muy de acuerdo con el colega mexicano Juan Villoro cuando dice que “existen pocas novelas en el fútbol porque el fútbol en sí es una novela”. Pero existen libros maravillosos de cuentos sobre fútbol, como los de Fontanarrosa, o “El balón dividido”, de Villoro. A mí marcó “El fútbol a sol y sombra”, de Eduardo Galeano. O “Fútbol, dinámica de lo impensado”, de Dante Panzeri. Os recomendaría un libro de un compatriota, David Ruiz, que hace un año y pico sacó un delicioso libro de relatos, “Fútbol que estás en la tierra”, digno de los mejores.

- Si tuvieras que trazar un paralelismo, ¿como quién escribiría Maradona literatura?
- Borges, sin ningún género de dudas. Y eso que don Jorge Luis era anti-fútbol.

- De los autores que escribieron sobre fútbol, ¿cuáles son los que más te gustan y por qué?
- Me gustan Eduardo Galeano, Enric González, Vázquez Montalbán, Roberto Fontanarrosa, Juan Villoro, Panzeri... Me gustan tantos que me olvido de unos pocos.


(*) Entrevista rescatada de la desaparecida web de La Mañana de Córdoba. Fue publicada originalmente el 05 de enero de 2016.

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