La Tierra de Valdés

Un mundo fascinante se abre en este mágico rincón de la Patagonia. Acompañanos a visitarlo.

Turismo 20/06/2018 Maximiliano Oro
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El viento sopla y la inmensidad se hace presente. La estepa patagónica se muestra solitaria y agreste, aparentemente desprovista de vida. Su color monocromático y su monotonía hipnotizante pero bella, nos acompaña en el viaje rumbo a la Península Valdés. Una vez allí, atravesamos el Itsmo de Ameghino, “Puerta de Entrada” a la Península, desde el cual es posible observar el mar a ambos lados. Ya en tierra adentro se puede observar cómo el paisaje cambia su paleta cromática, ahora salpicada por florecillas amarillas, típicas de los arbustos que predominan en esta planicie ondulada.

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Punta Pirámides, hoy ya no se ve así por el desgaste y erosión del agua y el viento.



Expandir los sentidos ante la biodiversidad

La Península alberga un número importante de especies: choiques, maras, pingüinos, zorros, armadillos y distintos tipos de aves, entre otras especies a las que se suman las que habitan en sus costas: orcas, ballenas, lobos marinos de un pelo y elefantes marinos del sur, las cuales conforman un escenario de múltiples relaciones ecológicas haciendo de este lugar uno de los puntos más australes de mayor diversidad del planeta.
Sin embargo, como visitantes procedentes de un mundo diferente, a menudo solo descubrimos a sus habitantes a través de sonidos, huellas, olores y apariciones fugaces, y en contadas ocasiones, cuando la naturaleza “otorga” permiso, es cuando nos hacemos de ese momento mágico y podemos compartir y registrar sus secretos. De esta forma, quien se adentre en Valdés deberá expandir sus sentidos y abrir bien los ojos además de armarse de paciencia, ya que aquellos que estén dispuestos en invertir el tiempo y esfuerzo necesario para conocer su vida animal y paisajes, serán recompensados con imágenes maravillosas.

Elefantes y leones de mar entre la historia geológica

La Península Valdés ofrece enclaves principales en los que se pueden observar diversas especies. Punta Pirámide es uno de ellos. Allí, la colonia para crías de lobos marinos de un pelo, también conocidos por el nombre de leones marinos debido a su espesa melena de color chocolate, se desenvuelve en un escenario único.

Se puede observar a los distintos harenes con sus grandes machos dominantes, en acantilados de imponente similitud, formados por sedimentos marinos del Terciario, Oligoceno y Mioceno; de allí, su alto valor geológico como toda la península por la presencia de fósiles.
Siguiendo con formas caprichosas, además de los acantilados, la tierra de Valdés posee grandes extensiones de costas, restingas, playas, golfos y caletas, convirtiéndola en el accidente geográfico más notable del litoral patagónico. Así Punta Delgada, apostadero de elefantes marinos del sur, característico también por sus acantilados, se encuentra custodiado por su faro que data de 1905.

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Hembra de elefante marino con su cría.




Tomando la 47, nos dirigimos a la reserva de Caleta Valdés, creada en 1977: un importante apostadero reproductivo de elefantes marinos del sur. Estos increíbles animales que logran alcanzar los 6 metros de longitud y los 400 kg de peso pasan la mayoría de su tiempo descansando, arrojándose guijarros húmedos en su espalda con una de sus aletas y abriendo de vez en cuando los ojos para observar qué pasa a su alrededor.
Los machos presentan una trompa (de allí su nombre) hinchable característica de su especie. Estos individuos, al igual que los lobos marinos de un pelo, conforman harenes que serán defendidos cueste lo que cueste. Tener la oportunidad de observar un combate entre machos dominantes es realmente una experiencia estremecedora. Normalmente la contienda empieza con fuertes rugidos, los cuerpos poderosos se levantan y se chocan. Comienza el mordisqueo de los ojos, cuello y trompa y es así como el intruso pierde sus fuerzas y al no alcanzar la altura de sus contrincantes se retira. De esta manera, el ganador conserva su territorio y sus hembras. El premio: reproducirse con ellas. Poder acceder a estos momentos de la naturaleza es verdaderamente mágico.

De igual manera sucede en Punta Norte. Allí, podemos observar las colonias de leones marinos de un pelo con sus machos de cuerpos robustos de color marrón café y sus hembras muchos más gráciles, más femeninas, conformando también harenes celosamente cuidados por estos machos dominantes que tratan de mantener todo bajo control. De esta manera, es notable ver cómo en un estado constante de nervios, machos de uno y otro harén se amenazan simulando combates.

Como se puede observar hasta aquí, la vida en la península desborda por doquier y pretender describir y narrar los comportamientos de las distintas especies sería imposible, es por ello que no podemos dejar de mencionar cómo en otoño la relativa tranquilidad de Punta Norte se ve afectada por la llegada de las orcas.
Este grupo de mamíferos marinos ha desarrollado una técnica exclusiva y espectacular de varamiento para capturar lobos y elefantes marinos, pero ésta es otra historia.

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Las ballenas, monumento natural nacional

Observar ballenas es pura magia. Al ser un animal dócil, es una presa fácil ya que el hombre se puede acercar a ella sin dificultad. En la antigüedad la caza llevó casi al exterminio a estos gigantes. Hoy, sobre todo en nuestro país, se encuentran protegidas, declaradas monumento natural nacional en el año 1984. Estos majestuosos y tiernos leviatanes se pueden observar en los Golfos San José y Golfo Nuevo, entre los meses de mayo y fines de diciembre. A pesar de tener una reproducción lenta, estas criaturas conforman una de las poblaciones más importantes del mundo. Su arribo a las costas de Valdés se debe a que las hembras eligen las bahías tranquilas de la península, con aguas pocas profundas para parir y amamantar a sus crías.

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Ballena Franca Austral. Atardecer en el golfo.




Entre los comportamientos más característicos que podemos observar son, por ejemplo, sus saltos magníficos, el golpeteo del agua con sus aletas y la exposición de su aleta caudal. Otra característica de estos individuos es la callosidad presente en algunas partes de su cabeza y el cuerpo. Como una huella digital gigante, el patrón de su distribución de estos engrosamientos de la piel permanece inalterable a lo largo de la vida del animal, lo que ha llevado a que, a partir de 1971/1972, se utilice como medio de identificación de individuos.

Consideraciones finales

La experiencia de acercarse a la naturaleza es una vivencia que todas las personas debieran vivir. Ver a los petreles gigantes planear en Punta Norte, descubrir cómo los tucu–tucu se escabullen entre las matas de arbustos, observar el cortejo de las parejas de pingüinos o sorprender a una familia de quirquinchos en su cueva es parte de esta gran red de relaciones y diversidad presentes en Valdés. Así, tras horas de trabajo, y a veces días, aparece ese momento mágico.
La luz cálida de los rayos del atardecer cae sobre el mar y una ballena suavemente asoma su aleta. Todo se conjuga espléndidamente bien, todo encaja, la luz, la situación, el clima…el registro es posible. En esos momentos, la fotografía cobra sentido. Sin embargo, mucho ha quedado por mostrar y mucho por describir, es que la belleza de Valdés nunca nos deja de asombrar. De esta manera, aunqure breve, esperamos estimular al lector para que comience a entender por qué es tan importante conservar y proteger la Patagonia y qué fascinante criaturas perderíamos si desaparecieran. Mucho ha destruido el hombre ya. Es hora de recapacitar. El planeta y su futuro pertenecen a todos los seres vivos, no solo a una especie.

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