Quienes tienen intereses creados detrás de la quema de pastizales y montes encuentran provecho en la combinación de sequía, viento y temperaturas atípicas para esta época del año.
Ed Impresa 29/07/2023 Aldana Varas
Especial para La Nueva Mañana
La temporada de sequía acompañada de una fuerte presencia de vientos y temperaturas atípicas para esta época del año anticipan una previsión crítica de alerta ante incendios forestales.
El 23 de julio, la Secretaría de Gestión de Riesgo informó el inicio del foco en el cerro Uritorco, perteneciente a la jurisdicción de Capilla del Monte. Durante varios días, bomberos trabajaron en el lugar combatiendo el fuego y recién el miércoles pasado se pudo extinguir el incendio en su totalidad, quedando en guardia de cenizas por si se producía un reinicio de las llamas.
Claudio Vignetta, secretario de Gestión de Riesgo, en diálogo con La Nueva Mañana explicó que fue un incendio muy difícil de contener y que quemó una de las laderas más verticales del cerro. “El inicio del incendio fue intencional como el 90% de las veces”, dijo Vignetta.
En Capilla del Monte las llamas quemaron unas 400 hectáreas, principalmente de pastizales y una zona con quebrachos colorados. Se estima que la población de estos árboles tarda aproximadamente unos 30 o 40 años en recuperarse. El período de mayor riesgo de incendios abarca de mayo a octubre. Generalmente agosto suele ser un mes bastante crítico debido a que nos acercamos a la primavera y se generan masas de aire de diferentes características. Córdoba, por sus condiciones climáticas y su vegetación natural, está entre los 10 lugares del mundo con mayor incidencia de incendios forestales.
Asimismo, las condiciones ambientales son sólo un contexto propicio para aquellas personas con intenciones de incendiar un espacio verde. El 90% de los incendios son intencionales. Detrás corren intereses ligados a lo agropecuario, al desarrollo inmobiliario, entre otros. Muchos productores rurales son los que generan incendios buscando el rebrote de pastura. Algunos de estos casos llegaron a la justicia.
“Las zonas serranas no tienen suelos aptos para la agricultura, entonces muchas veces están destinadas al pastoreo de ganado. En la época seca, hay escasez de material vegetal que sea nutritivo para los animales, entonces utilizan el fuego para fomentar el rebrote. Cuando esas quemas que son ilegales, las hacen durante días ventosos con las temperaturas de agosto, septiembre muchas veces se salen de control y generan incendios que terminan siendo noticias”, argumentó Juan Argañaraz, doctor en ciencias biológicas, licenciado en ecología y conservación del ambiente en diálogo con La Nueva Mañana. En este sentido, agregó que las consecuencias de esta práctica son muy negativas: “Hablamos de cabeceras de cuencas, que son las que retienen el agua que después nos abastecen, la erosión de suelo, pérdida de bosque, la calidad del agua se ve afectada, aumenta el riesgo de crecidas”.
La secretaría junto a Idecor (infraestructura de datos espaciales de Córdoba) elaboró un informe sobre las áreas afectadas por incendios forestales. En lo que va del año, del período de abril a junio, se registraron 50 incendios que afectaron un total de 2.008 hectáreas. Los departamentos con mayor superficie afectada son capital con 367 ha en 4 incendios, seguido de Marcos Juárez con 326 ha en 7 incendios y Juárez Celman con 309 ha en 6 incendios.
El 14 de junio se quemaron 318 hectáreas de la Reserva Natural de La defensa La Calera. El segundo incendio de mayor alcance se registró en Inriville en abril, del departamento Marcos Juárez, abarcando 236 hectáreas. El 18 de abril, en un sector agrícola próximo a la localidad de Miramar de Ansenuza del departamento San Justo, se quemaron 192 hectáreas. Casualmente o no, en la zona agrícola fue donde se sucedieron la mayor cantidad de incendios.
Comparando las cifras, en 2021 fueron 65.740 las hectáreas incendiadas según las imágenes satelitales. Un grupo de investigación del instituto Gulich, dependiente de la UNC y Conae, elaboraron un informe sobre incendios en Córdoba. Entre 1987 y 2018 el fuego quemó 1.609.672 hectáreas, lo equivalente a casi 28 ciudades de Córdoba. Según este informe, el peor año fue 1988 con más de 350.000 hectáreas quemadas.
Dentro de las áreas vegetadas, los cultivos agrícolas fueron los más afectados en las zonas quemadas. En segundo lugar fueron los matorrales o arbustales y en tercer lugar las pasturas. Tanto los primeros como los últimos presentan coberturas modificadas para el uso agrícola-ganadero. Las previsiones para agosto son de un contexto más cálido de lo normal principalmente para el norte de la provincia. En tanto para septiembre se espera un déficit de precipitaciones generalizado.
“Lo que resuelve el problema es evitar los incendios, trabajar en una política de prevención”, dijo Fernando Barri, biólogo y magíster en manejo de vida silvestre en una entrevista con este medio.
En 2010 se sancionó la ley 9.814 de Bosques Nativos. Esta promueve la conservación del bosque nativo mediante un ordenamiento territorial, la regulación del cambio de uso de suelo y establece implementar las medidas necesarias para evitar la disminución del mismo. “Evidentemente hay gente que prende fuego para desmontar. La ley dice que el productor tiene que ser sancionado y desalentar que incendien estas zonas, dejando de permitir el cambio de uso de suelo. Hay áreas que fueron incendiadas y que ahora están siendo urbanizadas”, explicó el biólogo.
La ley 8.751 establece procedimientos para el manejo del fuego en áreas rurales, forestales y urbanas dentro de nuestra provincia. El artículo 4 de la misma prohíbe el uso de fuego en estas zonas e insta a toda persona que tenga conocimiento de la existencia de un foco a formular inmediatamente la denuncia a la autoridad más próxima. “Los incendios siguen, son cada vez más recurrentes y afectan a nuestra calidad de vida”, concluyó Barri.
Los incendios reducen el hábitat de la fauna nativa que representan bosques y pastizales. De la superficie de bosque nativo que tenía Córdoba hoy solo queda menos del 5%. “Sólo tenemos pequeñas muestras representativas de especies. Se reduce la casa de muchos animales y organismos”, dijo Barri.
Aquellos que logran sobrevivir o escapar no encuentran qué comer o dónde refugiarse. Hay una mortalidad indirecta. Muchos animales se dirigen a zonas donde no hay fuego y vemos especies en áreas urbanas.
“Cuánto mayor gente cerca del monte, mayor probabilidad de incendio hay. Esto está probado. Tiene que haber un ordenamiento bien planificado”, manifestó Barri. “El tema es muy complejo de abordar. Deberíamos trabajar mucho con los dueños de las tierras porque son prácticas que están muy presentes. Necesitamos también que la Justicia haga su papel porque no son muchos los casos con condena. Si uno sabe que no pasa nada después, promueve que se siga haciendo”, concluyó Juan Argañaraz.
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