Cambio de época para el Mercosur

La cumbre del Mercosur en Mendoza demostró varias cosas, principalmente el cambio de prioridades del bloque regional y la falta de cohesión en cuanto a temas centrales en su agenda. Volvió a ser el de sus inicios, con prioridad al libre comercio.

Opinión 26/07/2017 Mariano Saravia
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Volver al pasado. El Mercosur demostró el viernes pasado que volvió a ser el de sus inicios, allá por los fines de los ’80 o principios de los ’90, con prioridad absoluta en el libre comercio, de ahí su nombre. Es decir, volvió a dar prioridad a la libre circulación de bienes y mercancías, pero no a la libre circulación de personas. En definitiva, volvió a ser el Mercosur de Carlos Menem, Alberto Lacalle, Andrés Rodríguez y Fernando Collor de Melo (luego Fernando Henrique Cardoso).

Más de lo mismo para el futuro. Teniendo en cuenta esta vuelta al pasado en cuanto a las prioridades, lo que puede venir no es nada halagüeño. El objetivo principal de los presidentes del Mercosur es cerrar antes de fin de año un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, algo que difícilmente beneficie a nuestros pueblos. De hecho, desafío desde aquí a alguien que reseñe alguna experiencia en la que acuerdos de este tipo entre países desarrollados y países en vía de desarrollo, haya terminado por beneficiar a los segundos. En momentos de crisis económica mundial, donde se está intentando salir de una recesión generalizada, lo último que puede beneficiarnos es abrir nuestras puertas a los productos europeos que ellos no pueden colocar en otros mercados. ¿A cambio de qué? ¿De alguna mínima cuota de importación de productos primarios nuestros? En definitiva, estaremos ante un nuevo pacto Roca-Runciman, aquel vergonzosamente firmado en plena Década Infame, que entregaba el transporte y el sector financiero a los ingleses a cambio de la exportación de carne que en última instancia beneficiaba a los frigoríficos (también extranjeros) y no al pueblo argentino. Últimamente, y se vio claramente en la cumbre del G20, Mauricio Macri y Michel Temer han sobreactuado su actitud servil a Angela Merkel para demostrar su incondicionalidad y ocupar un lugar en la defensa acérrima del libre mercado, frente a lo que pareciera una vuelta de Donald Trump y Estado Unido al proteccionismo.

La grieta es enorme. Lo que se vio en Mendoza también es el giro ideológico del bloque regional y la importancia vigente de tener una sintonía política. Antes, la había cuando se juntaban Lula (después Dilma), el comandante Hugo Chávez (después Maduro), Tabaré Vázquez (después Pepe Mujica), Fernando Lugo, Evo Morales y Néstor o Cristina Kirchner. Se veía la empatía que circulaba y se patentizaba en los discursos, los gestos, en todo. Ahora también, desde una postura diametralmente opuesta, pero también se nota la sintonía que existe entre el presidente golpista de Brasil Michel Temer, Mauricio Macri y el presidente paraguayo acusado de contrabandista (por la CIA y el Congreso brasileño) Horacio Cartes. Quienes no se vieron muy en sintonía, más bien incómodos, fueron el uruguayo Tabaré Vázquez, la chilena Michel Bachelet y el boliviano Evo Morales. El caso más curioso fue el de Bachelet, ya que por un lado era la presidenta más importante en cuanto a que representa el ideal libremercadista al que aspiran los demás, y tiene la llave por la cual se desviven Macri y Temer: la de la Alianza del Pacífico. Sin embargo, a ella no se le escapa al mismo tiempo que sus pares están esperando su salida, y un triunfo electoral en noviembre de Sebastián Piñera, un alter ego de Macri. Eso la puso sin dudas en una posición incómoda. Con Evo, no hay casi nada que compartir, más allá de los esfuerzos diplomáticos de mantener las formas, ya que Bolivia es un país (por ahora) en proceso de integración al Mercosur.

El objetivo principal de los presidentes del Mercosur es cerrar antes de fin de año un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, algo que difícilmente beneficie a nuestros pueblos.

El debate en torno a la democracia. Donde se notó con toda la fuerza esa grieta ideológica, fue la embestida contra el miembro suspendido del bloque: Venezuela. El objetivo prácticamente principal de Macri y Temer era expulsar a Venezuela del Mercosur, algo que no consiguieron, principalmente por la negativa de Uruguay, que ni siquiera aceptó que se lance un ultimátum a Venezuela para que no lleve a cabo el domingo que viene las elecciones de constituyentes. El texto del documento final incluye una exhortación a Venezuela para “no llevar a cabo ninguna iniciativa que pueda dividir aún más a la sociedad venezolana o agravar conflictos institucionales”. Y ni siquiera ese texto fue unánime por la negativa a firmarlo de Evo Morales. Muy por el contrario, Evo denunció a Estados Unidos de estar detrás un golpe en Venezuela y pasó al ataque al exhortar él a los países del Mercosur a “no ser cómplices de ese golpe”. Esta discusión no es algo menor, porque plantea divisiones casi insalvables. Es realmente sorprendente que Macri y Temer se constituyan en los abanderados del proceso golpista contra Venezuela, y usen para eso cuestionamientos al carácter democrático del gobierno venezolano. Maduro ganó elecciones para ser presidente durante seis años, hasta 2019, y el domingo habrá nuevas elecciones para una Asamblea Constituyente, mientras la oposición es clara y sincera en decir que lo que busca es que Maduro se vaya antes de tiempo. En cambio, Michel Temer llegó a la presidencia del Brasil a través de un golpe parlamentario y él mismo admitió en una entrevista televisiva que la destitución de Dilma fue una venganza personal y política de algunos congresistas. Por otro lado, es muy difícil para Macri sostener seriamente que en Venezuela hay presos políticos, cuando Leopoldo López y otros políticos detenidos han sido condenados por participar en muertes de ciudadanos, mientras que en Argentina Milagro Sala está presa por tirar huevos. No todos llegan a la cumbre. La cumbre del Mercosur volvió a ser para los encumbrados. Como decía el gran Eduardo Galeano: “Los gobiernos, de cumbre en cumbre, los pueblos, de abismo en abismo”. Esta fue la primera vez, desde 2005, en que no se hizo la Cumbre de los Pueblos, luego llamada Cumbre Social del Mercosur, que tenía carácter oficial y reunía a los movimientos sociales de cada país. Esta vez, por decisión directa de Macri, se impidió que sesionara la Cumbre Social. Los delegados de todos los países, que querían discutir entre ellos y con sus gobiernos los enormes problemas derivados de la destrucción del aparato productivo, la apertura de importaciones, los ataques a los derechos individuales y sociales, y otros tantos puntos, no pudieron ni acercarse al lujoso Hotel Intercontinental ni a la coqueta bodega Los Toneles. Pero la diplomacia de los pueblos no puede anularse por decreto, los delegados sí se reunieron en la Universidad Nacional de Cuyo, y el documento de los pueblos fue aceptado por Evo Morales para plantearlo ante sus pares.

Así las cosas, la cumbre de Mendoza del Mercosur marcó un nuevo hito en el cambio de época que estamos viviendo, pero también marcó claramente que todo está abierto, que todo está en discusión, y que no hemos vuelto a los ’90 como quieren algunos. Porque en aquellos ’90, los pueblos no discutían nada, agachaban la cabeza y recibían los palos. Nos habían convencido de las tesis de Fukuyama del fin de la historia y la muerte de las ideologías. Ahora no, ahora sabemos que la historia no termina nunca, que la seguiremos escribiendo nosotros mismos.

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