Chile, el espejo que nos siguen imponiendo

Un ex presidente (¿y futuro presidente?) que hace un chiste machista de mal gusto. Una Justicia que “devuelve” a la familia del dictador el robo del genocidio. Una Presidenta que se acuerda de los pueblos originarios cuando está yéndose. Ese es el cuadro que nos presenta Chile, el ejemplo que ciertos periodistas y políticos argentinos siguen.

Mundo 27/06/2017 Mariano Saravia
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Michelle Bachelet y Sebastián Piñera

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Hay que levantar un poco la mirada de las góndolas de ofertas y mirar alrededor para poder decir que uno fue a Chile. Estos son tiempos en que los argentinos se desesperan por cruzar la cordillera. Pero una vez allá, no salen de los shoppings y outlets de Apoquindo o Las Condes, los barrios altos santiaguinos.

Veamos algunos casos que nos muestran la realidad del Chile hacia donde nos quiere arrastrar el neoliberalismo que intenta imponerse en la Argentina.
La semana pasada se inició con un papelonazo de Sebastián Piñera. Ya es un papelón en su status de ex presidente. Pero lo es mucho más porque puede ser el futuro presidente, ya que las encuestas lo dan primero en la intención de voto, con casi un 25 por ciento. Este domingo 2 de julio hay elecciones primarias y el próximo 19 de noviembre hay elecciones generales. Por eso, ese domingo 18 de julio, había un acto de campaña en la ciudad de Linares, 300 kilómetros al sur de Santiago. En medio del acto, realizado en un teatro colmado de militancia de cotillón (globos, teleprompter, recursos electrónicos, música alta, luces, etcétera) se produjo lo inconcebible. En un alto en su discurso, Piñera dijo: “Me acaban de sugerir un juego muy interesante, ustedes las mujeres se tiran al piso y se hacen las muertas y nosotros, los hombres, nos tiramos encima y nos hacemos los vivos”.
Lo peor de todo es que hubo risas. Me imagino que algunas habrán sido espontáneas y otras forzadas. Pero hubo risas, tanto de hombres como de mujeres.
Esa es la calaña de nuestros dirigentes de la derecha suramericana. Muy a tono con los tiempos, muy a tono con Michel Temer, gobernante de facto de Brasil, aquel que llegó al poder a través de un golpe parlamentario. Y muy a tono con Mauricio Macri en la Argentina, único neoliberal que llegó al gobierno a través de elecciones. Único hasta ahora en Sudamérica y único en la historia argentina.
Recordemos que en marzo pasado, cuando le consultaron sobre el Día Internacional de la Mujer, Michel Temer había dicho que su mujer era muy importante para él, porque se encargaba de la economía del hogar y de controlar los precios en el mercado.

Peor fue la confesión de Mauricio Macri hace un tiempo en una entrevista radial: “A todas las mujeres les gusta que le digan un piropo. A aquellas que dicen que no, que les ofende, no les creo nada. Por más que esté acompañado de una grosería, por ejemplo que te digan ‘qué lindo culo que tenés’.
En Argentina lo grave es que el que hoy es presidente hizo esas declaraciones siendo jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires cuando ya nuestra sociedad había avanzado en la consecución de derechos de género, como el matrimonio igualitario, el aborto no punible en ciertos casos y otros. Aunque la violencia de género y los feticidios continúan siendo un problema serio.

En el caso de Piñera, el papelón de la semana pasada se da en un país como Chile, donde no hay ley de aborto en ningún caso, donde se está discutiendo en este momento en el Congreso un proyecto de ley para defender a las mujeres de los acosos callejeros, y donde en lo que va del año se cuentan 37 femicidios.
La semana continuó sorprendiéndonos cuando al promediar se conoció la noticia de que la Justicia había ordenado “devolver” a la familia Pinochet una suma cercana a los seis millones y medio de dólares, contando 23 inmuebles, autos y cuentas bancarias, que estaban incautadas desde principios de los años 2000 en el marco de procesos judiciales por delitos gravísimos contra la humanidad.
En esas investigaciones judiciales se hurgaba en la mugre que gran parte de la sociedad chilena se empeña en seguir escondiendo bajo la alfombra. Sobre todo en la realidad de que además de torturar, matar y desaparecer a seres humanos, los genocidas de nuestras dictaduras en el Cono Sur eran grandísimos ladrones.
Ahora, curiosamente, la Justicia chilena resuelve que esas investigaciones no pueden continuar porque los eventuales delitos han prescripto. Una verdadera aberración jurídica ya que se trata de delitos de lesa humanidad que no prescriben, según la jurisprudencia internacional.

Para completar el cuadro, recordemos que Augusto Pinochet murió en 2006 muy tranquilo en su cama, en su casa, como senador vitalicio y fue enterrado con honores militares.
¿Ese también es el espejo que nos quieren mostrar los que niegan el genocidio en la Argentina? Los que abogan por el 2x1 para los genocidas y los que ponen en duda las cifras de desaparecidos, entre ellos muchos funcionarios del Gobierno nacional.


El último episodio que quiero mencionar sobre Chile esta semana es la puesta en escena de la presidenta Michelle Bachelet que el viernes estuvo en el sur del país presentando el pretencioso “Plan de reconocimiento y desarrollo de la Araucanía”.
Fue en vísperas del Wiñoy Xipantu, que es el año que vuelve para los mapuches. El Inti Raymi para los pueblos andinos. Significa el año que vuelve, en la concepción circular del tiempo que tienen nuestros pueblos originarios. Muy distinta a nuestra concepción lineal del tiempo en la cosmovisión occidental que nos habla de un “año nuevo”.

En este caso no es nuevo, sino “el año que vuelve”, porque todo es circular y nuestros ancestros no están atrás sino que caminan adelante nuestro para marcarnos el camino.
Además, este amanecer del 24 de junio se toma simbólicamente como el solsticio de invierno (a veces puede caer un día antes o un día después) porque el invierno purifica la Pachamama, que no es sólo la tierra, sino todo lo que nos rodea, los newenes para los mapuches, es decir todas las energías de la naturaleza. Entonces vuelve el ciclo de la tierra, o para nuestra cabeza más occidentalizada, se inicia un nuevo ciclo, tanto de trabajo de la tierra como de todo.


En ese contexto, la presidenta chilena ensayó una especie de pedido de perdón por parte del Estado: “Hoy como sociedad democrática y madura queremos dar un paso decisivo para enfrentar la historia de desencuentros y postergación que afecta desde hace siglos a la región de La Araucanía y al pueblo mapuche. Queremos hacernos cargo de una larga historia, una historia de conflictos culturales y de brechas sociales, que se han traducido en un desafío de una complejidad y tensión tal que no se soluciona de la noche a la mañana ni con medidas efectistas. Es claro que desde la conformación de nuestra República la identidad, la cultura, los territorios y los medios de vida del pueblo mapuche no fueron resguardadas como correspondían y que en más de un siglo y medio de historia nacional, dicho pueblo fue sometido a la invisibilidad y sus comunidades despreciadas y discriminadas”.
Sin embargo, en los hechos, poco y nada. Anunció la oficialización del idioma mapudungún en los territorios mapuches. Y sobre el conflicto de las tierras que enfrenta desde hace décadas a los mapuches con compañías forestales, Bachelet anunció la creación de un comité interministerial presidido por el Ministerio de Desarrollo Social para que actualice el catastro de tierras y aguas indígenas. Es decir, si querés que algo se dilate, creá una comisión. De las cárceles del sur abarrotadas de longos (caciques), nada. Poco y nada, a menos de cinco meses de las elecciones para elegir a su sucesor.

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