Desde la única participación de Talleres en la Copa Libertadores, allá por el año 2002, Astudillo puede presumir de haber sido el máximo artillero del equipo, a pesar de la tempranera eliminación.
Deportes 22/05/2018
Federico Jelic
Federico Astudillo aduce que no es reconocido por la gente mientras realiza sus labores en la panadería que tiene con su hermano Rodrigo y su padre Eduardo, ambos glorias de Talleres. Que mientras sus amigos y ex compañeros le escriben para recordar el logro de haber disputado la Copa Libertadores en 2002 y celebrar el actual, pocos se acuerdan de su paso. En su Colonia Caroya natal es distinto el panorama porque fueron testigos de su crecimiento, pero por barrio Jardín, pasa desapercibido.
Luego de que el albiazul consiguiera, después de 17 años, el pasaje al torneo máximo a nivel continental, La Nueva Mañana contactó al delantero que fue goleador en esa experiencia internacional, que a pesar de no haber logrado pasar de la fase de grupos, inscribieron en alto el nombre de Talleres.
Astudillo anotó tres de los cinco goles en esa aventura. “A medida que pasa el tiempo uno lo valora más, pero al principio fue como algo lindo aunque al otro domingo ya teníamos que volver a jugar. Ese Talleres no hizo una buena campaña en el torneo local, lo terminamos sufriendo, pero nadie nos quita el hecho de haber jugado en el estadio Azteca donde Maradona levantó la Copa del mundo”, comenta emocionado, ajeno a las sensaciones que embargan a los hinchas, ya que aduce no concurre demasiado a ver al equipo al Mario Kempes. “La última vez que fui, fue en el Centenario que nos invitaron”, confesó.
El grupo no fue fácil: América de México, River Plate y Cortuluá de Colombia componían la zona. Apenas una victoria ante los “cafeteros” y dos empates con el “Millonario” fue la cosecha del conjunto albiazul, que sufría en el certamen doméstico donde no lograba sumar. Fue la fatídica campaña de los 26 puntos que incidieron en la pérdida de la categoría en 2004.
“Era hermoso. En México fue algo especial lo que vivíamos, no salíamos del asombro. Después le empatamos a River Plate y al ganarle a los colombianos, sentíamos que podíamos”, cuenta Astudillo. “Esa noche en el Chateau me tocó convertir y fuimos con la esperanza de traer un punto a Colombia. Allá perdimos bien y después América nos ganó en Córdoba y chau. Esa noche salió todo mal, hasta un penal erramos”.
- ¿Cómo vivían ustedes y la gente ese momento?
- Seis meses antes jugamos la Copa Mercosur, había euforia en la hinchada y la vara estaba alta. En esa copa no entré un minuto. El tema era que nos costaba mucho jugar en la liga nuestra, perdíamos seguido y había impaciencia. Con el diario del lunes te digo que a la Copa Libertadores hay que jugarla si tenés un plantel largo, porque se siente el desgaste y nosotros pagamos caro eso. No sirve eso de jugarla porque sí.
- Te tocó meter goles y ser considerado…
- Sí, le hice dos a los colombianos uno en cada partido y a River cuando ya estábamos eliminados. En Colombia fue de palomita, en Córdoba, me metió un gran pase el “Leche” (César La Paglia) y aproveché que el arquero salió desbocado para tocar la pelota antes. No teníamos mal equipo, al contrario, pasa que arrastrábamos mala energía del torneo argentino. Una pena. Pero esa experiencia no se olvida más.
- ¿Cómo siguió tu carrera?
- Al final de esa misma temporada me compra un grupo empresario de Marcelo Simonian y paso al Cartagonova de España, pasé por varios equipos como Chacarita, Tigre, Racing de Nueva Italia en la B Nacional, y me retiré en Sportivo Italiano. Tenía 32 años y ya estaba cansado. Pude haber seguido pero ya no tenía resto.
- De hecho, en Racing le metiste un gol a Talleres y lo festejaste…
- Mirá, tenía 22 años y estaba enojado porque la gente se la había agarrado feo con mi hermano Rodrigo. Hizo mucho por Talleres, lo vendieron bien pero siempre fue medio resistido. Esa temporada Rodrigo estaba en Talleres y la dirigencia y los hinchas no lo valoraron, lo cortaron antes. Fue muy feo y yo sé lo que sufrió. Entonces justo me tocó convertir y lo grité. Se dio. Estaba muy caliente, uno se arrepiente porque se me salió alguna palabra de más. Pero soy hincha de Talleres desde siempre, mi padre fue una gloria. Fue un momento muy caótico del club y nosotros lo padecimos, pero no quita el amor que tenemos por los colores.
- ¿Seguís al equipo ahora? ¿Qué opinás del retorno a la Copa?
- Feliz, lo sigo por radio y TV. No soy de ir a la cancha, Rodrigo tampoco. Mi viejo va seguido. Nos puso contentos. El club está muy ordenado y se lo merece. Y por suerte ahora se valora más aquella clasificación histórica que logramos.
- ¿Qué te quedó de recuerdo de esa aventura?
- El entrenamiento en el estadio Azteca, el partidazo que le hicimos a River de visitante, ganarle a Cortuluá y hacer un gol… Leer los diarios y revistas que decían “Talleres de América”, son cosas que no se olvidan. Yo estuve poco tiempo en el club, pero fue increíble a pesar del momento, porque mientras jugábamos copas nos criticábamos porque nos iba mal en el torneo. Pero fue especial y feliz estoy de haberlo vivido y de ver de nuevo a Talleres en una Copa Internacional es un orgullo.
TALLERES 2
Mario Cuenca; Julián Maidana, Víctor Sotomayor, Ramón Galarza; Gustavo Lillo, Adrián Avalos, Cristian Pino, César La Paglia; Diego Garay; Federico Astudillo y Pedro Ojeda. DT: Mario Ballarino.
CORTULUÁ 1
Darío Aguirre; Robinson Rojas; Alexander Posadas, Robinson Muñoz; Oscar Díaz, Jorge Victoria, Rubén Velázquez, Julián Barahona; Mayer Candelo; Héctor Hurtado y Rogelio Pereira. Director técnico: Héctor Quintabani.
Talleres logró la clasificación a la Copa Mercosur y Libertadores en 2001, de la mano de Juan José López, pero a la hora de disputarla, Copa Mercosur mediante, pasaron Ricardo Gareca y Mario Zanabria desde el banco de suplentes. Mario Ballarino asumió casi de emergencia mientras se desempeñaba como coordinador de las divisiones inferiores, y estuvo a cargo del equipo en la copa, con apenas dos refuerzos: Pedro “Perico” Ojeda, que llegaba desde Numancia de España; y un ignoto Eber Fernández, de paso olvidable.
Lo excéntrico de Ballarino era que en el torneo local no utilizaba arquero suplente, con la consigna de sumar un jugador más de campo. “Pero fijate vos, Mario Cuenca es muy grandote, mira el tamaño que tiene esta bestia, no le va a pasar nada, lo tenés que chocar con un tanque para que se lesione”. Fue gracioso y hasta riesgoso. “Cuidado Mario Alfonso Ballarino, cuidado”, comentaba desde la vieja LV2 Ramón “Negro” Gómez en sus comentarios en cada centro en contra de Talleres.
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