“Milonguita” Heredia y el Gigante de Alberdi, romance eterno

La leyenda cordobesa del fútbol mundial recibió un justo y merecido homenaje en el club del que es hincha: Belgrano.

Heredia supo lamentarse que en Córdoba no lo reconocían como sí lo hacían en el Barça; y recalcaba su amor por el “Pirata”.
Heredia supo lamentarse que en Córdoba no lo reconocían como sí lo hacían en el Barça; y recalcaba su amor por el “Pirata”.

El partido está por comenzar. Él se siente nervioso. Es curioso, pero le tiemblan un poco las piernas. Él, el que hizo goles en clásicos, que la rompió al lado de un tal Johan Cruyff, está nervioso. La voz del estadio lo anuncia y el aplauso es unánime. Se hace sentir.

Sus pasos son tímidos, y pensar que en esa cancha sacaba a pasear a cuanto rival se le pusiera al frente. Entonces, se le vienen imágenes a la cabeza. Los recuerdos viajan. Los aplausos son cada vez más fuertes. Es la “Milonguita”... Milonguita... Milonguita... Milonguita", y ese sobrenombre hace eco en el Gigante de Alberdi.

No aguanta. Se emociona. Está vestido de negro y una gorra celeste con el escudo de ese club que tanto ama. El escudo del Club Atlético Belgrano. El club del que esperaba que lo homenajearan como hacían los catalanes en el Barcelona. Y el día llegó. El mimo esperado por él, llegó. Por eso, la emoción.

Juan Carlos “Milonguita” Heredia ya es inmortal en el Gigante de Alberdi. Un romance eterno.
La platea ubicada sobre la calle Arturo Orgaz, a partir de ahora, lleva el nombre del mítico jugador que la rompió en el Celeste en la década del ’70.

Por eso la noche del viernes 24 de agosto Heredia estuvo en el estadio y recibió cientos de muestras de cariño, además de la oficialización de este merecido homenaje con su nombre en una de las tribunas del estadio y la entrega de una camiseta con su nombre. Ah, también una plaqueta con la frase: “Tribuna Juan Carlos Heredia. En homenaje a la trayectoria deportiva en el Club Atlético Belgrano de la legendaria Milonguita. Estadio Julio César Villagra, Córdoba, 24 de agosto de 2018”.

Inmortal. Milonguita... Milonguita... Milonguita... Continúa el eco en el Gigante.

“Fue increíble. Impagable. Hasta lágrimas salieron. Lloré en la cancha, porque no es para menos”, confiesa, en diálogo con La Nueva Mañana, aquel futbolista que jugó 40 partidos con la casaca del “Pirata” entre 1970 y 1971, donde convirtió 14 goles, obteniendo cuatro títulos oficiales con el club de barrio Alberdi.

La “Milonguita” Heredia formó parte del que se considera, quizás, el mejor equipo de la historia de Belgrano; el del Nacional de 1971. En ese equipo, Heredia jugaba en la delantera junto a Bernardo Patricio Cos y Enrique Eduardo Quiroga. El tridente “Cuchi”, “Bocadito” y “Milonguita”. ¡Cuánto fútbol!

Aunque él, la “Milonguita”, recordó otra cosa apenas piso el césped del estadio. Se acordó de un golazo a...sí, a Talleres. Los recuerdos son así.

“Apenas entré a la cancha me acordé de aquel terrible gol de palomita que le hice a Talleres. Le ganamos 1-0 y salimos campeones en el ’70. Fue mi primera vuelta olímpica”, rememora.

Origen

En diversas entrevistas a medios nacionales e internacionales, Heredia supo lamentarse que en Córdoba no lo reconocían como sí lo hacían en el Barça; y recalcaba su amor por el “Pirata”. Lo expresaba a los cuatro vientos. Y ese “mensaje” llegó a la gente de Belgrano.

Fue clave para que esto ocurra la gestión de Víctor Baissi, del área de cultura del club, que lo quiso rescatar junto a mucha gente que trabaja en este destacado departamento de la institución. Él habló con una de las hijas, Rocío, y comenzó a gestarse esta posibilidad.

Primero ella lo llevó a La Noche de los Museos y ahí Heredia la pasó muy bien, recibiendo el reconocimiento de hinchas y de los ex compañeros. En los días posteriores distintas área del club junto a los directivos comenzaron a gestar la idea que se materializó en los últimos días, el homenaje en el estadio.

El teléfono suena. Juan Carlos está yendo, junto a su yerno, a realizar un trámite. El teléfono sigue sonando. Atiende. Desde el club Belgrano le comunican de la noticia. Responde amablemente, agradeciendo la invitación al estadio y agradeciendo, por supuesto, tamaño homenaje. Pero sin muchos rodeos. Simple. Breve. No obstante, cuando corta el teléfono, se quiebra. Y se larga a llorar como un chico. El reconocimiento en vida que tanto esperaba.

Es por eso, que cuando entra al césped del Gigante junto a toda su familia, y lo aplaude todo el estadio se toca el corazón. Mira a las tribunas. Hace el gesto como que los quiere abrazar a todos. Y es literal. “Llegó este reconocimiento del club de mis amores, del que soy hincha desde chiquitito. Pude vestir esa camiseta, mi primera vuelta olímpica la di con la camiseta de Belgrano, en el ’70. Fue completo todo lo que viví en este club y con este reconocimiento”, expresa emocionado.

¡Un crack!

Esto ocurrió. Fue en un invierno de la década del ’70. En el barrio Alberdi, cuando él ya no era el hijo de “Milonga”, sino el jugador del Barcelona. Ya era el que había salido campeón con Belgrano. Es un 9 de julio. En el club hay una fiesta. “Milonguita” llega en compañía de su papá. Cuando está por entrar se le acerca un joven para saludarlo. Juan Carlos observa que tiene una camisa manga corta. Invierno, camisa manga cortas... por supuesto, tiene un “friazón”. Pero a este pibe no le importa. Sonríe. Acaba de saludar a la “Milonguita”. Dos horas después de la celebración, el por entonces jugador culé se retira del estadio por la calle Arturo Orgaz y ve al mismo pibe que sigue ahí, esperándolo. Lo vuelve a saludar. “¿Qué hacés acá todavía?”, le pregunta. “Quiero que me firmes un autógrafo”, le dice el muchacho. “¿Pero por qué no me lo pediste antes? ¿Dónde te firmo?”. El hincha mete la mano en el bolsillo y extrae una foto del jugador del Barcelona con la camiseta de Belgrano. Heredia firma, el hincha agradece y se va.
“¡Pará! –grita Milonguita– Tomá, llevate mi campera”.
La campera la había comprado unos días antes en España y había costado varias pesetas. A Heredia no le importó. Le apenaba ver al pibe en mangas cortas, pasando frío. “A mí me hizo feliz regalarle la campera”, supo recordar en una entrevista en la revista El Gráfico al repasar aquella anécdota que lo pinta tal cual era y es.
Es que así era (y es) Juan Carlos Heredia, el de la tribuna de la calle Orgaz. Por eso, sus lágrimas no son fingidas, son sinceras, son esperadas. Ya han pasado más de 40 años de aquella noche. Esta vez sale junto a su familia del estadio, una sonrisa de oreja a oreja, y también por la misma calle; y son muchos los que lo saludan. “Milonguita”... Milonguita... Milonguita... su nombre ya es un eco en la eternidad del Gigante de Alberdi.


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