Córdoba Consuelo Cabral 21/03/2018

Vidas alteradas: narrar desde adentro el día que fue justicia

Hoy a las 19.30 en la Sala de las Américas estrena el documental “La Sentencia: crónica de un día de justicia”. Fue producido por el Cepic, Facultad de Ciencias de la Comunicación, UNC.

Por: Consuelo Cabral

MEGAJUICIO LA PERLA

La imagen de Tribunales Federales tomada desde las alturas inunda la pantalla de grises, marrones y celestes. De repente el edificio de barrio Rogelio Martínez, colindante al barrio Militar y al ex Batallón 141, donde ahora funciona Ciudad de las Artes, aparece como símbolo de una Justicia que demoró 40 años en llegar. Es jueves 25 de agosto de 2016 y han pasado cuatro años hasta la llegada de este día, cuando la voz en off del juez Jaime Díaz Gavier retumba leyendo la sentencia de la megacausa “La Perla”, el mayor juicio por delitos de lesa humanidad del interior del país.

La imagen forma parte del tráiler del documental “La Sentencia: crónica de un día de justicia”, producido por el Cepic (Centro de Producción e Innovació en las Comunicaciones) de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, de la Universidad Nacional de Córdoba, que será estrenado este miércoles 21 de marzo a las 19.30 en la Sala de las Américas, en vísperas de conmemorarse el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia o los 42 años del golpe militar que dio inicio a la última dictadura cívico-militar argentina, que dejó 30 mil desaparecidos y robó, secuestró y entregó a distintos apropiadores centenares de bebés, hijos de víctimas del terrorismo de estado.

A través de un relato coral, la cámara acompaña desde el comienzo de ese día clave a los protagonistas y va relatando sus rutinas y rituales. Cada uno representa las partes intervinientes en el juicio: el juez Jaime Díaz Gavier; el fiscal Facundo Trotta; la defensora oficial Natalia Bazán; la madre de un desaparecido, Emilia Villares de D’Ambra; una sobreviviente, Liliana Callizo y el periodista Jorge Vasallo. Con planos cortos alternados con secuencias históricas, el documental busca responder preguntas que expliquen cómo se espera un día que ha sido esperado durante cuatro décadas. ¿Cómo es el viaje al trabajo del hombre que debe definir, con su veredicto, si otro es culpable o no? ¿Qué carga en su cartera la mujer que sobrevivió a un campo de exterminio y esperó 40 años ese veredicto? La madre que perdió a su hijo, ¿desayuna, como un día cualquiera, el día de la sentencia? ¿En qué credos se sostiene la abogada que defendió al hombre acusado de esos crímenes?

LA NUEVA MAÑANA habló con Guillermo Iparraguirre y Waldo Cebrero, dos de los realizadores del documental que podrá verse por primera vez este miércoles, en la Ciudad Universitaria, quienes contaron cómo fue la experiencia de resumir en 72 minutos 40 años de esperar justicia.

“Nuestro objetivo fue dejar en claro que el Estado argentino se juzga a sí mismo, lo cual no pasa en otros lugares del mundo”

- ¿Cómo surge la idea de hacer el documental sobre el día de la sentencia de la megacausa?
Guillermo Iparraguirre- Los que hicimos esta película trabajamos en el Cepic, que es el Centro de Producción e Innovación en las Comunicaciones de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, y en el marco de ese proyecto del Centro de Producción, realizamos producciones audiovisuales destinadas a que los estudiantes y los egresados con poco tiempo puedan completar su formación académica a través de estas prácticas profesionales. Por eso buscamos subsidios y generar convenios con otras partes, como es el caso de los SRT. Fue Waldo quien se reunió con Martín Notarfrancesco. La idea inicial fue hacer un informe periodístico siguiendo a personajes claves de ese día, tratando de innovar en la cobertura y donde los alumnos pudieran documentar todo con nuevas tecnologías, como es el caso de los celulares. En un principio, íbamos a hacer un informe especial para ser emitido al día siguiente al juicio, pero la idea comenzó a crecer, hasta que dijimos ‘esto excede la realización de una crónica periodística, acá tenemos una película, y así nació “La sentencia: crónica de un día de justicia”.

Waldo Cebrero- Yo venía cubriendo los juicios de lesa humanidad desde el 2008 y cuando comienzo a trabajar en el Cepic, en abril de 2016, me pareció que estaba bueno comenzar a producir algo que ese proceso y el trasfondo de todo lo que implicaba en la vida de las personas involucradas, como ser los familiares de las víctimas. Porque muchas personas dejaban todo lo que estaban haciendo para preparar el mate y llevarle a sus compañeros que estaban en los juicios. Eran rutinas alteradas por lapsos muy extensos, que no salían en las noticias. Y comencé a imaginarlo de forma audiovisual. Así es como desde la Facultad comenzamos a pensarlo como un relato paralelo, que luego fue tomando forma de documental, siguiendo la vida de personas representativas del juicio. Pensábamos en las cotidianeidades de las personas, que como Emi D’Ambra hacían cada mañana. Si le dejaban o no comida a los perros, si se preparaban de alguna forma en especial. También nos pareció clave incorporar cada una de las partes, por eso incluimos a la abogada de Ménendez como el rol del Estado, a Emi como querellante, y un periodista porque los juicios de lesa humanidad generan muchas cosas por fuera de Tribunales, y son el nexo entre la sociedad y la Justicia.

“Este fue un trabajo hecho no por una productora independiente, sino que fue realizado por docentes, estudiantes y egresados de la Universidad Nacional, en el que se dio cuenta de un proceso histórico y político clave”.

- ¿Cuánto tiempo duró el rodaje y cómo fue su filmación?
WC- Desde la idea inicial que surgió en abril de 2016 hasta la sentencia, trabajamos en muchos encuentro previos con los protagonistas. Pero la mayoría del rodaje se hizo el día de la sentencia. Y después hubo todo un trabajo de post producción y búsqueda de financiamiento para poder hacer un trabajo con calidad cinematográfica. Ahí es donde aparecen los aportantes que nos dieron una mano para poder producirla, que son Adiuc, Uepc, ministerio de Justicia de la Provincia y Abuelas que nos cedió el trabajo de dos técnicos. En cuanto a los testimonios, relacionados a los organismos, decidimos encararlos por el lado de las víctimas y no tanto de los abogados, que en ese caso hubiera sido clave la participación de Claudio Oroz por ejemplo, por una cuestión de que no queríamos plagar la película de corbatas. Ya demasiado teníamos con los jueces y los fiscales. Y otro poco porque los familiares de las víctimas fueron los promotores de la causa.

GI- Waldo es un excelente cronista gráfico y yo quería abordar la crónica desde lo audiovisual. Y hay un género en el documental que se llama ‘cine directo’, que aparecen en los 60’ en los Estados Unidos, y que trabaja con el concepto de que la cámara debe ser la mosca en la sopa, como un ojo de Gran Hermano que sigue los personajes sin que éstos la perciba. Eso es un ideal porque nunca los personajes están totalmente abstraídos de la cámara pero en términos de cómo presentar la historia, se trabaja en base a ese concepto. Todo el tiempo buscamos una cámara intimista, con unas ópticas de 50 milímetros, que tienen poca profundidad de campo y una vista similar al ojo humano. Esto hace que las cámaras deban estar cerca de los personajes, y casi poder olerlo, tocarlo, y así transmitir sus sensaciones y preocupaciones.

- ¿Qué tipo de huella consideran que deja este documental?
WC- Nuestro objetivo fue dejar en claro que el Estado argentino se juzga a sí mismo, lo cual no pasa en otros lugares del mundo. Así como también documentar un juicio inédito, ya que no existen causas cuyas sentencias sean aguardadas por 20 mil personas en la calle, como ocurrió en Córdoba, con el juicio de “La Perla”.

GI- Para nosotros era un desafío poder hacer un producto que suele ser hecho por productoras independientes, pero esta vez realizado por docentes, estudiantes y egresados de la Universidad Nacional, en el que se diera cuenta de un proceso histórico y político clave. En ese sentido, estamos muy orgullosos y contentos, y creemos que el documental puede ser un punto de partida para proyectos futuros.


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