Ed Impresa Carlos Torino 17/09/2021

Jardines maternales, uno de los sectores más golpeados por la pandemia

Desde la Asociación Civil de Jardines Maternales (ACIJAM) señalaron que, sin subsidios, por no estar dentro de la educación formal, el 40% debió cerrar sus puertas.

“Somos un rubro no reconvertible porque brindamos un servicio único e insustituible. Aquí la virtualidad no es el camino porque es una realidad que se realiza cuerpo a cuerpo”.

 

Especial para La Nueva Mañana

Los jardines maternales dependen de las cuotas de las familias cuyo comportamiento es dispar ya que depende de las zonas y el poder adquisitivo de los papás y las mamás. La Nueva Mañana para abordar esta problemática, habló con la vocera de la Asociación Civil que las nuclea y recabó el testimonio de dos maestras que revelan las dos caras de la pandemia: la recuperación y el cierre.

“Nunca imaginamos encontrarnos con una pandemia. Fuimos unos de los sectores más lastimados, este tiempo puso en evidencia nuestra realidad. La pandemia nos hizo visibles como un espacio para la primera infancia que nunca había sido mirada por las autoridades”, dice Romina Rosado, vocera de la Asociación Civil de Jardines Maternales (ACIJAM)  que tienen doce años de existencia y cuenta con más  de 200 afiliadas. “Un 40% de los jardines cerraron sus puertas. Unas definitivamente, otras pudieron recuperarse pero las pérdidas fueron tremendas. Hoy se trabaja para saldar deudas del año pasado. La realidad es que hay que avanzar porque se puso en evidencia la situación de siempre. En la unión de asociaciones trabajamos para visibilizar y jerarquizar al jardín maternal. Luchamos para que se ponga atención en la primera infancia” , relata con crudeza.

Cabe señalar que el nivel inicial es una unidad pedagógica que va desde los 45 días hasta los cinco años pero desde que es obligatorio el viejo prejardín -hoy Salita de Cuatro-  las históricas mal llamadas “guarderías” atienden hasta los tres años de edad. No están reguladas ni por el Estado  provincial ni el nacional y solo el Estado municipal los tiene en cuenta pero en la categoría de “actividad comercial”. Regulados con ordenanzas en cada localidad, ese status les jugó muy en contra cuando el 15 de marzo de 2020 se cerró todo por la cuarentena estricta. “Quedamos afuera de las ayudas nacionales porque carecemos de un registro nacional de la actividad”, añade Rosado, pero fue precisamente esta carencia la que operó para la unidad del sector. Debido a la problemática y el desamparo total del calor oficial, la necesidad tuvo cara digital y el Zoom y el Meet estuvieron al orden del día y las penurias. “Nos organizamos con seños de otras provincias, formamos una Unión Federal y al tiempo nos recibió el ministro Trotta”, señala la dirigente. 

Así recibieron ATP solo los jardines maternales que estaban en blanco, que “no es la realidad de todo el sistema”, agrega Rosado. Es indispensable marcar esta característica porque los jardines generalmente surgen del esfuerzo y la iniciativa de una o un grupo no muy numeroso de docentes de nivel inicial para poner en funcionamiento una institución de este tipo. Se contrata a colegas que, en su mayoría, no tienen como fin dedicarse “for ever” a la actividad porque después de un tiempo buscan la estabilidad de un nombramiento en el sistema del Ministerio de Educación. 

Las históricas mal llamadas “guarderías” atienden hasta los tres años de edad. No están reguladas ni por el estado  provincial ni por el estado nacional y solo el estado municipal los tiene en cuenta pero en la categoría de “actividad comercial”.

“Al ser habilitados como comercio nos sustentamos con el pago de las familias y nuestra responsabilidad laboral es como cualquier empresa. Dependemos de la continuidad de las familias, la cual en pandemia acompañaron un tiempito pero después dejaron de pagar su cuota. No hay forma de reinventarse” al tiempo que remarca el rol esencial: “somos un rubro no reconvertible porque brindamos un servicio único e insustituible. Aquí la virtualidad no es el camino porque es una realidad que se realiza cuerpo a cuerpo”, grafica.

El aspecto económico también tiene que ver con el edificio porque usualmente son alquilados y deben ser adecuados para la actividad.  “Los jardines son espacios controlados que deben cumplir requisitos de estructura de edificación y ventilación. No cualquier casa puede ser jardín. Así que los alquileres son elevados y ese fue el otro inconveniente de la pandemia”, subrayó y comentó los vaivenes inmobiliarios. “Hubo gente amorosa que dejó de cobrar, otras que exigieron el pago. Claro que todo depende de la realidad y la necesidad del otro. La pandemia nos atravesó a todos en el plano económico y en el emocional. Quedamos muy a la deriva y a la buena voluntad del propietario. Fueron muchos meses”. 

Hasta hace poco no sabían en el municipio con exactitud cuántos jardines funcionaban. Gente que cerró sin darse de baja, todo era virtual. Había 320 jardines en capital.

Las dos caras de la pandemia

Cecilia Macaya tenía su jardín en la zona del Parque de las Naciones. Empleaba a tres maestras pero todo cambió en marzo de 2020. “Fueron momentos muy complicados. Pudimos reflotar. Conocí a la seño Belén, que tenía su jardín, cerca del mío. En marzo, habían pagado todas las familias pero al segundo mes ya no podían porque algunas se habían quedado sin trabajo. Tres mamás me pagaban siempre y lo que podían pero en agosto cerramos. Cancelamos servicios como el de emergencia médica pero llegado un momento no se pudo sostener más”, cuenta su experiencia. “Hicimos lo imposible. Vendí juguetes de madera, pastas frías, subsistimos con lo que podíamos vender. Respecto al alquiler, la inmobiliaria nos ofertó no pagar un mes y luego debíamos pagar dos meses. Era mucho y lo cerré por una cuestión de salud: el sufrimiento, el cansancio, el stress, me salieron sarpullidos, tuve dolores musculares. Vivía una situación intolerable”. 

Cecilia comenta que con Belén “pudimos reflotar porque en abril de este año le proponen alquilar un jardín cerrado que querían reabrirlo pero no con los dueños anteriores. Entonces alquilamos el lugar y el primero de julio volvimos a trabajar”, dice con serenidad y alegría. Cecilia volvió a respirar porque en la pandemia tuvo que prescindir de tres maestras, a las que le pagó en un mes el 70%. Tuvo que hablarles, pedirles disculpas por no poder mantener la fuente laboral. “Ellas me dijeron que me iban a acompañar. Mi salud no estaba bien. “Nadie nos apoyó económicamente más que los padres. Nos dieron un solo subsidio de $20.000 a fin de año que nos ayudó”, señala y rescata con énfasis la esencialidad de la actividad pero, fundamentalmente, la importancia de la docencia en la primera infancia. “Aquí dan sus primeros aprendizajes de vida: aprenden a dejar el pañal, el chupete”.

En junio de 2020 Schiaretti anunció créditos de 40 mil pesos para los jardines maternaes.

En cambio, para Agustina Vílchez la pandemia no le permitió continuar con “el sueño que tuve desde el día en que me recibí”, comenta. “Tenía cuatro docentes y los padres cuando empezó la pandemia me apoyaron. Todos creíamos que eran quince días, y siguieron pagando la cuota. Algunos siguieron en abril y obvio empezó a bajar la contribución hasta junio donde ahí ya fueron dos o tres familias las que pagaron”, y enfatiza que lo más duro fue el alquiler. “Desde la inmobiliaria me pedían  el pago completo. Pedí reducción, que le consultaran al dueño si podíamos posponer el compromiso de pagar el alquiler pero siempre fue negativa la respuesta. A todo esto a las seños les seguía pagando. En un momento me fue imposible continuar y en julio terminé con este gran sueño porque no tenía más dinero para seguir afrontando los servicios”, cuenta con tristeza y resignación.”Fuimos el sector más golpeado y al que menos le importó al gobierno”, y sostiene que eso se debe en parte porque a la educación en la Primera Infancia “nadie le da la importancia que merece siendo que es el primer eslabón, la parte más importante porque hasta los tres años absorben toda la educación que les brindas”  y así de esa forma tuve la determinación de hablar con las familias y las docentes.  “Todos supieron entender la situación que me excedía. Estaba embarazada de ocho meses de mi segunda hija”, recuerda el momento del cierre de esa etapa. 

Agustina pudo vender algunas cosas del jardín y otras la ubicó en la casa de un tío. Justo antes de la pandemia y como es docente de música se pudo inscribir para tomar un cargo y los astros se alinearon y pudo obtener un lugar en el sistema educativo.  “Pude tener otro sueldo y no quedarme sin nada porque tengo una familia” expresa. No obstante, dice: “Me encantaría volver, es mi sueño, es mi lugar en el mundo el jardín maternal...pero es tan difícil llevarlo adelante, ya que no somos valorados como merecemos y hay muchas injusticias. Por ejemplo, a las docentes que tenía me hubiese encantado poder tenerlas a todas en blanco y como corresponde, pero es tan grande la carga impositiva que nos resulta imposible. Para hacerlo le deberíamos cobrar a los padres una cuota mucho más cara. Acá el problema viene de arriba, del gobierno, quien debería apoyar a los jardines por ejemplo con el sueldo de las docentes ya que lo merecen... perdón, no deberían apoyar a los jardines, deberían apoyar a la educación”, concluye.

 

 


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